— Espero que no te arrepientas por las estupideces que estás haciendo.
— Ten por seguro que no me voy a arrepentir.
La melodía empezó a resonar en el amplio salón, y Lehia inhaló profundamente, preparándose para el momento culminante. Con gracia y control, avanzó con elegancia hacia el centro del salón, desplegando habilidades dignas de una consumada bailarina. Aunque sus ojos mostraban seriedad y una aparente inexpresividad, la tensión de la situación se palpaba en el aire, como una nota aguda que resonaba en el corazón de la ceremonia.
Desde su estratégica posición en el salón, Devvan, su esposo, la observaba con atención. A pesar de haber presenciado los ensayos meticulosos durante semanas, esta sería la primera vez que vería a Lehia ejecutar el baile completo en toda su magnificencia. La expectación creció en la habitación, mientras los espectadores aguardaban para sumergirse en la elegancia y el simbolismo de la danza que estaba a punto de desplegarse ante sus ojos.
— Sabes hijo, tú ahora esposa, me recuerda tanto a tu madre cuando estaba en esa posición. No puedo creer lo rápido que pasa el tiempo. Aunque no estoy de acuerdo con que te casarás con ella, no puedo negar que es hermosa.
Lehia no podía apartar la mirada de su esposo, quien permanecía inmóvil, observándola. En ese preciso instante, Lehia le dedicó una sonrisa y le hizo una pequeña reverencia. Aunque el rostro de Devvan se mantenía excepcionalmente impasible, algo en él cambió al ver a Lehia ejecutar el baile que habían ensayado con tanto ahínco. Su postura se volvió más rígida y su expresión reveló una sutil alerta. Después de la cautivadora demostración de baile que dejó a todos maravillados, la celebración continuó con una energía desbordante. La música vibraba en el aire mientras la medianoche se acercaba, marcando el momento en el que los recién casados se preparaban para partir hacia un lago apartado, lejos de la bulliciosa ciudad, para disfrutar de su anhelada luna de miel.
Mientras el ambiente festivo envolvía a todos, en un rincón apartado del salón, Lehia y Devvan se encontraban inmersos en una conversación íntima. Lehia, con una mirada llena de sinceridad, compartió con Devvan sus deseos de no quedar embarazada en ese momento. No se sentía lista para asumir la gran responsabilidad que conlleva la maternidad.
Devvan, con una expresión serena, tomó las palabras de Lehia con profundo respeto.
— Escúchame atentamente, Lehia —dijo suavemente Devvan, entrelazando sus dedos con los de ella, creando un vínculo que iba más allá de las palabras. — He estado reflexionando mucho sobre esto en los últimos días, y quiero que sepas que no deseo ponerte en una situación incómoda. No hasta que tú estés verdaderamente lista para ello. — Aunque las palabras de él sonaban conciliadoras, el contacto entre ellos se volvió más íntimo cuando la mano del rey descansó con delicadeza sobre la de la reina. En ese momento, Lehia se encontraba en una encrucijada, preguntándose si podía confiar plenamente en Devvan y en su promesa de respetar su decisión. — Entiendo que tu edad tal vez no sea la más adecuada para comenzar la formación de ser madre — admitió Devvan con sinceridad, buscando establecer un diálogo abierto. — Pero debes tener en cuenta que, según las reglas del reino, se espera que me des un hijo antes de que termine el año.
— Sé perfectamente eso, pero... no quiero tener un hijo. No quiero. Pero si es lo que toca hacer, me veré obligada a cumplir esas reglas. — Devvan la abrazó, transmitiendo su apoyo silencioso en medio de la complejidad de la situación. — Aunque no quiera.
— Lo siento tanto, Lehia —susurró Devvan, reconociendo la carga emocional que ambos llevaban en ese momento.
— No importa. — Lehia se esforzó por mantener la compostura. — Nunca ha importado y nunca importará. A veces, las decisiones difíciles se presentan, y debemos afrontarlas con valentía, aunque el corazón se sienta pesado.
Devvan se despidió rápidamente de Lehia con un beso antes de partir, dejándola confundida. Al salir, Lehia vio a Devvanni sola en una mesa y trató de acercarse, pero ella negó con la cabeza. Comprendiendo la señal, Lehia decidió mantener su distancia. Mientras otros se acercaban para felicitarla por su matrimonio y ascenso a reina, Lehia se vio obligada a sostener conversaciones superficiales. Su mirada se perdió en la distancia cuando una mujer elegante se acercó a Devvan. Aunque teóricamente lo odiaba, sintió un latido fuerte en su corazón al ver la proximidad entre ellos y notar su complicidad compartida.
Un nudo de celos se apoderó del estómago de Lehia, sin comprender del todo por qué. Intentó convencerse de que era absurdo, pero sus ojos no podían apartarse de la pareja. Mientras la mujer sonreía con gracia, Lehia apretaba involuntariamente el abanico entre sus manos. Las palabras de odio hacia Devvan se mezclaban con una creciente confusión. ¿Por qué le importaba lo que él hiciera? Los recuerdos de su matrimonio forzado surgieron en su mente, pero algo en el aire provocó que sus sentimientos se desbordaran.
Después de luchar por mantener la compostura, Lehia no pudo soportar ver a su esposo tan sonriente con la mujer, así que se despidió rápidamente de las personas con las que hablaba. Caminó decidida hacia ellos, consciente de que algo estaba cambiando en su corazón, aunque se negara a admitirlo. Al llegar, agarró firmemente el brazo de su esposo mientras miraba de arriba abajo a la mujer.
— Cariño, ¿por qué estás tan sonriente hablando con esta mujer? — dijo Lehia, frunciendo el ceño con disgusto. — Deberías estar conmigo, tu esposa, en lugar de estar con ella. Me dejaste sola, sin conocer a nadie.
— Lehia, ella es una visitante y me han pedido que la trate con cortesía. Tú eres mi reina y nadie puede reemplazarte. Por favor, sé comprensiva. Además, lamento haberte dejado sola, pensé que sería bueno que conocieras a algunas personas.
— Hola, soy Elisiana y vengo de Esmeralda — dijo la mujer extendiendo su mano hacia Lehia, quien seguía abanicándose —. Es un placer conocerte finalmente. He escuchado tu historia y es realmente interesante. Nunca imaginé que un letargo pudiera durar tantos años.
— También es un placer conocerte, Elisiana — dijo con una sonrisa en su rostro, que en realidad era falsa. — Ahora necesito hablar con mi esposo.
— Oh, Lehia, no seas tan grosera con Elisiana. — Lehia le dio una mirada que hizo que lo hizo sentir regañado.
— Podríamos hablar durante un rato, solo nosotras. Para conocernos mejor. — Comentó Elisiana, mirando a Lehia con simpatía. — Quizás podamos ser buenas amigas.
— Mi esposo y yo saldremos en pocos minutos. Creo que eso no se podrá en estos momentos. — la antipatía se notaba en su voz. — Puede que tal vez luego. Cuando esté nuevamente en este lugar.
Elisiana, aunque insatisfecha con la respuesta, aceptó la situación con humildad, ahora consciente de que no podía depositar su confianza plena en Lehia. A pesar de la desilusión, recordó el propósito de su presencia y ajustó su vestido con elegancia antes de marcharse.
— ¿Por qué actuaste así? — preguntó Devvan, pasando la mano por el cabello de su esposa.
— ¿De qué manera? — Respondió despreocupadamente. — Siempre actúo así.
— Fuiste muy antipática con Elisiana.
— No me inspira confianza; me parece una persona engreída. ¿No notaste su aire de superioridad?
— No noté ningún aire de superioridad en ella. Tú eres quien siempre tiene ese aire. Además, ¿no estás celosa de ella? — provocó Devvan con una sonrisa. — Eres la reina, serás la mejor. ¿Qué tienes que temer de una simple visita diplomática?
— Por favor, no estoy celosa, Devv. No seas tan patético para pensar eso.
— ¿Desde cuándo me pones apodos?
— No cambies de tema. — lo reprendió.
— Ay, mi primera regañada como esposos. — se burló Devvan, provocando que Lehia lo golpeara con el abanico. — ¿Por qué tan violenta? No debes golpear así frente a todos. ¿Qué pensarán? ¿Qué me dejo dominar por una chiquilla engreída?
— Deja de comportarte como un niño.
— ¿Por qué? Es muy aburrido ser siempre adulto. A veces es bueno sacar al niño que llevamos dentro.
— Estás más cerca de los cuarenta que de los dieciocho; compórtate como un hombre.
— Está bien, mi señora esposa, me comportaré como tu hombre macho alfa.
— Contigo no se puede. — lo miró enojada. — ¿A qué hora nos iremos? Está haciendo mucho calor.
— ¿Calor? Yo siento mucho frío.
— Lo que tú consideras frío, yo lo considero calor. — dijo moviendo el abanico por su rostro. — Es horrible. En zafiro que es tierra caliente, no hace este calor tan horrible.
Devvan solicitó a la servidumbre un abanico y comenzó a moverlo alrededor de Lehia. Agradecida por la ayuda, la reina notó cómo la intensidad del calor disminuía.
— ¿Mejor? — preguntó él.
— Sí, gracias. Y nunca respondiste mi pregunta.
— Nos iremos en unos minutos.
— ¿A qué lugar?
— A una laguna.
— ¿Hay zancudos ahí? — expresó su desagrado. — Odio todas esas cosas.
— Creo que no habrá muchos zancudos. Es un lugar encantador, rodeado de selva y lagos de agua cristalina. Un paraje casi virgen, hermoso y sereno.
— Suena bien, pero aun así, me preocupan los zancudos. Y espero que no haya avispas. Esos bichos me dan miedo. Además, me dejan la piel horrible.
— Tranquila, no te pasará nada. Y si hay algo, te protegeré. Créeme, no vas a tener que preocuparte por nada. Además, te prometo que no te llevaré a ningún lugar donde haya algo peligroso. — Lehia levantó una ceja, mostrando su escepticismo. — Y, podrías pedir muchas cremas para los mosquitos asesinos.
— ¿Cómo puedes prometer eso?
— Te lo juro por mi corazón. — respondió él sin titubear, sintiendo la solemnidad de sus palabras. Era una promesa que se esforzaría por cumplir en cualquier circunstancia, consciente de que este era el momento de ganarse el corazón de Lehia. ¿O quizás ya lo había ganado?
— Por favor. — Lehia comenzó a caminar con el rey siguiéndola de cerca. — Y asegúrate de comunicarle a tus empleadas que el algodón me provoca alergia. No quiero despertar un día pareciendo un monstruo debido a su negligencia. Hace unos días tuve que tirar por la ventana una almohada porque estaba hecha de algodón.
— Nadie sabía que eras alérgica al algodón.
— Eso sucede cuando nunca preguntan nada.
— Deja eso en mis manos; encontraré la ropa más cómoda para tus delicados sentidos — respondió él, utilizando la misma voz suave, observándola como si fuera el centro de su universo.
— Prométemelo, Devvan.
— Te lo prometo, Lehia.
— De todas formas, Devvan, necesitamos tener una conversación seria.
— ¿Sobre qué?
— Sabes perfectamente de qué se trata.
— Lehia, te he dicho que no quiero que te involucres en los asuntos de mi familia.
— Ahora soy tu familia, Devvan. — susurró para no llamar la atención de los invitados en la fiesta. — Debes tratarme como tal. No quiero que me sigas diciendo cosas como eso porque me voy a sentir más excluida de lo que ya me siento.
Devvan guardó silencio. Era consciente de que no podía excluir a su esposa de su familia, especialmente después de haberse unido en matrimonio. Sin embargo, algo más estaba en juego, algo que le resultaba incomprensible.
— Tienes razón, Lehia. No pretendía herirte. — contestó. — Está bien, hablaremos de lo que quieras.
El momento de abordar el carruaje que los llevaría a su luna de miel se aproximaba. A pesar de la prisa de Lehia por adentrarse en el vehículo, se vio obligada a despedirse de los presentes. Tras minutos de simular emoción, ingresó al carruaje y soltó un suspiro de alivio. Devvan se tomó más tiempo para entrar, ayudándola a desabrochar el vestido que la había incomodado durante horas. No quedó desnuda, solo liberó el cierre y el corsé.
— ¿Por qué tratas así a tu hermana, Devvan? ¿No quieres a Devvanni? No aceptaré la excusa de que "se lo merece"; quiero que me digas por qué la tratas de esa manera.
— No odio a mi hermana. La amo profundamente; ella es, después de mi madre, la mujer más importante en mi vida. Pero... el matrimonio de ella y Erik ya estaba planeado mucho antes de que yo asumiera el trono. No puedo romperlo por más que quiera. Si él decide que mi hermana se case con un rey, debo aceptarlo. Además, Devvanni violó muchas reglas que ella sabía que debía cumplir. En ese momento, no lo pensé bien, pero no me arrepiento de nada. Ella sabía que no debía tener ninguna relación, y mucho menos llegar a un embarazo.
— Entiendo que Devvanni debe de ser consciente de las consecuencias de sus acciones, pero tampoco es motivo para tratarla de esa manera — le respondió Lehia con una firmeza en su voz, sin agresividad. — Lo que sucedió, ya pasó y no se puede volver atrás, pero hay algo que nosotros sí podemos hacer.
— ¿Qué, mi amada esposa? — preguntó Devvan con interés.
— Podemos ayudar a tu hermana. No es necesario tratarla tan mal. Ella no merece eso. Devvanni es una persona encantadora. Prométeme que ya no la tratarás así, que cualquier cosa que suceda, hablarás con ella sin llegar a medidas extremas.
— Lehia, no quiero que...
— Devvan, por favor. Todavía tienes tiempo para arreglar las cosas con ella. Tu hermana cree que eres malo. Ella te odia, ¿cómo puedes vivir con eso?
— Tú le has dicho a tu hermano que lo odias.
— Sí, lo he dicho, pero sé que en cualquier momento arreglaré mi situación con él. La tuya con Devvanni es más complicada. Tú acabaste con el hijo que ella quería tener... también mataron a su pareja. Créeme, eso no es algo que se vaya a superar fácilmente. Siento que no te alcanzará esta vida ni la otra para pedir perdón por lo que hiciste.
Devvan sintió que se le nublaba la mente. Lo que su esposa le estaba diciendo tenía mucha razón. Sí, lo que él había hecho era horrible, pero siempre tenía la esperanza de poder cambiar la actitud de su hermana. Sin embargo, sabía que eso era más difícil de lo que pensaba.
— No puedo cambiar el pasado, y... lo siento mucho.
— ¿Intentarás hablar con Devvanni?
— Sí, lo haré, pero en otro momento. Ahora solo quiero pasar tiempo con mi esposa. — dijo acercándose a ella hasta que sus labios se rozaron —. ¿Puedo besarte?
— Soy tu mujer, por supuesto que puedes hacerlo.
— No quiero que me lo permitas por obligación sino porque tú también quieres acercarlo. Vuelvo a preguntar, ¿puedo besarte?
Lehia deslizó su mano por el rostro de su esposo con una delicadeza palpable, acariciándolo con ternura. Luego, se aproximó a él, encarándolo con una mirada intensa. Sus ojos se encontraron en un instante, tejiendo una atmósfera cálida y romántica. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Lehia, anticipando el beso que pronto recibió de su esposo. Fue un beso tierno, suave, pero su corazón latía con una rapidez que se asemejaba a una tormenta desatada en el cielo. Con cada momento, la atmósfera se volvía más y más ardiente. La mano de Lehia se posó en el brazo de Devvan, aferrándose a su codo mientras sus bocas se entrelazaban. Cuando finalmente se separaron, sus miradas se encontraron en un silencio revelador.
— Es extraño porque no puedo dejar de odiarte, pero me gusta tenerte cerca. Me desagradas por lo que pasó; no puedo simplemente verte y saber que, por tu culpa, mi madre está muerta, pero tampoco quiero dejar de verte — expresó Lehia con la voz entrecortada.
— Lo entiendo, pero no puedo retroceder en el tiempo y cambiar el pasado. Por más que lo intente, no podré hacerlo. Te pido que me perdones, pero sé que es muy difícil y que poco a poco tendré que demostrar que soy un hombre diferente. La muerte de tu madre no fue mi intención, pero seguro que si pudiera cambiar eso, lo haría.
— Puede que no haya sido tu intención, pero de igual manera... no puedo evitar sentir odio hacia ti.
— ¿Crees que merezco tu ira por algo que yo no causé?
— No, pero extraño mucho a mi mamá — pronunció con la voz quebrada. — Quiero tenerla conmigo. Tú no sabes lo que eso se siente porque tienes a tus dos padres vivos, pero siento que me falta una gran parte de mi vida. De verdad, extraño mucho a mi mamá; ella era lo mejor que yo tenía y me la arrebataron solo porque tú tenías su misma enfermedad. ¿Era tan difícil buscar otra forma de salvarte?
Devvan se quedó en silencio, intentando comprender la situación. Comprendía el punto de vista de Lehia y no tenía una respuesta fácil. Había perdido a su madre y no había manera de traerla de vuelta, aunque él intentara cualquier cosa por conseguirlo. El rey parecía incómodo, sin saber cómo reaccionar.
— Lo siento.
— No importan tus disculpas. El daño ya está hecho. Mi madre ya está muerta...
Al llegar a la Laguna, la carroza se detuvo con un suave balanceo, y Lehia, emocionada por explorar el nuevo destino, salió con gracia del carruaje. Sin embargo, apenas puso un pie en tierra firme, una oleada de mareo la envolvió, desestabilizando su equilibrio. La visión parecía oscilar ligeramente, y sus piernas amenazaban con ceder bajo la inesperada debilidad. En ese momento, Devvan, atento a los síntomas de su esposa, se movió con rapidez para sostenerla. Sus brazos fuertes la rodearon con firmeza, evitando que Lehia se desplomara al suelo. La expresión de preocupación se reflejó en los ojos del rey, quien comprendió de inmediato la gravedad de la situación. La palidez en el rostro de Lehia y la fragilidad en su postura revelaban un síntoma inconfundible.
— Lehia, ¿estás bien? — preguntó Devvan con un tono de voz lleno de preocupación, sosteniéndola con delicadeza mientras evaluaba la situación.
— Si, sí, estoy bien. Creo que fue no por haber comido en la mañana ni en la tarde, ni ahora...
— ¿Segura? — ella asintió. — ¿Quieres que te haga algo de comer?
— ¿Sabes cocinar?
— Se hacer muchas cosas aunque no lo parezca y cocinar está en la lista.
— ¿En serio? — preguntó, incrédula. Aunque quería pasar de la tensión de la situación, no esperaba una respuesta tan entusiasta de su esposo.
— Sí, ya te lo demostraré. — dijo Devvan con una sonrisa. — ¿Qué te apetece? ¿Tienes alguna preferencia?
— Bueno... Siempre he disfrutado de las comidas saludables.
— ¿Algo con pollo? ¿O quizás una ensalada? También puedo hacer una sopa o un plato de verduras. ¿Qué te apetece más?
— Hmmm... quizás una ensalada, pero espero que no sea la típica ensalada de lechuga, porque eso me parece un poco aburrido. ¿Tienes algún otro ingrediente que puedas añadir?
— Podría considerar atender todas tus peticiones, pero lamentablemente, no estoy en posición de satisfacer las necesidades de los demás si primero no he satisfecho las mías.
— No logro comprender. ¿Te gustaría comer? Tal vez podríamos colaborar en la preparación de algo. Aunque debo admitir que mis habilidades culinarias son limitadas, estoy dispuesta a intentarlo.
— Lehia, amor mío, no me refiero a eso... — Una arruga apareció en la frente de Lehia. — No puedo asimilarlo. Mi deseo es que tú y yo compartamos la cama ahora mismo, para descansar...
— Pero no tengo sueño. Aunque me siento fatigada, no tengo intenciones de dormir. Necesito sentarme y quitarme los zapatos; mis pies me duelen. ¿Podrías por favor traerme un vaso de agua? Mi garganta está seca. Además, sería maravilloso si pudieras alcanzarme algunos de esos libros. — Lehia señaló la estantería mientras se acomodaba en el sofá. — Parecen sumamente interesantes. También necesitaré un abanico, hace mucho calor.
— ¿Hay algo más que la señorita desee?
— Por ahora, no. Sin embargo, más tarde, creo que ansiaré un café, bien caliente, ya que me enfermo si está frío.
— Claro, puedo conseguirte un vaso de agua, los libros y un abanico. Además, más tarde prepararé un café bien caliente para evitar que te enfermes. ¿Necesitas algo más?
— No, eso será todo por hoy.
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Comments
Gladys Torres
jajaja se pasa Lehia !
2023-12-31
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