El príncipe de hielo

—Maldita bruja—, murmuré mientras observaba con desdén el retrato de mi madre junto a Cesar. Su rostro sonriente me provocaba náuseas, y no pude evitar soltar una risa burlona. —Nunca entendí qué vio en ella—, pensé para mis adentros mientras apartaba la mirada y me concentraba en terminar de hornear mis pastelitos.

El aroma dulce de la masa horneada llenaba la cocina, pero no podía evitar sentir un ligero resentimiento hacia Cesar por mantener ese recuerdo a la vista. Sin embargo, sabía que no podía permitir que esos pensamientos amargos arruinaran mi día. Con un suspiro, decidí enfocarme en lo positivo y disfrutar del momento.

Con un suspiro resignado, me dirigí hacia la puerta al escuchar el timbre insistente. Al abrir, me encontré con Sean, el hijo de Cesar, parado frente a mí. Lo miré con cierta burla, sabiendo que nuestra relación era todo menos amistosa.

—Sean, tanto tiempo sin verte—, murmuré con burla, llamándolo por su nombre. Sus ojos rodaron ante mi tono.

Abordé a Sean con una sonrisa irónica mientras abría la puerta. —¿Qué se te ofrece, Sean?—, pregunté con un tono que apenas ocultaba mi desdén.

Sean me devolvió la mirada con expresión neutra, pero sus ojos reflejaban claramente su incomodidad. —Hola, Hal—, respondió con voz cortante, pasando por encima de mí como si yo fuera una molestia.

El ambiente se tensó de inmediato, y me sentí tentado a lanzar algún comentario sarcástico, pero me contuve. En su lugar, me limité a dejarlo pasar y cerrar la puerta tras él, sin poder evitar preguntarme qué diablos hacía allí.

Me pasé una mano por el cabello, tratando de parecer relajado, mientras ofrecía los pastelitos a Sean. —¿Quieres uno?—, pregunté, tratando de mantener la compostura.

Sean negó con la cabeza con desdén. —No, gracias—, respondió secamente, sin siquiera mirar los pastelitos.

Respiré profundamente y traté de controlar mi irritación. —¿Qué te trae por aquí? ¿Buscas a tu padre?—, pregunté, sabiendo muy bien que Cesar no estaba en casa.

Sean me observó con una mezcla de desconfianza y curiosidad. —Sí, eso mismo. ¿Dónde está?—, preguntó directamente.

Le lancé una mirada afilada. —Está trabajando—, respondí fríamente, sin darle más detalles.

La conversación se volvió incómoda de inmediato, y me vi obligado a buscar un tema neutral para romper la tensión.

—Ah, ya veo—, murmuró Sean, con una mueca de desdén. —Supongo que eso es típico de él—.

Traté de mantener la calma, aunque la tensión en el aire era palpable. —¿Y tú qué? ¿Cómo va todo contigo?—.

Sean frunció el ceño, claramente molesto por la pregunta. —Bien, supongo. Nada emocionante—, respondió con indiferencia.

—¿Sigues en ese internado?—, pregunté, tratando de mantener la conversación en marcha, aunque sabía que estaba pisando terreno peligroso.

—¿Qué más te da?—, contestó Sean, con una mirada desafiante. —No es asunto tuyo—.

Me contuve para no responder con un comentario mordaz.

—De acuerdo, tranquilo—, dije, tratando de mantener la compostura. —No tenía intención de molestarte—.

—Pues lo has hecho—, espetó Sean, con los puños apretados a los costados. —Siempre metiéndote donde no te llaman—.

—¿Y tú qué? Siempre tan amargado—, respondí con sarcasmo. —Parece que has heredado lo peor de tu papito—.

Sean dio un paso hacia adelante, con una mirada de furia en los ojos. —No tienes idea de lo que dices, idiota. Eres solo un aprovechado, viviendo a costa de mi padre—.

—No soy un aprovechado, solo estoy tratando de ayudar—, repliqué, sintiendo cómo la ira se apoderaba de mí. —Al menos yo no soy un consentido mimado que no puede hacer nada por sí mismo—.

—¿Y qué sabes tú de hacer algo por ti mismo? Siempre has vivido bajo el ala de papá, auch—, le espeté, sintiendo la ira palpitar en mis venas.

—¡Cállate, maldito!— gritó Sean, con los puños aún más apretados. —No sabes nada de mí ni de mi vida—.

—Claro que sí. Sé que eres solo un niño mimado que nunca ha tenido que luchar por nada—, continué, sin poder contenerme. —Incluso tu madre, pobre mujer, debió haberte criado como una princesa—.

Mis palabras fueron como un golpe directo al corazón de Sean, quien de repente se puso pálido de furia. Sus ojos lanzaban chispas mientras se acercaba a mí con paso amenazante.

—Lo siento, ¿okay? Intenté ser amable contigo—, dije, sintiendo un retorcijón en el estómago por la mezcla de remordimiento y orgullo herido.

Sean me miró con desdén antes de soltar una risa burlona. —Amable contigo mismo, tal vez—, respondió con desdén. —Eres un egoísta y un idiota, igual que él—.

Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago, dejándome sin aliento por un momento. Con un suspiro pesado, se dirigió hacia el sofá y se sentó en silencio, dejándome solo con mis pensamientos tumultuosos y el amargo sabor de la soledad.

Me puse uno de los abrigos de Cesar y salí de su casa con paso rápido, incapaz de soportar un segundo más la presencia de Sean. —Maldita sea—, murmuré para mis adentros mientras azotaba la puerta detrás de mí. No entendía por qué todos me trataban así cuando solo intentaba ser una buena persona.

Caminé sin rumbo fijo, dejando que mis pies me llevaran donde quisieran. Mi mente estaba llena de pensamientos tumultuosos y emociones confusas mientras recorría las calles, tratando de despejar mi mente de la turbulencia que había dejado en la casa de Cesar.

Conocí a Sean cuando Cesar y mi madre aún eran novios. La exesposa de Cesar murió en un accidente de coche cuando Sean era solo un mocoso. Desde entonces, Cesar estuvo soltero hasta que conoció a mi mamá. Sean y yo nunca nos llevamos bien debido a sus reservas hacia mí, lo cual complicó aún más las cosas en nuestra relación.

Nunca entendí qué le pasaba por la cabeza a Sean, siempre fue distante y frío, como si estuviera esperando cualquier oportunidad para atacar.

Me siento en un banco del parque y enciendo un cigarro, deseando tener algo de alcohol en mi sistema. Sin embargo, antes de que pueda sumergirme en mis pensamientos, alguien se sienta a mi lado. Una vez más, es Ray.

—¿Cómo es que siempre me encuentras cuando estoy fumando?— le pregunto, tratando de ocultar mi sorpresa.

Ray sonríe irónicamente. —Tal vez tengo un sexto sentido para detectar el humo del tabaco—, responde, con una chispa de sarcasmo en sus ojos.

—No lo dudo—, digo, rodando los ojos. —¿Qué te trae por aquí esta vez?—

Ray se encoge de hombros. —Solo dando un paseo. ¿Y tú?—

—Solo necesitaba un momento de paz—, respondo, dando una calada profunda al cigarro.

Ray se inclina hacia mí y comienza a hablar de sus días, mencionando una fiesta a la que asistió recientemente como compañía rentada para la élite. —Fue una experiencia interesante—, dice, con una sonrisa. —Y tengo otra fiesta esta noche. Sería genial si pudieras acompañarme—.

Me encojo de hombros, sintiéndome un poco incómodo. —No tengo ropa adecuada para ese tipo de eventos—, admito.

Ray agarra mi brazo con entusiasmo. —No te preocupes por eso—, dice rápidamente. —¡Te prestaré algo de mi armario! Tengo un par de trajes que podrían quedarte bien—.

—No sé...— murmuro, indeciso.

Ray me mira con ojos suplicantes. —Por favor, sería muy divertido. Además, necesito un compañero de crimen—.

Finalmente, después de un momento de vacilación, accedo. —Está bien, iré contigo—, digo con una sonrisa forzada.

La expresión de Ray se ilumina de alegría y me agradece efusivamente.

......................

...E aquí una imagen que hice con la IA de Ray....

...Ray Marshall...

...14 años...

...17/05/1995...

Capítulos

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play