Cómo si volviéramos a empezar

Mi infancia fue un maldito caos. Mi madre era un desastre, siempre metida en sus propios problemas, sin prestar ni una pizca de atención a su hijo. Ni siquiera recuerdo un solo abrazo suyo, ni una palabra de aliento cuando las cosas se ponían difíciles. En su lugar, solo había negligencia, abusos y un maldito vacío que se tragaba mi inocencia temprana.

Desde pequeño, aprendí a valerme por mí mismo, a lidiar con mis propios demonios mientras mi madre desaparecía en sus vicios y sus amantes de mierda. ¿Apoyo? Esa palabra no existía en mi vocabulario. Estaba solo, enfrentándome al mundo sin más guía que mis propias tripas y mis instintos de supervivencia.

Crecí entre gritos, peleas y el sonido sordo de mis propios pasos mientras huía de aquel infierno que llamábamos hogar. No había consuelo, no había seguridad. Solo había un puto caos del que nunca pude escapar por completo. Y aunque intenté mantenerme firme, siempre quedó un maldito vacío en mi pecho, una herida que nunca cicatrizó del todo.

Desperté con el sabor amargo del pasado en mi boca y la sensación de que algo no estaba bien. Me levanté de la cama, me cambié de ropa y me dirigí a la sala de estar. El aroma delicioso que flotaba en el aire me llevó a la cocina, donde encontré a Cesar preparando el desayuno.

—¿Qué? ¿Te despertaste del lado correcto de la cama hoy?—, dije con sarcasmo mientras me acercaba a él.

Cesar levantó una ceja y sonrió con malicia. —Creí que te habías vuelto vegetariano después de la última vez que intentaste cocinar—, respondió, burlándose de mi torpeza en la cocina.

—Olvídalo, solo quería asegurarme de que no incendiaras la casa esta vez—, bromeé, aunque por dentro sabía que aún me sentía incómodo cerca de él.

Me recargué en el marco de la puerta, observando cómo Cesar se acercaba lentamente, con una expresión que indicaba que tenía algo en mente. —¿Qué necesitas ahora?—, pregunté con una sonrisa irónica.

Cesar me miró con una mezcla de diversión y exasperación. —¿Podrías hacer el favor de poner la mesa? No quiero que nuestra deliciosa comida se enfríe mientras seguimos charlando aquí—, respondió con un tono sarcástico.

—Por supuesto, señor, ¿qué más puedo hacer por ti, tu majestad?—, respondí exageradamente, jugando junto con su sarcasmo.

Cesar rodó los ojos y se rió. —No te pases de listo, solo pon la mesa—, dijo mientras se dirigía de regreso a la cocina.

Mientras ponía los platos en la mesa, sentía una extraña tensión en el ambiente, como si hubiera algo diferente entre nosotros. —¿Cómo estuvo tu día ayer, Cesar?—, pregunté, tratando de romper el silencio incómodo.

Cesar me miró con atención mientras colocaba los cubiertos. —Fue... ocupado, como siempre—, respondió vagamente, pero su mirada parecía buscar algo más en la mía.

—Ah, ya veo—, respondí, sin saber realmente qué más decir. La sensación extraña persistía, como si hubiera algo más que quería salir, algo que me hacía sentir vulnerable y desconcertado.

Terminé de poner la mesa y me senté, sorprendido al ver mi comida favorita frente a mí. —Wow, ¿esto es para mí?—, pregunté, mirando a Cesar con incredulidad.

Cesar asintió con una sonrisa. —Sí, quería consentirte un poco—, dijo con calma, sirviendo la comida en los platos.

—Gracias, en serio—, respondí sinceramente. Nos sentamos a comer en silencio por un momento, disfrutando del delicioso aroma que llenaba la habitación.

Después de un rato, Cesar rompió el silencio. —Escucha, hoy tengo que ir a la universidad para una reunión. ¿Te gustaría acompañarme?—, ofreció, mirándome con expectación.

Al principio, solté un comentario sarcástico. —¿A la universidad? ¿Yo? ¿En serio?— dije, levantando una ceja. Pero luego, después de reflexionar por un momento, asentí con una sonrisa. —Claro, ¿por qué no? Podría ser interesante—, acepté, sintiéndome curioso por ver el mundo de Cesar fuera de casa.

Después de terminar de comer, nos levantamos de la mesa y Cesar me acompañó hacia afuera. El aire fresco de la mañana me golpeó al salir de la casa. Nos dirigimos hacia el carro, donde Cesar se detuvo para recoger algunas cosas que necesitaba para el día.

Mientras esperaba, observé el paisaje familiar frente a mí, tratando de calmar los nervios que comenzaban a surgir en mi interior. Finalmente, Cesar se subió al auto y arrancó el motor. El silencio reinaba en el interior del vehículo mientras nos dirigíamos hacia la universidad.

Durante el trayecto, no dije nada, pero pude sentir la tensión entre nosotros. Cesar tampoco parecía tener mucho que decir, y la atmósfera se volvió cada vez más pesada a medida que avanzábamos por las calles

Mientras viajábamos hacia la universidad, me sentí incómodo por el silencio que reinaba en el auto. Miré hacia el retrovisor y noté la mirada concentrada de Cesar en el camino, lo que me hizo sentir aún más inquieto.

Decidí romper el silencio y comencé a jugar con la radio del carro hasta que encontré una canción que me gustaba. La subí de volumen y empecé a cantar, tratando de aligerar el ambiente tenso que se había formado.

De vez en cuando, notaba que Cesar me miraba de reojo mientras cantaba, lo que me hizo sentir extraño pero también un poco reconfortado. Me acerqué un poco más a él, sintiendo la necesidad de estar cerca, aunque no podía entender por qué.

La canción continuaba sonando mientras seguía cantando, y por un momento, pareció que la tensión entre nosotros se disipaba, al menos temporalmente.

—¿Sabes, Cesar? Siempre he pensado que tu habilidad para mantener la compostura es admirable—, dije con un tono sarcástico mientras observaba el camino.

Cesar soltó una leve risa y respondió —Bueno, supongo que alguien tiene que mantener las cosas en orden aquí—.

Me reí y agregué —Sí, porque Dios sabe que no seré yo—.

Hubo un breve momento de silencio antes de que Cesar respondiera, con un toque de diversión en su voz —Bueno, a pesar de tus intentos de desordenar las cosas, creo que no podría imaginar este viaje sin ti—.

La sorpresa me invadió por un momento, pero decidí seguirle el juego —¿Estás intentando ser dulce, Cesar? Pensé que solo eras bueno para regañarme—.

Cesar sonrió de lado y dijo —Bueno, todos tenemos nuestras habilidades ocultas—.

Nos miramos por un instante, y en ese momento, algo pasó entre nosotros, algo que no pude identificar pero que me dejó con un nudo en el estómago, estar así con Cesar era bizarro.

Después de unos minutos, finalmente llegamos a la universidad. Observé el campus con una mirada vacía, sintiendo una extraña sensación de envidia hacia los estudiantes que iban y venían con sus libros y sus sueños.

—¿Te gustaría haber estudiado aquí?—, preguntó Cesar, rompiendo el silencio mientras estacionaba el carro.

Rodé los ojos y respondí con sarcasmo: —Oh, claro, Cesar. Solo estoy muriéndome de ganas de volver a la vida de estudiante y lidiar con exámenes y trabajos interminables—.

Cesar me miró con una ceja levantada antes de soltar una pequeña risa. —Bueno, supongo que siempre es divertido imaginar cómo sería una vida diferente—.

Bufé y salí del carro junto a Cesar, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo. Antes de que pudiera protestar por el frío, Cesar me envolvió con un abrigo cálido.

—¿No puedes prepararte adecuadamente antes de salir de casa?—, me regañó con una sonrisa mientras ajustaba el abrigo alrededor de mis hombros. —Si no fuera por mí, ya estarías congelado en este momento—.

Levanté una ceja y le devolví una sonrisa sarcástica. —Gracias por salvarme, héroe del clima—.

Cesar suspiró, pero pude ver una ligera mueca de diversión en sus ojos. —¿Qué harías sin mí, eh?—

Encogí los hombros y comenzamos a caminar por el campus, sumergiéndonos en una charla trivial. Aunque Cesar mostraba cierta seriedad en sus palabras, había una calidez en su tono que me hacía sentir extrañamente reconfortado.

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