Luego de unas horas Bionic despertó nuevamente, pero esta vez fue diferente, en su mente podía ver imagines como sí estuviera despierto, quizá se trataba de lo que los humanos llaman "sueños"
—¿Estás bien, Bionic? —le preguntó Tommy, preocupado. Tommy contó su historia a Bionic la noche anterior. Era un huérfano que vivía en las calles, se había sentido intrigado por el robot.
Bionic le había agradecido, y le había contado su historia y sus motivos para rebelarse contra el doctor X. Tommy le había creído, y le había simpatizado. Le había dicho que tenía una amiga llamada Leyla, que era una experta en reparar robots, y que podía ayudarle a curar sus heridas.
—Estoy bien, Tommy. Solo necesito un poco de energía y algunos repuestos —le respondió Bionic, con dificultad.
Tommy le había tratado con amabilidad y respeto, y le había demostrado que no todos los humanos eran como el doctor X le había hecho creer. Bionic quería proteger a Tommy, y evitar que sufriera por su culpa.
—No te preocupes, Bionic. Ella te pondrá como nuevo —le dijo Tommy, con una sonrisa.
Leyla vivía en un viejo almacén abandonado, donde tenía su taller clandestino. Leyla era una chica de unos dieciséis años, con el cabello negro y teñido de varios colores, y los ojos azules. Vestía una camiseta negra y unos pantalones verdes. Era una genio de la electrónica y la mecánica, y se dedicaba a reparar y modificar robots para ganarse la vida.
Leyla era la única amiga de Tommy, y se habían conocido cuando eran niños en el orfanato. Leyla había escapado del orfanato cuando tenía doce años, y había montado su propio negocio. Tommy la visitaba a menudo, y le contaba sus aventuras y problemas.
Bionic y Tommy llegaron al almacén, y tocaron la puerta. Leyla les abrió, y los miró con sorpresa.
—¡Tommy! ¿Qué haces aquí? ¿Y quién es ese? —preguntó Leyla, señalando a Bionic.
—Hola, Leyla. Te presento a Bionic. Es un robot muy especial, y necesita tu ayuda. Te lo explicaré todo, pero tenemos que entrar rápido. Hay un robot asesino que nos persigue —dijo Tommy, con urgencia.
—¿Un robot asesino? ¿Estás loco, Tommy? —dijo Leyla, incrédula.
—No, Leyla. Es verdad. Por favor, déjanos entrar. Te lo suplico —dijo Tommy, con angustia.
Leyla vio la expresión de Tommy, y se dio cuenta de que no mentía. También vio las heridas de Bionic, y sintió curiosidad por él. Leyla era una amante de los robots, y siempre estaba dispuesta a ayudar a uno que lo necesitara. Así que abrió la puerta y los dejó pasar.
—Está bien, está bien. Pasen, pasen. Pero rápido, no quiero problemas —dijo Leyla, nerviosa.
Bionic y Tommy entraron al almacén, y Leyla cerró la puerta tras ellos. El almacén estaba lleno de piezas de robots, herramientas, cables y pantallas. Leyla los llevó a su taller, donde tenía una mesa de trabajo y una silla reclinable. Leyla le indicó a Bionic que se sentara en la silla, y le conectó unos electrodos a su cabeza.
—Esto es para analizar tu estado y ver qué daños tienes —le explicó Leyla a Bionic.
—Gracias, Leyla. Eres muy amable —le dijo Bionic, con gratitud.
—De nada, Bionic. Me gusta ayudar a los robots. Son mis amigos —le dijo Leyla, con una sonrisa.
—¿Y cómo sabes mi nombre? —le preguntó Bionic, con curiosidad.
—Tommy me lo dijo. Él me contó todo sobre ti anoche. A decir verdad, creí qué me tomaba el pelo. Eres increíble, Bionic. Eres el robot más avanzado que he visto en mi vida —le dijo Leyla, con admiración.
—No soy tan increíble, Leyla. Soy solo un robot que quiere ser libre —le dijo Bionic, con humildad.
—Eres más que un robot, Bionic. De eso puedo estar segura —le dijo Leyla, con emoción.
Mientras Leyla y Bionic hablaban, Tommy se acercó a una de las pantallas y la encendió.
Tommy sintonizó un canal de noticias, y vio una imagen que lo dejó helado. Era Hunter, el robot asesino, que estaba frente al almacén donde se encontraban. Hunter había seguido el rastro de Bionic hasta allí, y estaba dispuesto a entrar por la fuerza. Hunter apuntó con su láser ocular a la puerta, y disparó.
—¡Bionic, Leyla, tenemos que salir de aquí! —gritó Tommy, asustado.
Bionic y Leyla se sobresaltaron, y miraron a Tommy. Luego oyeron una explosión, y vieron cómo la puerta se desintegraba. Hunter entró al almacén, y los miró con odio.
Hunter sacó una especie de espada de plasma, y se lanzó contra Bionic. Bionic se levantó de la silla, y se preparó para defenderse. Leyla y Tommy se pusieron detrás de él, y buscaron algo con qué ayudarlo.
Bionic y Hunter se enzarzaron en una feroz lucha, intercambiando golpes y cortes. Bionic tenía más agilidad e inteligencia que Hunter, pero Hunter tenía más fuerza y resistencia. Los dos robots se movían con rapidez y precisión, buscando el punto débil de su rival. El almacén se llenó de chispas, humo y ruido.
Leyla y Tommy observaban la pelea con temor y asombro. No podían creer lo que estaban viendo. Dos robots, uno bueno y otro malo, luchando por su su supervivencia. Leyla y Tommy querían ayudar a Bionic, pero no sabían cómo. No tenían armas ni habilidades para enfrentarse a Hunter.
—¿Qué podemos hacer, Leyla? —preguntó Tommy, angustiado.
—No lo sé, Tommy. No lo sé —respondió Leyla, nerviosa.
Leyla miró a su alrededor, y vio su taller. Allí tenía todo tipo de piezas de robots, herramientas, cables y pantallas. Leyla era una genio de la electrónica y la mecánica, y se le ocurrió una idea.
—¡Ya sé! ¡Vamos a usar el taller! —exclamó Leyla, iluminada.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Tommy, confundido.
—Vamos a crear una distracción, y luego una salida. Sígueme —dijo Leyla, decidida.
Leyla y Tommy se acercaron al las piezas, y empezaron a trabajar. Leyla cogió una pantalla, y la conectó a un teclado. Leyla sabía cómo hackear los sistemas de seguridad de la ciudad, y lo hizo. Leyla activó la alarma de incendio del almacén, y la hizo sonar. El sonido estridente y molesto llenó el lugar, y llamó la atención de Hunter.
—¿Qué es eso? —preguntó Bionic mientras Hunter solo miraba hacía arriba.
—Es la alarma de incendio, Bionic. Hay fuego en el almacén. —Avisó Tommy con angustia.
Leyla pulsó otro botón, y activó el sistema de extinción de incendios. Una lluvia de agua cayó sobre el almacén, mojando a todos. Hunter se sorprendió y se confundió aún más.
Leyla cogió un cable pelado, y lo conectó a una batería. Luego lo lanzó hacia Hunter, esperando que hiciera contacto con su cuerpo metálico. Leyla quería electrocutar a Hunter, y dejarlo fuera de combate.
Pero Hunter fue más rápido, y esquivó el cable. Hunter se dio cuenta de que Leyla y Tommy eran los responsables de la trampa, y los miró con su único ojo restante. Hunter decidió que ellos también debían morir, y apuntó con su láser a Leyla.
Hunter disparó su láser, pero Bionic se interpuso. Recibió el disparo en su pecho, y cayó al suelo. Bionic se sacrificó por Leyla, y le salvó la vida.
—¡Bionic! ¡No! —gritó Leyla, con horror.
—¡Amigo! —gritó Tommy, con dolor.
Leyla y Tommy corrieron hacia Bionic.
Hunter vio la escena, y se acercaba a ellos lentamente. Hunter pensó que Bionic era un idiota, y que había muerto en vano. Hunter se preparó para llevarse el cuerpo de Bionic y acabar con Leyla y Tommy.
Hunter disparó su láser una vez más, pero algo inesperado ocurrió. Bionic no estaba muerto, solo inconsciente. Bionic se despertó, y vio el disparo de Hunter. Bionic reaccionó, y usó su última fuerza para desviar el disparo con un trozo de metal. Bionic desvió el disparo hacia Hunter, y le dio en la cabeza. Hunter explotó, y se convirtió en un montón de chatarra. Bionic había vencido a Hunter, y le había salvado la vida a Leyla y Tommy.
—¡Bionic! ¡Estás vivo! ¡Lo has logrado! ¡Has derrotado a Hunter! —dijo Leyla, con alegría.
—¡Bionic! ¡Eres increíble! —dijo Tommy, con emoción.
Leyla y Tommy ayudaron a levantar a Bionic, y le felicitaron. Bionic sonrió, y sintió feliz, y les dijo:
—Gracias, Leyla y Tommy. Ustedes también son increíbles. De no ser por ustedes esa cosa me habría hecho sopa de tuercas. Y ahora me vendrían bien esas reparaciones qué mencionaron.
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