Diecinueve

Al fin pudimos zafarnos de mi hijo.- Lía escuchó voces en el cuarto de lavado, ella estaba dentro de una especie de armario que tenían allí buscando un detergente nuevo.- Dime ¿Cómo está mi pequeño demonio?¿Cómo va con lo de Martina?- era Alba, la madre de Massimo la que hablaba.

- No sé si mejor o peor.- le contestó Alessio y la mujer levantó una ceja queriendo saber más- Se le metió en la cabeza que Lía se parece a Martina.

- ¿A Martina?¿Está loco? No se parecen en nada.

- Eso lo dices porque no has visto su pelo, de espaldas son idénticas, por eso te digo que está peor, peeero.- arrastró la palabra- En cambio ha dejado de mencionarla, y aunque no me dice nada se ve que babea por Lía.

- Por Dios, es una novicia, él no puede hacerle eso.

- Sabes que puede, no debe, pero si puede y aunque no lo creas lleva un tiempo más calmado y si te fijaste bien, las ojeras que tenía están más claras, es como si conocerla a ella le hubiera devuelto algo que perdió.

- Pero la chica tiene una vida distinta por completo a la de él, ella es como si estuviera comprometida, no se ha casado pero ya tiene compromiso.

- Vaya, que hay otro en el medio y a este si no va a poder darle un tiro para matarlo y quedarse a la damisela.

- Por Dios Alessio, mi hijo no hace ese tipo de cosas, si no Martina no estuviera felizmente casada.

- Es broma Alba, pero no me vas a negar que la cosa está difícil, no es fácil competir con el de arriba, si él la quiere de verdad en sus filas Massimo no tiene mucho que hacer.

- Esperemos que al final esto no sea un juego y el loco de mi hijo no acabe con la pobre chica, de todas formas intentaré hablar con él,  y ahora vamos o va a empezar a buscarnos.

Salieron de allí y entonces pudo escapar Lía del armario que por un rato se había convertido sin ella quererlo es un escondite desde el que escuchó una conversación que la llenaba de dudas.

- Bea- le habló la chica a su amiga en lo que terminaban de recoger todo lo usado en el almuerzo- ¿Quién es Martina?

- ¿Dónde escuchaste ese nombre?- le contestó con una pregunta y dejó de moverse para entender bien la respuesta.

- Sin querer oí una conversación entre Alessio y la señora Alba en la que la mencionaron, al parecer no querían que los escucharan pero fueron a dar justamente al cuarto de lavado y allí estaba yo. - Bea la miró como pensando si decirle o no.

- Era la novia de Massimo- ya Lía se imaginaba algo de eso- Él la amaba, pero cometió la estupidez de engañarla y ella lo descubrió y no se lo perdonó nunca, la chica pertenece a la familia Lombardi, que es para la que Massimo trabaja, tiene un año más que nosotras, está casada y vive muy feliz pero el jefe no logra superarla.

- ¿Y yo me parezco a ella?- la chica quería salir de dudas, escuchar que el hombre la veía como un remplazo no le sentó bien aunque ella estuviera evitando a toda costa no pensar en él y su amiga hizo una mueca en señal de que estaba equivocada.

- Para nada, ella tiene los ojos claros como la miel y los tuyos más negros no pueden ser y la forma de la cara también es completamente distinta, tú tienes labios gruesos y ella no, vaya que son una caja de perfume y una de cosméticos.- y las dos sonrieron con la comparación de la chica.

- Pero el pelo sí ¿verdad?

- Bueno en eso sí, y en el color de la piel tan blanca, pero el pelo negro lo tenemos muchas, así que no podemos decir que eso puede llevar a una confusión entre ustedes.- Lía no dijo nada más, siguió guardando cosas y por suerte su amiga no quiso indagar el porqué de las preguntas tan raras que le había hecho.

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- El que solo se ríe, es porque de sus maldades se acuerda- le dijo Alba a su hijo al entrar al despacho y encontrarlo sentado en el sofá con un pie cruzado sobre la rodilla del otro y dando pequeños golpecitos sobre este con un bolígrafo mientras sonreía perdido en sus pensamientos.

- Señora, va a tener que renovar su catálogo de dichos, ese se lo dijo muchas veces a mi padre.

- Y todas las veces que se lo dije me confesó que pensaba en mi y en las cosas que me hacía.

- Time- dijo el hombre haciendo una seña característica de un juego de bascketboll con las manos- A los treinta y seis años no quiero saber a que se dedicaban ustedes cuando mi hermana y yo no estábamos presentes.

- Jajajajajaja, estoy segura que hacíamos más o menos lo mismo que ustedes.

- Sí, pero es mejor dejarlo así,  como en el aire, sin que me des detalles de los hechos.- los dos sonreían pero a ella le pareció que él le decía en serio lo de no querer saber.

- Bueno, tú te lo pierdes, tu padre era muy bueno en algunas cosas y puede que quieras aprender la teoría.- quiso reírse un poco más de su hijo.

- Mamá, me voy a ir a mi habitación y la cerraré con llave.- la amenazó.

- Jajajajajaja,  no te preocupes, ya terminé, ahora quiero estar un rato contigo.- la mujer se acomodó de una forma que pudiera ver la cara de su hijo- ¿Como van los amores?- y lo vio sonreir, pero con una sonrisa transparente.

- ¿Cuando vas a dejar de hacer la misma pregunta mamá ? Cada vez que vienes esa no puede faltar.

- Espero que esta sea la última vez, al menos te vi sonreir como hacía mucho tiempo no te veía hacerlo.

- Mamá, deja tus historias de amor y de princesas encantadoras que yo soy el ogro del cuento, y el ogro nunca se lleva a la chica hermosa.

- En una sí, y vivieron felices por siempre y tuvieron muchos ogritos.

- Tú no cambias, por eso mi hermana no te quiere cerca.

- Tu hermana no me quiere cerca porque su marido me espera para poder tener un compinche de locuras y sus hijos también.

- ¿Ves?- le dijo mientras se acostaba en el sofá y ponía la cabeza en los muslos de su madre- Si no te portas bien vetaremos tu presencia en nuestras casas.

  - Ja, eso quiero verlo.- y besó la frente del hombre y acarició su pelo.

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