—Entonces vas a ser padre—soltó la mujer cruzándose de piernas.
Mónica tenía un cigarro en la mano y lo inhalaba con cierta suficiencia. Parecía estar divertida con la expresión de perplejidad de su acompañante. Era como si el tema del embarazo fuese todo un chiste para ella.
Pero Diego no estaba para bromas, simplemente seguía sin poder asimilar lo que vio horas antes. Alexa estaba embarazada de él, eso era un hecho...
—Pero no te quedes callado, ¿cuéntame más?—preguntó interesada en conocer los detalles sobre el recién descubierto embarazo.
Recordaba a esa mujer de la vez en que Diego la llevó a la empresa. No podría olvidar la manera en que sus ojos parecieron apagarse al reparar en que aquel hombre la había cambiado por otra.
A Mónica no le importaba si Diego tenía un hijo o no, le daba igual siempre y cuando las cosas siguiesen como estaban. Quería seguir siendo su amante y seguir compartiendo su cama. Eso era lo único que le importaba.
—No hay nada que contar—contestó él, áspero. El tema empezá a desesperarlo.
Se puso de pie y se dirigió al amplio ventanal de su departamento, viendo las luces de la ciudad no pudo evitar pensar en Alexa y en lo que aquella noticia representaba. Tendrían un hijo.
—Bueno, está bien. No te molestes.
Mónica apagó el cigarro en el cenicero y se dirigió hacia su acompañante. Una vez cerca los dos, comenzó a acariciarlo por la espalda y a besar su cuello con la intención de provocarlo. De todas formas, ella no había ido a ese lugar para charlar sobre tema desagradables.
Fueron varios minutos los que duró aquellas caricias que buscaban incitar a Diego, sin embargo, el hombre no estaba de humor para lo que la mujer proponía. Así que, sin mucha delicadeza la apartó de su lado.
—Hey, ¿qué te pasa?—la mujer frunció el ceño, mostrándose indignada. No estaba dispuesta a soportar ese trato.
—Lo mejor será que te vayas, Mónica. No estoy de humor para ti—el hombre la esquivó y procedió a retirarse a su habitación, esperando que la mujer no tardará en irse por sí misma.
Mónica se fue, decidida en no volver a atenderle la llamada. «¿Quién se creía ese idiota?» pensó, mientras cerraba la puerta de entrada de un sonoro portazo. Jamás volvería.
[...]
Había pasado un mes. Un mes dónde no había recibido ni una llamada por parte de Alexa. Diego se sentía molesto, porque la verdad era que no tenía forma de contactarla.
Sin embargo, en ese día, estaba decidido en que las cosas fuesen diferentes. Su asistente había logrado obtener un par de pistas que le daban una posible dirección.
No fue fácil conseguir aquella información, puesto que en el antiguo trabajo de Alexa nadie parecía dispuesto a divulgar información de la castaña; pero el dinero era capaz de lograr lo imposible y de hacer hablar a bocas que estaban selladas.
De esa manera, Diego se dirigió al centro de la ciudad con toda la intención de dar con el paradero de Alexa. Al llegar a la dirección indicada, tocó la puerta de aquella modesta casa.
Fueron varios minutos en los que no hubo respuesta alguna, pero estaba convencido de no haberse equivocado de dirección, así que continuó insistiendo hasta que una anciana mujer se acercó.
—Disculpe—lo interrumpió la anciana con parsimonia—, ¿en qué puedo ayudarle?
Diego frunció el ceño.
—¿Vive aquí?
—No, pero conozco al propietario. Así que podría ayudarle a dejar algún recado.
—¿Cuándo vuelve?
Ana lo observó fijamente. Aquel hombre le parecía particularmente sospechoso, ya que, desde que Alexa se había mudado a esa casa no había recibido visita alguna y, ahora, de la nada aparecía aquel sujeto.
—Puede que pronto. ¿Desea esperar en mi casa?—ofreció ella indicando a la vivienda aledaña.
El hombre evaluó a la anciana con ojo crítico, pero decidió aceptar el ofrecimiento, puesto que aquella mujer podría servirle para obtener información. Lo que no sabía Diego era que Ana tenía exactamente la misma intención con su persona.
—Y bien, ¿le apetece un poco de café?—se dirigió a la cocina dispuesta a servir un par de tazas.
—No, gracias.
Tras la negativa Ana sirvió únicamente para ella y se sentó al lado del desconocido.
—¿Y a quién está buscando, exactamente?—soltó la mujer dándole un sorbo a aquel líquido oscuro.
—Estoy buscando a una mujer de nombre Alexa—Ana tosió un poco tras escuchar aquellas palabras. Por su parte, Diego entrecerró los ojos—. Dígame usted, amable señora, ¿vive o no en esa casa?
—Eso dependerá de quién la está buscando—se enderezó la anciana en su sillón.
Diego sonrió de lado, entonces Alexa si vivía en esa casa.
—Pues la busca el padre de la criatura que esta esperando.
Nuevamente, Ana sintió que estaba a punto de atragantarse con aquel líquido oscuro. Desde que vio al individuo tuvo la sospecha, pero de todas formas le sorprendió confirmarlas.
—Pensé que el padre del niño la había abandonado—dijo como si nada.
Ana buscaba evaluar si aquel hombre realmente podría ser de confianza. Por lo que Alexa le había contado no era un buen sujeto, pero aun así era el padre de su hijo, lo único que necesitaba era saber si ese individuo estaba dispuesto a cumplir con su papel.
—De haberla abandonado no estaría aquí, ¿no lo cree?—la molestia era palpable en su tono de voz.
La anciana no pudo hacer otra cosa que soltar una carcajada. En el fondo le alegraba saber que Alexa no estaba sola en su embarazo.
Cuando la castaña llegó a su casa, no se esperó que una voz conocida la sorprendiera por la espalda. La mujer apenas abría la puerta cuando Diego decidió hacer notar su presencia:
—Alexa—dijo el hombre y la aludida pegó un brincó de la impresión. No se lo esperaba.
—¿Qué estás haciendo aquí?—preguntó la castaña con el corazón latiendo a mil, impactada por su presencia.
—No me llamaste—reprochó Diego su falta de interés.
—El bebé aún no nace—fue la simple respuesta de la mujer.
«¿Para qué tendría que verlo antes?» se preguntó ella sin entender su insistencia en que lo llamara.
—¿Y cómo sabré si ocurre algo si no tengo forma de comunicarme contigo?
—En el caso de que ocurra algo, te llamaré.
—No, Alexa, no me parece el método que estás utilizando—el hombre tenso la mandíbula, irritado.
—Está bien, te daré mi número—concedió Alexa con la finalidad de acabar con ese incómodo momento cuanto antes.
Una vez le facilitó su contacto, la mujer dio por finalizada dicha conversación.
—Si eso es todo, puedes irte—dijo y se dispuso a entrar a su casa. No soportaba un segundo más estar a su lado.
Pero Diego no podía dejar de mirarla, sentía que algo dentro de él estaba a punto de explotar. ¿Cómo podía ser tan indiferente?
Así que cuando Alexa iba a cerrarle la puerta en la cara, con un simple movimiento de su brazo Diego se lo impidió. La mujer del otro lado aplicó un poco más de fuerza, pero era evidente que no podía competir con la del hombre.
—¿Qué haces? ¿Por qué no te vas?
Los dos se miraron desde tan corta distancia, siendo únicamente separados por una puerta entreabierta.
—Hay más asuntos que tratar, Alexa. Déjame entrar.
Los ojos grises del hombre parecían suplicarle que le dejara entrar, pero la castaña no quería. No quería que entrara a su casa, no quería que entrara a su vida, no quería que entrara a ningún lugar…
Alexa negó y trató de cerrar nuevamente la puerta. Pero a Diego le bastó con un empujón de su mano para estar adentro. La mujer se echó para atrás cuando concluyó de que no había forma de impedirle el acceso. Se cruzó de brazos y lo miró con el reproche danzando en sus ojos cafés. Estaba de más decir que se sentía incómoda y bastante disgustada por aquella intromisión.
—¿Dónde estabas?
«¿Qué carajo le importaba?» pensó.
—Ese no es tu problema. No entiendo qué otra cosa deseas hablar conmigo—alzó la voz, molesta.
—¿Cómo ha ido?—el gesto en la mirada del hombre reflejo que se refería al bebé.
Instintivamente, la castaña llevó la mano hasta su pancita.
—Está todo bien, es un niño fuerte y sano—logró decir.
—Dime en qué clínica piensas atenderte, quiero pagar los gastos.
—No te preocupes, todo eso lo tengo resuelto.
Diego apretó los puños por sus palabras.
—¿Acaso me dejarás hacer nada?—se sentía como un inútil en toda esa situación.
—Sí, conocerlo—dijo ella y se dirigió a la puerta para abrirla—. Si eso era todo, ahora márchate.
El hombre sacó un sobre del bolsillo y lo puso en la mesita de centro.
—¿Qué es eso?—preguntó Alexa dispuesta a recogerlo y devolvérselo.
—Es para mi hijo—contestó él impidiéndole que tomara el objeto.
Cuando Diego la sujetó de su brazo, Alexa sintió nuevamente aquel inestable palpitar. Trató de separarse de su agarre, pero él no parecía dispuesto a ceder, por el contrario, cada vez la acorralaba más hacia la pared.
—¡Suéltame!—demandó.
Sin embargo, los ojos grises del hombre no le estaban dando tregua. La veía intensamente y, poco a poco, iba acercando su rostro hacia ella. Alexa quiso echarse para atrás, pero no tenía forma de hacerlo.
Contrario a lo que creía, Diego no intentó besarla. Llevó su rostro hasta el espacio en su cuello, y permaneció ahí, olfateándola. En ese mismo instante soltó su brazo y la mano que antes la aferraba, pasó a acariciar su vientre.
Los latidos del corazón de la mujer aumentaban con cada segundo, quería alejarlo de un empujo, pero a la misma vez quería seguir sintiendo su cercanía. Ella no sabía que lo necesitaba tanto, hasta que lo tuvo así de cerca.
Alexa cerró sus ojos y se sintió a punto de llorar, su corazón se regocijaba y a la vez se entristecía, porque aquello no era más que una mentira. Aunque amará al padre de su hijo, no podía estar con un hombre que ya le había demostrado que no le importaba.
Saco fuerza de dónde no tenía y lo empujó, él se separó a pesar de que su fuerza había sido insignificante y la miró con un sentimiento extraño.
—Vete—le dijo y procedió a huir de su presencia.
Diego miró como Alexa se iba decidida, y comprendió que lo había arruinado. No había forma de que la castaña lo perdonará por haberla traicionado…
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Comments
Lesly Argumelo
muy buena historia
2024-01-29
3
Lesly Argumelo
Alexa se canso de tu forma de tratarla
2024-01-29
0
MALÚ 2834
Como se siente ahora estar así???
2024-01-23
0