Desilusión

Alexa salió esa mañana casi corriendo de su departamento. Irremediablemente, llegaría tarde a su trabajo, aquella era otra consecuencia de la magnífica noche que había pasado. Pero no dejaba de convencerse a sí misma de que había valido por completo la pena.

Al llegar a la entrada de su edificio se encontró con algo que no esperaba. El hombre que le había regalado una magnífica noche estaba recargado en su auto, mientras fumaba un cigarro. Alexa lo miró un instante sin poder creérselo, ¿La estaba esperando?

—Diego—se acercó a él a pasos lentos, siendo rápidamente atravesada por su grisácea mirada.

El hombre sacó algo del bolsillo de su chaqueta y se lo extendió. La muchacha se quedó unos segundos procesando, y preguntándose en silencio cuál sería el contenido de aquella caja rosada.

—Debes tomarla cuánto antes—pronunció su acompañante con calma.

Y una vez tuvo aquello en sus manos lo examinó dándose cuenta de lo que se trataba. ¡No puede ser! Exclamó una vocecita exaltada. ¿Acaso no se habían cuidado y hasta ahora se daba cuenta?

Alexa sacó inmediatamente una botella de agua mineral que guardaba en su lonchera. No le importo realmente que estuviesen en un sitio público y tomó la píldora como si su vida dependiera de ese medicamento. ¡Por Dios, pero que irresponsable era!

El hombre sonrió tenuemente al ver su desesperación y sus movimientos tan atropellados. A pesar de su evidente nerviosismo había logrado llevarse la pastilla a la boca sin soltarla. ¡Increíble!

—Te llevo—le dijo sacándola de su estado de reprimenda interna.

Alexa agradeció y subió al auto en silencio. Realmente no sabía qué decir y no podía dejar de acusarse en silencio por ser una completa irresponsable. Debió preguntarle antes de que introdujera su miembro en ella, si estaba usando un condón.

Un embarazo no era lo único preocupante en esta situación. Ella nunca había estado con un hombre, sin embargo, él seguramente había estado con una lista interminable de mujeres. ¿Y con ninguna se cuidaba? ¡Santo cielo! Tal vez debería visitar al médico cuánto antes.

—¿Qué ocurre?—para Diego no pasó desapercibida su expresión de preocupación.

—¿Nunca utilizas condón?—soltó sin más la pregunta, ruborizándose al instante. Es que el recuerdo de la noche anterior llegó a su mente, invadiéndola completamente.

Diego bufo apretando el volante. Era obvio que aquella pregunta de cierta manera lo había ofendido. ¿Acaso lo creía un chiquillo primerizo?

—Siempre lo hago—se limitó a decir.

—¿Siempre?—Alexa lo miró de forma incrédula—. Eso no es lo que parece.

Y Diego frunció un poco más el ceño, porque tenía razón, aquel historial de perfecto cuidado, había dejado de existir desde el momento en que se introdujo en ella, sin pensarlo.

—Digamos que fuiste la excepción a la regla.

—¡Oh, vaya! Me siento halagada—Alexa no pudo evitar reír sonoramente.

—Tú tienes la culpa—Diego cortó de repente su carcajada.

—¿Y cómo es qué la tengo?

—La tienes, por ser tan...—la miró por un segundo con intensidad, más no concluyó la frase, mostrándose frustrado.

—¿Tan?—Alexa se moría por saber qué era lo que le seguía a aquello.

—Esta noche quiero repetirlo—fue lo único que dijo, con completa seriedad en su rostro.

Alexa sintió un escalofrío invadirle el cuerpo a tan temprana hora de la mañana. Su voz era tan varonil, sin ocultar el deseo que ella le despertaba. Haciendo también despertar una zona baja de su propio cuerpo, la cual palpitaba ansiosa esperando ser invadida nuevamente.

Y sucedió. La muchacha no dejó de gemir mientras lo sentía enterrarse tan profundo. Sosteniendo sus caderas con fuerza, tomándola en aquella posición dónde la tenía completamente dominada.

Desde atrás la embestía haciendo vibrar cada fibra de su cuerpo. Ocasionando que el choque de sus cuerpos, denotara sonidos tan lascivos como excitantes. Y Alexa no dejo de apretar las sábanas deseando en sus adentros que ninguno de sus vecinos la escuchara. Pero por más que quería no podía disminuir el volumen de su voz, porque, contrario al día anterior, Diego esa noche estaba siendo inclemente.

El hombre trataba de saciarse de la mujer que lo había hecho mantener una erección durante el día entero. Sin embargo, por más que la penetraba con violencia, no dejaba de sentir aquella necesidad de volver a hacerlo y nunca detenerse. Era un ciclo interminable, dónde cada vez quería más y más de ella.

—Alexa—gruñó alcanzando finalmente el clímax, percatándose también, de que le gustaba mucho más hacerlo sin protección. Necesitaba sentir su calidez envolverlo...

Se acostó en la cama junto a ella, mientras pensaba en que no había pasado ni un minuto y ya quería repetir el acto. Pero simplemente no podía evitarlo, Alexa le parecía una chica muy adictiva.

—Tengo sueño—murmuró ella, acurrucándose en su pecho. Sus piernas se sentían tan débiles y sus párpados tan pesados, que se cerraban por sí solos.

—Mañana te llevaré al ginecólogo—dijo el hombre acariciando sus cabellos.

—¿Uhmm?

—Sería bueno que tomarás algún tratamiento anticonceptivo.

Alexa se separó de él rápidamente, mirándolo con ojos incrédulos. ¿Qué significaba eso? ¿Acaso era su forma de pedirle ser su pareja?

—¿Por qué?

Pero a Diego le costaba admitir que le había gustado mucho hacerlo de manera libre. Y que sentía la necesidad de seguir haciéndolo de ese modo, porque lo encontraba más placentero.

—Me gusta más estar dentro de ti, sin nada puesto—soltó dejándola perpleja.

—¿Y es que acaso crees que volverá a repetirse?—La muchacha sonrió coqueta.

El hombre formó una línea con sus labios, porque sentía que de alguna manera, Alexa se estaba burlando de él.

—Sin duda—le dijo con firmeza, antes de volver a abalanzarse sobre ella, demostrándole una vez más que tenía razón.

Y Alexa no se resistió. Le resultaba imposible hacerlo cuando sentía cumplir su más hermosa fantasía. Aquello le parecía un sueño y sin duda no se quería despertar nunca del mismo.

[...]

La vida de Alexa cambió radicalmente desde aquellos encuentros pasionales con Diego. Ahora se sentía mucho más feliz y su sonrisa era radiante. Las semanas pasaron rápidamente y en cada una de ellas, recibió muchas visitas de parte del hombre de ojos grises.

Y aunque sus encuentros aún no tuvieran un nombre, ella consideraba a aquello la primera fase de una posible relación. A pesar de que en ocasiones Diego se mostraba distante, sin embargo, no dejaba de buscarla. Hasta que un día todo cambió...

Alexa llegó esa mañana a la oficina de Diego, sosteniendo una carpeta con algunos documentos que pensaba mostrarle. Su secretaria le avisó de que su jefe se hallaba en una junta, por lo que tomó asiento y decidió esperarlo.

Luego de media hora de larga espera, lo vio salir del ascensor con una mujer colgada de su brazo. Sus miradas se encontraron al instante, sin embargo, él no hizo nada por separarse de dicha fémina. Por el contrario, camino seguro en su dirección.

—Señorita Hara ¿A qué debo el motivo de su visita?—preguntó con indiferencia.

El corazón de Alexa se contrajo de manera dolorosa. Su mirada se paseó del hombre con él que se había acostado las últimas semanas, hasta la bella dama que lo acompañaba. Sin duda aquella chica era muy hermosa, por lo cual no pudo evitar sentirse insignificante a su lado.

—Es necesario que firme estos documentos—se limitó.

—Ya veo. Déjelo con la secretaria—y sin agregar nada más, se dio la vuelta dejándola sola y con un amargo sabor de boca.

Alexa se sintió como una estúpida. No únicamente había perdido su tiempo al esperarlo, sino que había sido humillada delante de la secretaría que ahora no hacía otra cosa que verla con lástima. Sí, tal vez debió dejar los documentos desde un principio con ella.

La muchacha salió de ese nauseabundo edificio como alma que lleva el diablo. No deseaba volver a poner un pie más en ese maldito lugar y tampoco deseaba mirar de nuevo a ese sujeto.

—¡No más!—exclamó Alexa decidida en no volver a llorar por él. Pero aquello le resultaba inevitable, porque sin poder controlarlo las lágrimas se escapaban de sus ojos. Su rímel se fue corriendo poco a poco, ocasionando que lágrimas negras le dieran una apariencia aún más deprimente a su estado.

Ese día Alexa reunió fuerzas de dónde no las tenía para mantener la normalidad en su jornada. Se presentó en la obra dándole la cara a sus subordinados y luego de que el día acabará, se permitió derrumbarse en el frío piso de su departamento.

Su pequeña mascota la rodeó, mientras le maullaba. Diciéndole incluso un claro: "te lo dije" en su idioma felino.

—Discúlpame, debí escucharte—respondió en un sollozo la muchacha.

En otro lugar de la ciudad, se encontraba Diego con su nueva conquista. Una mujer sensual, a quien había conocido la noche anterior en un bar.

La exótica chica de ojos verdes se desnudó frente a él dispuesta a darle un inusual espectáculo. Lentamente, arrojaba las piezas de su vestimenta, siendo éstas atrapadas por Diego.

Los dos compartieron una velada ardiente esa noche y Diego dictaminó, mientras se encontraba penetrando a la susodicha no volver a buscar a Alexa.

Ese día la relación de ambos dejó de existir. Alexa no quería verlo de nuevo ni en pintura, sabiendo aceptar que había sido una tonta al ilusionarse con un hombre así. Diego desde el principio solo había querido acostarse con ella y una vez que lo consiguió, se aburrió de sus encuentros.

Así que ella seguiría adelante con su vida, aunque su corazón en ese momento se encontrará destruido. Pero el dolor no sería eterno lo sabía y llegaría el día en que dejaría de sentir algo por él.

Pero pasaron los días y no dejaba de sentirse igual. Se sentía como si estuviese en un túnel oscuro del cual no veía una salida, mientras que él se hallaba muy campante acostándose con cuánta mujer se le pasaba por delante.

Así que Alexa decidió que no estaba de más darse una pequeña ayudadita, y ese día que se encontró con Gonzalo no declinó su invitación, sino, por el contrario, la aceptó y descubrió que podía pasar a su lado una velada increíble.

—Gracias por traerme—dijo Alexa, bajándose del auto del pelirrojo.

—No hay de que, Alexa—contestó éste restándole importancia—. Más bien gracias a ti, por permitirme disfrutar de tu compañía.

La castaña sonrió y se despidió de él con un beso en la mejilla. Convenciéndose a sí misma, de que Gonzalo era un hombre encantador, que tal vez sí merecía una oportunidad de su parte.

Y aunque sabía que estaba mal usar a una persona para olvidar a otra. Sentía que aquel atajo en esta ocasión, le sería muy útil. Ya que si lograba enamorarse de Gonzalo, los dos saldrían ganando. Así que iba a intentarlo…

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Comments

veronica pinto

veronica pinto

hay no solo en la cabeza de una mujer boba como esta piensa de esa manera 😠 quierete un poco más mamacita xq así vas al fracaso 🤦🏻‍♀️🤦🏻‍♀️🤦🏻‍♀️

2024-06-16

0

Lesly Argumelo

Lesly Argumelo

que piensa hacer esta mujer ?

2024-01-29

0

MALÚ 2834

MALÚ 2834

Yo creo que por un buen tiempo tendrías que salirte del entorno de el y de todo lo que tenga que ver con el

2024-01-23

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