CAPITULO 7.

CAPÍTULO 7.

-¿Dónde estabas? -pregunto Jorge al ver a su hija finalmente.

-Sali a tomar aire. -exclamo.

-¿Sola?

-Sí, papa. Sola. -Dijo ella, fastidiada.

-¿Cómo vas con la profesión, Ángela?, ¿Has conseguido empleo? -pregunto curioso, Lucas Martín.

-No… Pero probablemente me llamen para dar algunas entrevistas.

-Creí que trabajarías en la administración del hotel ahora que terminaste tu carrera. -Exclamo el Sr. Charton.

-No, papa, sabes que quiero enfocarme en el derecho penal.

-Niños. -exclamo Lucas. -Ya sabes. Piensan que les irá mejor por su cuenta, es lo mismo que discuto con Spencer, prefiere gastar su tiempo siendo chef que manejar las empresas de su padre.

-Pues sí, de eso se trata la libertad. -exclamo Ángela por lo bajo.

Lucas la observo con recelo y luego soltó una carcajada falsa.

-¡Ángela! -la reprendió su padre.

-Oh, ni más faltaba Jorge. -Exclamo Lucas. -Solo es una muchacha rebelde.

Ángela estaba a punto de explotar ante aquel estúpido comentario, pero fue salvada por Spencer.

-Ángela. -Dijo. -¿Puedes acompañarme? Quiero presentarte a unos amigos.

-Oh, qué bueno. -Dijo Jorge. -A ver si conoce a uno de esos amigos tuyos, a este paso moriré antes de tener nietos.

Ángela resopló.

-Ángela, vamos. -Dijo Spencer, intentando evitar una discusión.

Ángela lo siguió finalmente, después de alejarse de sus padres, Spencer tomo la palabra.

-En algún momento tendrás que decirme que se traen tú y Ambrosi. -Dijo.

-¿A qué te refieres? -pregunto Ángela.

-Los vi en el baño. -Dijo, resoplando. -Además… él me pidió que vaya a buscarte. Está en el jardín.

Ángela y Spencer salieron al jardín, donde vieron a Sebastian de pie en una bella glorieta ubicada cerca de la piscina y ambos se acercaron a él.

-Él… ¿Es de fiar? -le pregunto Sebastian a Ángela, refiriéndose a Spencer.

-No se preocupen, les daré unos minutos a solas. -exclamo. -Pero te repetiré lo que le dije a Ángela, deberán confiar en mí en algún momento.

Sebastián asintió y le dio las gracias a Spencer por aquello.

-Creí que nos habíamos visto hace veinte minutos. -Exclamo ella.

-Lo sé… Es que te extrañaba. -Dijo sonriendo. -Además, hay algo que quiero decirte y no lo puedo hacer por celular.

-¿De qué se trata?

-Debemos ir a Canadá. -Exclamo Sebastian. -No me interesa recorrer todo Quebec para encontrarlo.

-Estoy de acuerdo. -Dijo Ángela, con pesar. -Es una idea estúpida, pero estoy de acuerdo.

-Hay un solo problema. -exclamo él. -¿Cómo saldrán los herederos de las dos familias más importantes del país, sin ser detectados?

-Son dos días en coche. -Dijo Ángela.

-Supongo que podríamos hacerlo. -exclamo Sebastian.

Ángela sonrió.

-Nos iremos el jueves por la madrugada. -Dijo ella.

-Bien, te hablaré para finiquitar los detalles. -Exclamo Sebastian. -Te veré el jueves.

Ángela se dio la vuelta y fue en busca de Spencer. El chico se encontraba algo alejado de ellos, fumando un cigarro.

-Prometo que llegado el momento te contaremos todo. -Exclamo Ángela.

-Por favor no se metan en líos. -exclamo Spencer. -¿Cómo es que los niños Charton y los niños Ambrosi tienen esa manía de enamorarse de lo “prohibido”?

-No lo sé. -exclamo Ángela. - ¿Y qué hay de ti?, ¿Te has enamorado?, creo que nunca te lo pregunte.

-Eso es porque nunca hablamos. -Dijo él. -Y sí, estoy enamorado. -Suspiro.

-¿Por qué siento que ese suspiro no fue de felicidad?

-Si la conocieras, Angie. -dijo él. -Ella es preciosa. Rubia, alta, esbelta, ojos preciosos. Es toda una obra de arte, una invaluable.

-¡Vaya!, eso es muy, muy romántico de tu parte. -exclamo Ángela, sonriendo. -Pero hasta aquí no le veo el problema.

-Ella trabaja en mi restaurante. -exclamo Spencer. -Es… Ella no es una mujer de nuestra misma sociedad. Vive en una pequeña casa, con su madre, la cual está muy enferma… La pobre trabaja para solventar los gastos.

-Pobre chica. -exclamo Ángela. -A veces creo que somos tan privilegiados que ni siquiera podemos comprender a las personas como tu chica. Aunque queramos ser empáticos, jamás podremos ponernos en su lugar.

-Tienes razón. -exclamo Spencer. -A veces me siento mal por venir de una familia adinerada.

-Lo mismo me pasa. -exclamo Ángela.

-Sin embargo, he ido a su casa en dos oportunidades y me tratan de la manera más amable. Lucho todos los días, aun sabiendo que mis padres jamás aceptaran esta relación. Por eso decido valerme por mí mismo, no me importa ser chef, me apasiona lo que hago. Y eso, Angie, es lo que tú tienes que hacer si deseas estar con “él”. -Dijo sonriéndome.

-Gracias por tus palabras Spencer. -exclamo ella. -Pero… La verdad es que apenas comenzamos lo que sea esto.

-Bueno, de ustedes depende que continúe o no. -Dijo.

-Y… ¿Puedo conocerla algún día? -pregunto ella.

-¿Qué te parece si me visitas en el restaurante y te la presento? -pregunto él.

-¿Quedamos para almorzar mañana? -pregunto Ángela.

-No es una cita. -Dijo Spencer riendo.

-Mira Lucas, veo que nuestros hijos se llevan muy bien. -Dijo Jorge, interrumpiendo la charla.

-Es lo de menos. -exclamo Spencer. -Después de todo, nuestros padres son amigos. ¿Por qué nosotros no lo seriamos?

-Me alegra oír eso. -exclamo Lía.

*****

Al día siguiente, Ángela fue a visitar a su nuevo amigo, tal como habian quedado. Angie nunca había estado en el restaurante de Spencer. Pero se sorprendió mucho al llegar. No era un lugar demasiado ostentoso, se notaba que lo había hecho él con sus esfuerzos y sin la mínima ayuda de su padre.

Ángela ingresó, tomo asiento en una de las mesas e inmediatamente una hermosa chica, a quien, por sus características, Ángela identifico como la novia de Spencer, se acercó a ella.

-Buenos días. -exclamo ella. -Mi nombre es Mara y atenderé su pedido.

-Hola Mara. -Dijo ella. -¿Crees que puedes llamar al chef?, dile que Ángela está aquí.

La chica asintió y fue en busca de Spencer, quien apareció enseguida.

-Viniste. -Dijo él sonriendo.

-Claro que vine. -exclamo ella.

-Mara. -exclamo él. -Quiero presentarte a mi amiga, Ángela Charton. Angie, ella es Mara Wilson, la mujer de mis sueños. -Dijo besando la mano de la chica.

-Gusto en conocerla, Srta. Charton. -exclamo ella, tímida.

-El gusto es todo mío, linda. -Dijo. -Y no me digas, señorita, dime Ángela o Angie, como te guste.

Ángela, Spens y Mara, almorzaron juntos y se conocieron un poco más. Mara le contó a Ángela un poco más de su vida, le contó que su madre sufría de depresión y estaba muy enferma gracias a aquello. Ella trabajaba mucho para pagar la medicación que necesitaba, ya que eran demasiado caros y no los cubría el seguro médico.

-Bueno, Mara… Realmente no sé si mis palabras te ayuden, pero quiero que sepas que lo que necesites, apoyo, dinero, cualquier cosa puedes pedírmela. Con confianza, por favor.

-Se lo agradezco, señorita, pero no quiero que piense que le estoy pidiendo dinero, me avergonzaría si lo pensara.

-No, no. -exclamo Angie. -Mara, me estoy ofreciendo a ayudarte. Sé que a veces no es fácil pedirle ayuda al hombre que amas, pero a mí puedes verme como una amiga. No podría vivir sabiendo qué pasas necesidades.

-Gracias Ángela. -exclamo ella. Spencer le sonrió. Se veía tan enamorado de ella. Y lo entendía, porque ella simplemente era perfecta.

-Spens. -exclamo Ángela. -Debo realizar un viaje. Te prometo que cuando regrese te contaré todo lo que quieres saber. Pero por el momento, es mejor que no sepas nada. Les diré a mis padres que tengo una entrevista laboral en Chicago. Necesito que confíes en mí  y también que me dejes confiar en ti.

-Está bien, entiendo. -dijo él. -Solo te pido que me llames, para lo que sea y a cualquier hora.

-Te lo prometo. -exclamo ella.

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