Enfrentamiento - parte 1

El trabajo pareció convertirse en un refugio para Alexa... Un refugio que, aparentemente, estaba matándola.

—Alexa, ¿te encuentras bien?—le pregunto Mario, uno de sus colegas del trabajo.

La castaña asintió, de manera automática, haciendo que su acompañante se preocupara.

—¡Por dios, Alexa, te ves pálida!—se alarmó el hombre, al detallar como el color de su rostro iba, poco a poco, desapareciendo.

De repente, todo se volvió negro para la castaña... Tan negro, que al despertar la intensa luz de que aquella habitación de hospital la hizo encandilar.

La mujer fue lentamente abriendo sus ojos, y al hacerlo por completo, se encontró sola, rodeada de puras paredes blancas. Alexa quiso levantarse, pero el movimiento brusco ocasionó que se mareara.

—Tranquila—apareció una enfermera detrás de una de las cortinas, que dividían las camillas de aquella sala.

—¿Qué ocurrió?—preguntó Alexa, mientras sobaba su frente, le dolía mucho en esa zona.

—Te desmayaste—le explico la mujer, procediendo a tomarle el pulso—. No te preocupes, no es grave—le aclaro al ver que parecía preocupada.

—¿Q-qué tengo?—por algún motivo su voz tembló al preguntar.

—Felicidades...—y luego de aquella palabra, Alexa no pudo escuchar nada más.

Su cabeza palpitó nuevamente, convirtiéndose en un dolor punzante. Su vista se desenfocó, perdiéndose entre las paredes blancas, las cuales parecieron nublarse o... ¿Aquello lo provocaban sus lágrimas?

La enfermera se quedó observando con compasión a la futura madre... Aquella noticia no pareció alegrarle, por el contrario, se veía triste y desolada.

Mario la espero fuera del consultorio. El hombre mantuvo una expresión consternada, pero no dijo nada respecto a su embarazo. Alexa le agradeció el gesto y también el hecho de que la acompañara a su casa.

—Gracias—su voz fue apenas un murmullo, se sentía débil.

Su colega le respondió que no tenía nada que agradecerle y luego se marchó, dejándola en la entrada de su edificio.

Aquel día, los escalones que llevaban a su piso, parecieron ser eternos. La mujer se detenía cada cierto tiempo, preguntándose si había sido buena idea alquilar en aquel lugar. Antes no le importaba la ausencia de ascensor, pero ahora...

Alexa se detuvo por completo, ¿de verdad estaba considerando la posibilidad de tener a ese bebé?

Ella negó, sabiendo que no había manera de que pudiera tenerlo... Al entrar en su humilde morada, rápidamente se dispuso a sacar cuentas, percatándose de que realmente se había olvidado de tomarse un par de pastillas.

No pudo evitar reprocharse a sí misma su descuido. ¿Qué iba a pensar él? Que lo había hecho a propósito, seguramente, que había querido amarrarlo por ser tan irresistible, por ser tan... ¡Maldito!

Y ni hablar de la posible solución que le daría... Es que ella no quería escucharlo, porque si se atrevía a sugerir que abortara, iba a mandarlo al diablo. Y no, no iba a tenerlo, pero tampoco necesitaba de su cinismo.

Alexa se derrumbó sobre la cama, llorando... Se sentía triste, su mundo parecía venirse abajo y ella no tenía fuerzas para afrontarlo...

[...]

Gonzalo no se presentó en aquella junta. Diego no tenía idea de cuál era la razón de semejante falta de respeto, pero no pudo evitar reclamarle al verlo.

—¿Acaso piensas que esto es un juego?—le pregunto.

El pelirrojo sabía que aquella reunión era muy importante para la empresa, pero le resultó imposible asistir. Cuando quiso recoger a Alexa para ir a almorzar juntos, se enteró de lo ocurrido y quiso ir a verla.

—Se me presentó algo importante—respondió, como si aquello lo explicará todo.

—¿Importante? No seas imbécil—se mofó el otro sintiéndose cada segundo más enojado—. El que no debe creerse importante aquí eres tú, la próxima vez...

—¿Qué te pasa?—Gonzalo no entendía su agresividad. Sí, aquella junta era crucial para concretar algunos negocios, pero su presencia no era indispensable.

Diego frunció el ceño, por algún motivo, ya no soportaba su relajo. Habían sido compañeros en la universidad y amigos por muchos años, pero en ese mismo instante... sentía que quería matarlo.

—Que no se te olvide quién manda aquí—siseo.

Y el pelirrojo, no pudo evitar mirarlo con rabia. ¿Acaso estaba intentando humillarlo?

—¡Pues no me hagas reír! ¡Por mí puedes irte al diablo!—soltó a punto de lanzarle un puñetazo en la cara.

Afortunadamente, Jouse y Alberto aparecieron a tiempo para interrumpir la posible pelea. Ellos tampoco entendían por qué Diego estaba adoptando esa actitud, si la junta había resultado ser todo un éxito... Sin embargo, sí existía un motivo para su comportamiento, y éste no tenía nada que ver con el trabajo.

Diego se había dado cuenta de cómo su "amigo" perseguía a Alexa... Y no fue hasta hace un par de días, que se percató de que además los dos parecían mantener una relación bastante cercana.

Aquella noche había querido buscarla... Había querido ir a su casa y tal vez, pedirle perdón por su estupidez. La realidad era que el miedo le había ganado, tenía miedo de lo que empezaba a sentir por ella, porque nunca le había pasado y por eso quiso alejarla... Pero, en cambio, la había perdido...

Alexa ahora tenía a otro. Y ese otro, no era cualquier persona, sino su amigo... Aquello no lo soportaba, porque tenía que verlo a diario, y cada vez que lo veía recordaba que estaba acostándose con su mujer y eso... le hacía hervir la sangre de una manera insoportable.

—¡Si no piensas tomarte las cosas en serio, lo mejor será que te largues!—le gruño.

Gonzalo bufó, había discutido con su amigo en muchas oportunidades, pero nunca lo había visto tan agresivo.

—Dime qué ocurrió..., ¿acaso una de tus amiguitas no te atendió como debía?

Y en ese momento, Diego no se pudo contener y se abalanzó sobre él, sin que nadie pudiese evitarlo... El pelirrojo no tenía idea de por qué se peleaban, pero lo cierto era que no iba a dejarse golpear tan fácilmente.

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