Reto - parte 2

Alexa se encaminó hacia su oficina y tocó suavemente la puerta, no sabía qué asunto podrían tratar en privado, ya que se había encargado de que todo quedará lo suficientemente especificado en la reunión.

—Entra—su voz era fría. Demandante.

La muchacha se deslizó con temor al interior. No tenía idea de qué había hecho para despertar su molestia, ni mucho menos por qué tenía tanto miedo ante la abrasadora atmósfera.

—Asegura la puerta—exigió, mientras se hallaba de espalda, observando atentamente al paisaje que se exhibía a través del gran ventanal.

Alexa frunció el ceño mirando a la cerradura, pero no le obedeció.

—¿En qué puedo ayudarle?—pregunto, en cambio, intentando terminar con esto rápido.

El hombre, al ver que no le había hecho caso, se acercó a grandes zancadas asustándola. Una vez estando frente a ella le regaló una intensa mirada y la esquivo para asegurar personalmente la puerta. Los latidos de la joven se aceleraron aún más, al descubrirse a sí misma atrapada con aquel sujeto.

—¿Qué es lo que necesita?—volvió a preguntar, aunque tenía la ligera impresión de que esto no se trataba de trabajo.

Y efectivamente, nada de lo que ella hubiera podido imaginar ocurrió en ese instante. Sin previo aviso, Diego estampó sus labios con deseo en los suyos. Su boca se abrió de impresión, oportunidad que el hombre ocupó para invadirla con su lengua pecaminosa.

Alexa puso una mano en su pecho, para intentar alejarlo, pero falló miserablemente en el intento. Aquel ancho pecho era como una muralla impenetrable, difícil de quebrantar, y su mano sin querer poco a poco fue cediendo, deslizándose suavemente por aquella dureza.

El férreo agarre que el hombre ejercía en ella le impedía romper el beso, el cual en un inicio empezó con agresividad, pero al pasar de los segundos fue transformándose en una delicada caricia. Alexa se sorprendió de la rapidez con la que su cuerpo fue entregándose a él. Por el contrario, de su mente que se hallaba renuente ante la idea de caer en la trampa. Trampa que se sentía exquisitamente bien, y se convenció a sí misma de que unos segundos de aquello no iba a matarla...

«No, Alexa, no lo hagas» se dijo. Pero era tarde, sus pequeños labios decidieron encajarse a los más grandes.

El hombre gruñó ante la respuesta y profundizó más el beso. De pronto, la muchacha se encontró suspirando y haciendo ruiditos que no lograba reconocer. ¿Era ella, esa mujer que estaba jadeando? Alexa no podía creer que así fuera. Pero aquella mano que vagaba por su espalda, enviaba deliciosas descargas que la excitaban. La manera en que la apretaba, en la que parecía querer fundirse en su piel, transmitía una sensación extraña que hasta el momento no había experimentado.

El beso terminó tan de imprevisto como había iniciado y Alexa ocupó algunos segundos en poder aclarar su aturdida visión. Al hacerlo, descubrió que unos ojos grises la observaban atentamente. La realidad le cayó de golpe, y la muchacha recordó por qué no debía caer en su juego. Su pequeña mano se movió más rápido que su cerebro y al segundo siguiente ya le había estampado una cachetada en su rostro.

—¡No vuelva a hacer eso!—le gritó.

El hombre le regresó la mirada encolerizado. Simplemente, no podía creer que acababa de abofetearlo, era la primera vez que una mujer reaccionaba así a uno de sus besos.

—Hace un momento parecías disfrutarlo—ironizó Diego sin comprender.

Alexa sintió la rabia surgir en su ser. Y de pronto las palabras de aquella noche se repitieron nuevamente.

—Pues se equivoca, lo que acaba de pasar no ha sido nada especial—le respondió altivamente.

Diego frunció el ceño, pero no dijo nada.

—No se confunda, señor Urriaga—la joven acentuó con desprecio la última palabra—, aunque su ego le grite que usted es irresistible, créame, no lo es—Alexa infló su pecho con orgullo y agregó lentamente—. Y por favor, no vuelva a hacerme perder el tiempo con algo como esto.

Con aquellas últimas palabras abandonó la oficina y caminó a paso firme hasta el elevador. Una vez dentro de la cabina, sus piernas se debilitaron por completo. La muchacha tocó levemente sus labios, mientras sus ojos brillaban con alguna extraña emoción.

—Me besó—murmuró sin poder ni siquiera creérselo. Tampoco podía creer cómo era posible que después de un año entero, su corazón aún se mostrará enamorado de él...

[…]

La mujer sonrió al comprobar que su teléfono sonaba otra vez, se trataba de aquel llamado que tanto esperaba. Sarah se alistó lo más sexualmente posible y salió al encuentro de su amante. Al llegar al departamento el hombre se mostró malhumorado y ella no tardó en buscar la manera de alivianar la tensión.

—Diego—ronroneo mientras desbotonaba su camisa.

Diego mantuvo el ceño fruncido y una expresión de rabia se mostraba insistente.

—¿Un mal día?—preguntó Sarah.

El hombre no respondió y ella decidió que era mejor cambiar de táctica. Sabía que él no le diría nada, porque no se habían juntado exactamente para platicar. La mujer se arrodilló y comenzó a hacerle una felación, Diego cerró los ojos aparentemente disfrutándolo.

Sarah se esforzó por resistir las arcadas que llegaron a su garganta, ante el brusco ritmo al que el pelinegro la empezó a someter. La jalaba del cabello, mientras nombraba a otra mujer, nombre que no pudo entender, porque se encontraba a punto de ahogarse.

La mujer tosió, sacando el miembro de su boca.

—Date la vuelta—exigió el hombre, sin importarle si ya se había recuperado o no.

Sarah obedeció sumisamente y aceptó el hecho de que su nombre fuera otro, con tal de que sus ardientes encuentros se mantuvieran. Pero siendo sincera aquello no le importaba. Sabía, perfectamente, que era ella la única mujer a la que él prefería, entre tantas. Solo necesitaba un poco más de tiempo, para no solo lograr que compartieran la cama. Si no también otros sentimientos...

Al quedar solo, Diego finalmente se permitió pensar en lo que pasó más temprano en ese día. Sus impulsos lo llevaron a hacer algo que más tarde lamentaría. La había besado, y había descubierto que sus labios sabían mucho mejor de lo que había imaginado. Descubrió también que era muy difícil ponerse un freno ante el deseo que la muchacha le provocaba. Su piel quemaba y sus manos hormigueaban por tocarla.

El hombre necesitaba urgentemente sacarse esa sensación de su cuerpo. No quería desearla de esa manera tan anormal, tan irracional... Ella no era tan especial tampoco. Solo era una más, un poco más dulce que algunas otras, pero nada más. Se encargaría de hacerla suya y luego la desecharía. Y si era necesario jugar al amor, lo haría..

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Comments

Amparo Salinad

Amparo Salinad

🧞‍♂️ maldito gusano que no sea otro que se muera de amor 😍 y tenga que. arrastrarse mendigando amor 😍

2024-06-25

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veronica pinto

veronica pinto

realmente que perro 😠 pero se va arrepentir y llorar lágrimas de amargura 🤨💪 perdón x la expresión 🫣😂es el entusiasmo 😂😂

2024-06-16

1

Misdalia Canchila Ortega

Misdalia Canchila Ortega

Lo que pasa es que cuando una persona está acostumbrada a que todo se le dé cuando se le antoja, luego de que algo no le sale cómo siempre, se encapricha y pasa eso

2024-05-25

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