CAPÍTULO 5.

Perspectiva del Duque.

El Palacio Imperial sin duda era un lugar que me traía cientos de recuerdos, algunos buenos, otros malos y otros simplemente normales. Pase toda mi vida en el palacio junto con la Emperatriz Viuda y su Majestad el actual Emperador antes de convertirme en el Gran Duque de Ruselford.

Ruselford...

Fue el Título qué se me entrego después de la batalla por el trono hace 8 años, un título qué pertenecía a la familia que intento usurpar el trono poco después de la muerte del anterior Emperador.

Hace 8 años... fue qué comenzó todo este tormento para ambos. Solté un fuerte suspiro y caminé hasta llegar al gran árbol que estaba en el jardín del Palacio de la Emperatriz.

Hari... No pude evitar el no recordar como nos conocimos por primera vez, en este mismo lugar, justo en este mismo tiempo.

—Parece que aun estás muy sumergido en tus pensamientos— Escuche a alguien hablando mientras se acercaba.

Me di la vuelta y al ver a la persona que estaba detrás mío.

—Su Majestad el Emperador— Incline mi cabeza para saludarlo.

—Pareces estar muy distraído— Bromeo un poco con eso. —Pude notarlo en la reunión, fue por eso que te saliste una vez que termino— Recogió una de las hojas que caían con el viento.

—Solo creí que ya no era necesaria mi presencia para despedir a los Nobles, la reunión ya había acabado.

Su Majestad me miro algo preocupado y después miro el Gran Árbol.

—¿Es por la Cuñada?— La pregunta de su Majestad resonó en mi cabeza.

—No es así, yo...— Me Interrumpió.

—Escuche que sufrió de un accidente.

Me alarmé al escuchar esas palabras salir de su boca. Se suponía qué nadie conocía sobre la condición de Henrietta y tampoco había dejado qué nadie dijera lo que sucedió aquel día, ¿cómo es posible que él...? Quise responderme esa pregunta, pero creo que la respuesta era demasiado obvia.

—Su Majestad esta bien informado— Solté una risa algo incomoda.

—Soy tu Hermano Mayor, es normal que me preocupe por ti. Aunque tengo todo un Imperio qué necesita de mi atención, siempre encontraré algo de tiempo para informarme sobre las cosas que mi Pequeño Hermano hace— Me respondió con una sonrisa algo sarcástica.

—Sin duda su Majestad nunca cambia— Le sonreí después de escuchar eso.

—Rei...— Su Majestad me llamo por mi apodo. —Hace tiempo que no nos vemos, estamos solos así que no tienes que dirigirte a mí de manera tan formal. Después de todo soy tu Hermano, ¿no?

Mire al suelo y después un recuerdo de nuestra Infancia vino a mi mente. Sin duda Leo siempre encontraba una u otra manera de sacarme de quicio o hacer que me relaje, siempre fue así...

—Si, Hermano.— Ya sabía que no lograría nada intentando decir que no lo llamaría así, lo único que me quedaba era ceder.

El llevo su mano izquierda a mi cabeza y comenzó a acariciarla.

—¿Cuanto tiempo más te quedaras en el palacio?— Dejo de acariciarme.

—Hasta cuando la asamblea de los Nobles termine— Respondí alejándome de él un poco, por si intentaba acariciarme la cabeza una vez más.

—Ya veo— Él se dio la vuelta para regresar al Palacio. —Madre ha estado preocupada por ti, si puedes ve a verla en el tiempo que estés aquí— Camino un poco. —Y deja de preocuparte, todo saldrá bien... sé que tú y la Cuñada podrán solucionarlo todo.

¿Solucionarlo? Ja... ¿Puedo soñar con eso?

Me di la vuelta para ver a su Majestad.

—Lo tendré en cuenta— Agache mi cabeza para despedirlo. —Adiós... Hermano...

Solo pude ver la capa real alejarse hasta perderse. Aunque Leo era 5 años mayor que yo, de alguna u otra manera siempre estuvo apoyándome aunque éramos solamente medios Hermanos. Si no fuera por su ayuda en el incidente de hace 8 años... quizás yo habría muerto y... Hari sería libre...

Debo de dejar de tener este tipo de pensamientos, quizás visitar a Madre sea lo mejor.

Perspectiva de Henrietta.

Ha pasado más de una semana desde que me reuní con Henderson, hasta el día de hoy no había tenido una respuesta a la petición de ser más cercanos, así que es normal ¡qué este muy nerviosa por este momento!

—Duquesa no tiene de que preocuparse— Escuche a Celia quien iba detrás de mí animarme.

Celia cada vez estaba menos presente en algunas cosas, pero aun así siempre se tomaba el tiempo para venir a visitarme y a saber como estaba.

Después de que el Mayordomo de Henderson vino a visitarme, Elisa, Sara y Celia entraron para arreglarme y así llegar lo antes posible a mí reunión con Hender. En todo el camino me he preguntado por qué tardo tanto en responderme, también si me veré bien y él se sentirá cómodo estando conmigo. Sea como sea y pase como pase, tengo que darle una buena impresión de mí a Hender, así esto podría repetirse más seguido y podré salvar mi vida y la de todos.

Parece que el estar sumergida en mis pensamientos fue notado por mis sirvientas y eso hizo que Celia me tocara el hombro.

—Mi Señora hemos llegado.

Mire hacía el Gazebo donde había visto por primera vez a Hender, tan bello como siempre. Y ahí estaba él, mi Pequeño hijo estaba bebiendo el Té y al darse cuenta de que me acercaba, se detuvo y me miro.

—Le agradezco a la Duquesa por aceptar mi invitación— Henderson se puso de pie y inclinó levemente la cabeza hacía mí.

—Esta bien, esta bien— Sacudi las manos de manera nerviosa. —No tienes por qué comportarte de manera tan formal Hender, al contrario yo estoy muy feliz y agradecida de que me invitaras a tomar el té contigo— Le sonreí. —Hasta creí que ya me habías rechazado.

Henderson bajo la mirada al suelo, lo cual me fue imposible para mí el ver que tipo de expresión estaba poniendo.

—Por favor tome asiento Duquesa, bebamos el Té— Me pidió mientras señalaba la silla frente a la suya.

—Si Hender, Mamá tomará asiento— Me dirigí a la silla y me senté en ella.

No sé si era por mi felicidad, pero me pareció ver el rostro de Hender levemente sonrojado. No pude evitar poner el rostro de una tonta al ver esa bella sonrisa, mi bebé es tan lindo que creo que voy a morir de ternura.

—Duquesa por favor, se le caen las babas— Celia me sacudió para qué reaccionará.

—Ouh, si disculpa— Me sentí algo nerviosa porque Hender me mirara así.

Hender me miro con el rostro aun sonrojado por la pena.

—Usted... si qué está actuando raro el día de hoy.

Me quede avergonzada por escuchar eso de sus labios.

CONTINUARÁ...

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