Supervisión

Otra semana había transcurrido velozmente y para desgracia de Alexa esta aún no había terminado del todo. Y no importaba que fuesen las seis de la tarde de un día sábado. El día seguía igual de agitado como si fuesen apenas las siete AM.

"Las instalaciones deben estar listas cuánto antes" había sido la demanda del líder de aquel conglomerado.

La joven suspiró mientras una gota de sudor bajaba de sus sienes. El sol de ese día había sido agotador, y aunque su responsabilidad no fuese estar en el campo, le había tocado supervisar la obra personalmente.

Los trabajos en el terreno habían finalizado, y finalmente las fundaciones se asomaban en el suelo árido. Los obreros, afanados en sus tareas, hacían su mejor esfuerzo. Alexa tomó unas cuantas fotografías para el informe que debía presentar el día lunes a primera hora de la mañana. Otra reunión en aquel lugar...

La idea le desagradaba bastante, pero era su trabajo y no podía permitirse fallar. Necesitaba de esta experiencia para encontrar mejores oportunidades en un futuro.

Cuando el sol había desaparecido completamente, todo estaba a punto de culminar. La joven sintió un gran alivio apoderarse de su cuerpo ante ese hecho. Se encontraba tan concentrada en que cada mínimo detalle saliera a la perfección, que no se había dado cuenta de la presencia de un hombre en particular.

Los ojos grises se encontraron con los suyos cuando apenas había girado el rostro. Alexa se quedó de pie, viéndolo fijamente, y bastante sorprendida con su presencia. No había recibido ninguna notificación de que él se presentaría. De haberlo sabido, su deber sería darle la bienvenida, acompañada de un reporte sobre los avances que se estaban realizando.

La muchacha se acercó rápidamente, dispuesta a improvisar alguna junta. Todas sus ideas estaban en desorden, pero no podía permitir que notara aquella inseguridad.

—Señor Urriaga, no esperaba verlo por aquí—saludo dejando entrever su asombro.

El hombre enarcó una ceja altivamente.

—Señorita Hara, es mi obra, ¿acaso no puedo venir?

—Oh no—Alexa se horrorizó—. Por favor, no me malinterprete. Quise decir, que de haberlo sabido le hubiese dado una bienvenida más adecuada.

—Perderías tu tiempo—puntualizó Diego secamente—. Ya he comprobado por mí mismo, lo que necesitaba saber...

—¿Ha venido a asegurarse de que todo esté marchando eficientemente?—intuyó la joven—. Pues como ha podido observar, todos estamos muy comprometidos con esta obra…

Diego asintió reconociendo el esfuerzo que se estaba realizando. Y la mujer, frente a él, sonrió levemente en respuesta a aquel reconocimiento... Los ojos grises se mantuvieron observando fijamente aquel pequeño gesto, el cual desapareció rápidamente a penas, la joven reparó en que el hombre estaba mirando sus labios.

—Sin duda terminaremos en el plazo estipulado—agregó Alexa, girando sus mejillas encendidas hacia el grupo de obreros que ya recogían los implementos utilizados.

Era sábado por la noche. En circunstancias normales estaría en su casa teniendo su tan preciado día de descanso. Sin embargo, ante las recientes exigencias, se veía obligada a demostrar que la constructora Omega, estaba lo suficientemente capacitada como para respetar los plazos.

El hombre no contestó nada y se mantuvo también observando al grupo de trabajadores afanados. El lugar estaba sumamente iluminado gracias a grandes faroles que se alzaban en sitios exactos. Él tampoco tenía la necesidad de estar en ese sitio un sábado, pero quería asegurarse personalmente de que no estaba cometiendo un error, después de todo la constructora estaba apenas empezando.

Si había tomado la decisión de seguir adelante con el proyecto, había sido precisamente por la mujer que tenía a su lado. Sentía que de alguna manera se lo debía... Le debía un voto de confianza, una disculpa silente disfrazada de oportunidad. Pero nada más, porque si, por el contrario, fallaba, tampoco tendría reparó en deshacerse de su inutilidad.

—El lunes a primera hora estaré en su oficina para finiquitar los detalles, señor Urriaga—mencionó la muchacha suavemente al notar que era el momento de partir. Se sentía muy cansada y lo único que quería era estar ya en su morada.

—De acuerdo.

La respuesta del hombre fue corta y contundente, pero lo suficientemente clara como para entender que la despedida había sido concretada.

Alexa dio algunos pasos para alejarse y dirigirse a donde uno de sus compañeros la aguardaba. Se sentía un poco extraña al hacer eso y dejarlo solo, pero si su deseo era permanecer por más tiempo en ese lugar estaba en todo su derecho.

—Hara—aquella voz profunda se alzó en medio de sus pensamientos. La joven se detuvo y volteo a verlo—. Puedo llevarte si quieres—se ofreció.

Los ojos castaños se abrieron desmesuradamente. Y un silencio absoluto pareció cernirse sobre ellos, aunque en realidad el ruido de la recolección seguía presente, pero la mente de la aturdida muchacha había quedado completamente alejada de la realidad.

—Muchas gracias, pero no es necesario —negó educadamente cuando sus palabras finalmente consiguieron salir.

Alexa regresó a su marcha apresuradamente, con el corazón latiéndole fuertemente. «No sea amable conmigo», pensó enojada porque aquel ofrecimiento le había hecho sentir extraña. No quería tener ninguna otra interacción con él aparte de la estrictamente necesaria. No quería confundirse, y mucho menos quería volver a sentir cosas que terminarían haciéndole sufrir.

A pesar de que estaba trabajando para él, no podía olvidar el hecho de que también era la misma persona que se había burlado de ella en el pasado.

—¿Todo bien?—inquirió Mario, una vez llegó junto a él.

—Sí—respondió ella no muy convencida.

Todo estaba bien, al menos en términos laborales, pero había algo en su interior que podría estar presentando inconvenientes.

«Ni se te ocurra, Alexa», se regañó internamente

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