CAPITULO 8.

CAPÍTULO 8.

Después de terminar de convencer a sus padres acerca de su viaje de trabajo, Ángela saco un boleto de avión rumbo a Chicago. El jueves por la madrugada, le pidió a Alfred, su chofer, que la lleve hasta el aeropuerto. Ángela había armado una maleta, ya que no sabía cuanto demoraría su viaje.

Cuando Alfred la dejo en el aeropuerto, Ángela dio algunas vueltas por ahí dentro, para quedar grabada en las cámaras en caso de que alguien quisiera asegurarse de su viaje. Luego, se dirigió al baño del aeropuerto, cambio su atuendo y salió nuevamente para caminar algunas cuadras hasta el lugar donde Sebastián la estaría esperando. Finalmente, lo vio, alto, esbelto, despreocupado, parado junto a su Mustang Shelby GT500 clásico de color rojo.

-Hola Romeo. -exclamo ella.

-Hola Julieta. -Dijo él. -¿Estás lista para esta aventura?

-Lista es mi segundo nombre. -Dijo.

Sebastián sonrió y le abrió la puerta para subirse a su coche. Después subió la maleta de ella y finalmente se sentó en el asiento del conductor.

-¿Te gustan los autos clásicos? -pregunto ella.

-Sí. -exclamo. -Supongo que nací en la época equivocada. Soy de los que, cada tanto, escucha música en vinilos.

-Vaya. -Dijo ella.

El viaje era bastante largo, aunque ellos lo hacían llevadero. Después de conducir por más de doce horas, Sebastián decidió aparcar en un motel junto a una carretera.

-Bella. -Dijo. -Lamento que no sea cinco estrellas, pero estaremos más seguros aquí.

-No me preocupo por eso. -Dijo ella. -Muero de hambre.

-Pediremos comida al cuarto cuando nos registremos.

Ambos salieron del coche, bajaron su equipaje y entraron al motel para pedir una habitación. Una vez registrados bajo un seudónimo, entraron a la que sería su habitación por una noche. No lucia tan mal, estaba limpio, ordenado y la ropa de cama se veía bastante nueva. La verdad es que tampoco les importaba demasiado, Sebastián estaba preocupado por encontrar a Tom y Ángela, por su parte, quería saber si su hermano también está vivo.

Después de un rato de espera, la comida al cuarto había llegado. Ambos cenaron y hablaron un poco acerca de sus vidas, querían conocerse un poco mejor.

-Tengo una idea. -exclamo Sebastián. -Yo te hago una pregunta y luego tú me la haces a mí.

-¿Y si no quiero responder? -pregunto ella.

-Puedes simplemente pasar. -exclamo. -El punto es conocernos.

-Bueno. -exclamo. -Yo empiezo. ¿Cuántos años tienes?

-Eso ya lo sabes. -Dijo riendo. -Veinticinco.

-Lo sé, solo estaba probando. -Dijo riendo. -Ahora tú.

-Dijiste que tus padres creen que estás en una entrevista laboral. -Dijo. -Quiero saber, ¿Qué estudiaste?

-Abogacía. ¿Y tú?

Sebastián rio.

-Eso cuenta como pregunta. -Exclamo. -También soy abogado. Me enfoco en casos penales. ¿Has tenido novio?

-Solo uno en la universidad. -exclamo ella. -Pero no funciono. ¿Qué hay de ti?

-No he tenido ninguna relación seria. -exclamo él. -¿Cómo te ves en el futuro?

-Supongo que me gustaría ser abogada, tener un esposo, tal vez hijos… Vivir en una casa pequeña pero acogedora. ¿Y tú?

-Nunca había pensado en el futuro. -exclamo. -Hasta que volví a verte.

-¿De qué hablas? -pregunto Angie, sonrojada.

-Me gustas. -Dijo Sebastián. -No sé qué nos deparará el futuro o qué planes tendrá el destino para nosotros. No sé si esto solo dure mientras investiguemos lo que paso con nuestros hermanos, o dure para siempre. Tampoco sé si tendremos un futuro juntos o solo un presente. Pero… quiero intentarlo contigo. -Dijo. -Claro, si me aceptas.

-¿A riesgo de perderlo todo?

-No me importa perderlo todo. -exclamo él. -Mientras tú estés conmigo.

Ángela besó sus labios. Estaba encantada con las palabras de Sebastián y sabía que le decía la verdad con solo verlo. Sentía que a través de sus ojos podía ver su alma. Era un muchacho serio e incluso parecía rudo, pero con ella, era como un tierno osito de felpa.

Esa noche él y Ángela se entregaron completamente. Sus cuerpos se hicieron uno y sus almas entrelazadas se buscaban una a otra. Ambos cuerpos se elevaron a la cúspide del placer. En ese momento, los planetas se chocaron, el mundo se vino abajo, solo existían ellos dos. Ambos explotaron en una ola de placer y éxtasis. Sebastián se acostó en la cama y atrajo a Ángela hacia su cuerpo.

-Eso estuvo increíble. -exclamo.

-Y satisfactorio. -Dijo Ángela.

-Jorge Charton querrá asesinarme cuando sepa que profane el lindo cuerpo de su adorable hija pequeña. -Dijo Sebastián riendo.

-Puedes apostar. -Dijo ella riendo.

Ambos se quedaron dormidos. Al día siguiente, se despertaron temprano para seguir con el viaje. Antes, se dieron una ducha juntos donde volvieron a hacer el amor.

-Eres la mujer de mi vida. -exclamo él. -Jamás me arrepentiré de esto, ni de ti. Bajaría al infierno para ir a buscarte.

-Cuando todo esto acabe, pelearé por ti, Sebastián. -Dijo ella. -Por los dos.

*****

Más tarde, ese día, ambos volvieron a la carretera para continuar con su viaje. Aún tenían demasiados kilómetros hasta Quebec. Para no perder más tiempo, decidieron turnarse para conducir mientras el otro dormía unas horas. De esa forma, ahorrarían el tiempo. Incluso comían en el coche.

-Eres la primera chica que conozco que no se obsesiona con su figura. -Dijo Sebastián. -Te he visto comer tanta comida chatarra. -Dijo riendo.

-Adoro la comida chatarra. -Dijo ella. -Y tengo esta linda condición en la cual puedo comer toneladas de comida y no engordo. De todos modos no me importa, me encanta la comida.

-Adoro tu sencillez. -Dijo.

Después de veinticuatro horas más, conduciendo, finalmente llegaron a Quebec. Ambos quedaron encantados con la bella ciudad. Se hospedaron en un pequeño hotel para descansar unas horas hasta el día siguiente, cuando comenzaran su búsqueda. Claro que lejos de dormir demasiado, volvían a disfrutar una y otra vez de la desnudez de sus cuerpos. Ninguno podía saciarse del otro.

Al día siguiente, comenzaron con su búsqueda. Imprimieron una foto de ambos chicos y preguntaron, primero en el hotel. Aunque no tuvieron una respuesta positiva. Así que decidieron salir a buscar en las calles. Les preguntaban a las personas por ellos, pero nadie los conocía. Decidieron separarse, sin éxito. Después de unas horas, ambos estaban cansados.

-Debemos regresar al hotel, Sebas. -exclamo. -Mañana seguiremos.

Sebastián, frustrado, asintió. Esa noche solo durmieron. Ninguno tenía ánimos para otra cosa, solo querían permanecer juntos. Ambos necesitaban refugiarse en el otro.

Un nuevo día, una nueva búsqueda.

Esta vez comenzaron aún más temprano. Fueron a cada negocio, aunque tampoco tuvieron respuestas positivas. Estaban a punto de rendirse, al parecer no había rastros de Thomas o Christopher en Quebec.

Después de varias horas y de saltearse el almuerzo, decidieron parar en una cafetería para comer algo. Estaban desesperanzados y cansados.

-Creo que debemos volver a casa. -exclamo Sebastián. -Probablemente nos hayamos equivocado. O ellos no quieren que los encontremos.

-No te rindas. -Dijo Ángela. -Yo no me rendiré. No pararé hasta encontrarlos.

-Eres hermosa. -exclamo él, viéndola a los ojos.

Ángela abrió los ojos como platos, mientras observaba a espaldas de Sebastián. Por casualidad, había oído que las personas de la mesa de atrás, habian pedido hablar con el dueño del café, ya que tuvieron un problema con un pobre mesero que se notaba que era nuevo. Sin embargo, al ver que el dueño se acercó a hablar con esas personas, sintió que se desmayaría.

-Ángela, -exclamo Sebastián chasqueando sus dedos delante de ella.

Sin embargo, ella ignoraba aquello. Se puso de pie, bajo la atenta y preocupada mirada de su amado, y se dirigió al hombre que ahora estaba de espaldas. Al llegar a él, puso su mano sobre su hombro para llamar su atención. El muchacho se dio vuelta con una enorme sonrisa que mostraba su perfecta y blanca dentadura.

-Ángela. -exclamo él.

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