La futura madre no dejaba de observar aquel peluche, en forma de avioncito, que había comprado para su bebé. Aquella era una de sus últimas adquisiciones...
Alexa lo acomodo en la cuna, de modo que se viera bien, junto con las almohaditas azules. La mujer empezó a doblar la ropita que le habían regalado, algunos de sus compañeros del trabajo.
Aquel había sido su último día laboral, hasta que pudiese retomar su empleo nuevamente. Obviamente, para ese momento, su bebé ya estaría en sus brazos.
La mujer se sentía muy emocionada, faltaban pocos meses para finalmente conocer la carita de su hijo. En esos seis meses, el vínculo que había creado con su pequeño, era demasiado grande.
Lo amaba.
Amaba a ese pequeño bebé, que en las noches no dejaba de lanzarle pataditas, como si de alguna manera, supiera que estaba llorando y quisiera consolarla:
"No estás sola, mami, estoy contigo"
La castaña masajeó su vientre con cuidado, sintiendo como se movía su hijo —Hola, mi amor —saludo Alexa con ternura, sentada a la orilla de la cama.
Ella vivía sola en ese nuevo lugar.
Afortunadamente, en la constructora Omega entendieron su situación y la trasladaron a la sede central... Allí las cosas eran más tranquilas, trabajaba desde la oficina y sus compañeros eran muy atentos.
En realidad, ella quería trabajar hasta el último momento, sin embargo, su jefe le había dicho, que ya era tiempo de que tomara su reposo prenatal. Aquello no le había alegrado mucho, puesto que no sabía qué hacer todo el día encerrada en casa.
Estar sin hacer nada le provocaba mucha ansiedad, porque no podía dejar de imaginarse el escenario, donde su bebé se adelantaba y ella no lograba llegar siquiera a la puerta para pedir ayuda.
Definitivamente, tener la mente ociosa no era algo bueno.
Por eso, Alexa había tratado de hacer amistad con sus vecinos. A veces visitaba a una anciana, quien también vivía sola, las dos se sentaban a tejer y conversaban de muchas cosas.
Un día la anciana Ana, tocó el tema del padre de la criatura. Sorprendiéndose de que una mujer tan joven y bonita —como le había dicho ella—, fuese una madre soltera.
Alexa se sinceró y le contó parte de la historia, le dijo que el padre de su hijo ni siquiera sabía de su existencia.
—¿Y qué piensas hacer cuando el niño, pregunté por su padre? —la anciana se enserio, de repente.
La muchacha no supo qué responder, puesto que no había pensado en eso todavía.
—Alexa, no soy quien, para meterme en tus decisiones —le dijo Ana, viéndola a los ojos —. Pero, en estos temas uno no puede pensar únicamente como mujer, porque cuando un niño viene en camino, uno deja de ser solamente una mujer, para convertirse también en madre.
»—Y tal vez las cosas entre ustedes como pareja no funcionaron, pero eso no quita el hecho de que ese niño también sea su hijo y que a lo mejor, ese hombre hubiese sido un buen padre.
Alexa no pudo responderle a la anciana, porque en ese momento, había comenzado a llorar.
Ana tenía razón, pero ella no entendía un par de cosas, ellos ni siquiera habían sido una pareja y Diego seguramente le hubiese dicho que abortara.
Ella había querido evitar ese momento, para no tener que escuchar la brillante solución que le daría, porque no sabía si iba a poder soportarlo; pero viéndolo desde el punto de vista de la anciana, lo mejor hubiese sido enfrentarlo, aunque aquello le rompiera más el corazón.
[...]
Diego no tenía idea de en dónde se había metido Alexa.
El hombre trató de indagar al respecto, con el personal de la constructora Omega, sin embargo, ninguno supo darle información de ella.
Desde aquel día, en el que Alexa estuvo en su oficina, no volvió a verla. Unos días después de eso, había ido a su edificio y el vigilante le había dicho que la joven se había mudado, pero, que no había dejado ninguna nueva dirección.
El único punto en común que compartían, era aquel café en donde ella solía espiarlo. Entonces desde ese momento, comenzó a visitarlo nuevamente, con la finalidad de poder volver a verla. Sin embargo, en todos esos meses, Alexa no se había presentado.
Lo que lo hizo preocuparse y terminó marcando el número de una amiga, la cual ella había dejado como contacto familiar, en su hoja de vida.
—Alexa se encuentra perfectamente bien, señor Urriaga—había dicho la fulana, Annie.
—Quisiera tratar algunos asuntos con ella, podría facilitarme su nueva dirección, por favor —solicito él.
—Lo lamento, pero esa información no me concierne —y sin más, la mujer había colgado la llamada.
Luego de visitar por algunas semanas más aquel café, terminó resignándose. Alexa había desaparecido de su vida, porque así, lo había querido ella. Entonces, ¿para qué buscarla?
En ese tiempo, las cosas con Mónica fueron aumentando de temperatura, ahora no solo compartían fogosos encuentros, sino que también se dio cuenta de que la mujer era una muy buena compañía.
Ambos se convirtieron en amigos con derecho, lo más cercano, que había tenido a mantener una relación en su vida.
Mónica tenía otros amantes, al igual que él, pero cuando tenían ganas, se juntaban y las saciaban, sin muchas complicaciones. Era simplemente sexo, no había temas de corazones, de por medio.
Los dos tenían la suficiente confianza como para viajar juntos o como para acompañar al otro, a algún evento. Cómo en esa oportunidad, dónde Mónica quería visitar a su prima.
Diego tomó su auto y decidió llevarla hasta el centro de la ciudad, igual no era muy lejos y tampoco tenía un mejor plan para pasar ese fin de semana.
Todo marchaba perfectamente bien en el trayecto, hasta que adentrándose en una de las calles, se percató de una joven mujer que caminaba con un grueso abrigo de lana.
El hombre hizo una maniobra con su auto y terminó estacionándose de imprevisto en la orilla de la carretera. Mónica lo giró a ver, asustada por aquel brusco movimiento.
—Te dije que aún falta —dijo ella, percatándose de que él no dejaba de mirar por el espejo retrovisor.
—Oye, ¿dónde vas? —Mónica no entendía por qué se estaba bajando del auto.
Cuando la joven embarazada, se percató de aquel hombre que bajaba de un auto, ella quiso dar media vuelta y correr…
Alexa realmente lo había intentado, sin embargo, Diego la alcanzó en un santiamén.
El hombre la hizo girar súbitamente, mientras no dejaba de mirarla de arriba a abajo, sin poder creerse lo que veían sus ojos.
—Estás embarazada —soltó, como si necesitara escucharlo para poder procesarlo.
Mónica se había bajado del auto, asustada, por la extraña situación. Alexa rápidamente se percató de la mujer que ahora veía en su dirección.
—Así es, ahora suéltame —exigió la castaña.
Diego la soltó, consternado.
—¿De quién es? —preguntó él en voz baja, aunque ya tenía una idea de la respuesta.
—Es mío —afirmó Alexa con determinación.
Los ojos grises la vieron fijamente, por unos segundos, antes de que su mirada se transformara en pura frialdad. El hombre la tomó nuevamente, apretándola, en esta oportunidad.
—¿Tuyo? —inquirió él con voz molesta —. ¿Lo hiciste sola acaso? —continuó el hombre, hablando más fuerte cada vez —. ¡Déjate de juegos, Alexa! ¿Ese niño es mío, no?
—¡Suéltame!
Para ese momento, Mónica había cruzado la calle.
—Parece que las cosas están un poco complicadas por aquí —dijo la mujer, dedicándole una intensa mirada a Alexa —. Lo mejor será que tome un taxi. Te escribiré más tarde para saber en qué quedó este asunto —informó la mujer antes de marcharse.
Diego ni siquiera la miró, no podía despegar sus ojos de Alexa y de lo que acababa de enterarse.
—¿No pensabas decirme? —preguntó él, dándose cuenta de que si había huido, era porque no pensaba hacerlo.
—¡¿Para qué?! —estalló ella, viendo cómo la figura de la mujer se perdía por la calle —¿Qué ibas a decirme? ¿Qué no lo tuviera? —siguió Alexa, mirándolo con odio —¡Pues te informo, que mi hijo no te necesita! Así que puedes dar media vuelta y marcharte.
Las personas que circulaban por aquella calle, no dejaban de mirar la escena que se estaba presentando.
Diego se dio cuenta de la atención que estaban recibiendo y solicitó con voz más calmada:
—Hablemos en otro lugar.
—No hay nada de qué hablar —Alexa se mostraba renuente.
—¿Y vas a seguir con lo mismo? —el hombre le regaló una fiera mirada —. Hay mucho de qué hablar, por sí no te has dado cuenta.
—Sí, una sola cosa —dijo ella —. Vete al diablo.
El hombre frunció el ceño, porque, al parecer, el asunto del hijo con Alexa, iba a ser demasiado complicado de tratar.
Diego se sintió extraño al pensar en aquella palabra: "hijo"... ¿Desde cuándo él tenía hijos?, se preguntó.
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Comments
Lesly Argumelo
que idiota es este hombre
2024-01-29
1
Aracelis León García
se jode qur lo haga sufrir para que no sea tan arrogante y engreido
2024-01-15
0
silvia
Tan idiota cabro cabro cabro, /Panic//Panic//Panic//Panic//Panic//Panic/
2024-01-15
0