Once

Massimo pasó un fin de semana de perros,  hacía mucho tiempo no se sentía tan mal y con un genio de los mil demonios, y ver a Martina bailar y cantar sola por la casa como si estuviera en el cuento de Cenicienta después de la fiesta en la que conoció al príncipe,  no ayudaba en nada.

- Hoy entrenamos a las dos.- le dijo pasando por su lado sin detenerse a mirarla.

- ¿Hoy? Pero si es domingo.- le reclamó.

- No me interesa, hoy es cuando puedo, así que prepárate.

A la chica no le quedó más remedio que ir a cambiarse de ropa y bajar al gimnasio, era eso o ir a quejarse con Giulia y por nada del mundo molestaría a su hermana embarazada con un simple reclamo, al final no estaba haciendo nada, solamente sonreir como una loca.

El entrenamiento fue rudo, con el enfado que tenía Massimo no iba a ser de otra forma, aunque no llegó a lastimarla ni una sola vez, pero fue más exigente y quería resultados inmediatos en las nuevas técnicas que le estaba enseñado.

Ella ya estaba extenuada, llevaban más de dos horas sin detenerse ejercitandose y ahora al italiano se le había ocurrido terminar con un combate cuerpo a cuerpo, y en un mal paso y con el cansancio cayeron los dos sobre el colchón que servía de ring, él sobre ella, con las respiraciones juntas.

Tenerla en aquella posición fue adicionar una tortura más al hombre,  otra vez aquellos labios estaba a su alcance, y su cuerpo entre sus brazos. Él cerró los ojos y aspiró su olor en su cuello, que ligado al sudor que salía por sus poros lo iba a volver loco, y cuando más feliz estaba por tenerla así,  sintió una parte de su cuerpo que empezó a moverse y rápidamente se separó de ella.

- Seguiremos mañana cuando regreses del colegio. - le dijo y salió del gimnasio sin mirar atrás y dejándola a ella en el suelo y sin saber que había pasado ahora.

Mientras la ducha del baño de la habitación de Massimo se abría y recibía al hombre hasta con la ropa puesta para intentar calmar aquel sentimiento que lo quemaba y que hacía que se debatiera sobre la fina línea de lo que estaba bien y lo que estaba mal.

.......................

Lunes en la mañana y la llegada al colegio ya le hizo un mal comienzo de semana a Massimo,  en la puerta, más desesperado que perro por comida estaba el tal Gio acompañado de otro chico y Martina nada más verlos casi se lanza a ellos con el auto todavía sin detenerse.

Y el italiano vio con enfado otra vez como los besos ahora entre los tres eran los protagonistas y como ella entró al colegio sin voltearse a despedirse de él.

El hombre estuvo un momento más mirándola como se alejaba y de pronto ella se detuvo y regresó corriendo.

- Massimo, que tengas un buen día- le dijo cuando llegó junto a él y le sonrió y volvió hacia donde la esperaban los dos hermanos.

Para Martina todo fue a mejor en aquel colegio, ya tenía dos amigos, sus amigos de toda la vida y ya no iba a pasar los recreos sola, sin hablar con nadie, ahora tendría compañía.

La chica estaba sentada en uno de los bancos que tenía el patio del colegio y sintió que alguien desde atrás dejaba un beso en su mejilla y se sobresaltó.

- Hey, soy yo.- le dijo Gio saltando por encima del banco para caer a su lado- ¿ Todavía no aparece Donato?- y la chica negó- Debe estar con Natasha comiéndosela a besos en algún rincón, una semana sin que se vieran debe haber sido la eternidad.

- ¿Donato tiene novia?- le preguntó sonriendo.

- Bueno, ellos dicen que no, que son amigos, pero, yo los he visto y créeme, ningún amigo se mira como se miran ellos y si creen que nadie los ve, no pueden dejar las bocas tranquilas.- se burló de su hermano.

- Me alegro por él.- le dijo- Y tú ¿no tienes novia?- él la miró como si no hubiera nada más alrededor de ellos.

- No, ahora no- le contestó - ¿Y tú ?- y vio como se borró de la cara de la chica la sonrisa que tenía.

- Gio,  me pediste ir a tu casa y te dije que lo consultaría con alguien, ese alguien me aconsejó que esperara y me relacionara contigo otra vez antes de ir, pero hay muchas cosas que quiero contarte y creo que allí sería el mejor lugar para no ser interrumpidos, si tú quieres.

- Martina,  me estás asustando.- le dijo el chico y ella se arrepintió de hablar tan pronto.

- Sabes, vamos a dejarlo para más adelante, no sé,  no quiero equivocarme.- le dijo y trató de ponerse de pie.

- No, espera, quédate,  no se que entendiste cuando dije que me estaba asustando, pero es solamente una frase hecha, no estoy asustado de verdad, quiero oír todo lo que tengas que decirme y si necesitas que te apoye o que te cuide, voy a estar ahí.- él la vio sonreir otra vez y cuando fue a hablar fueron interrumpidos por la voz de Donato.

- Al fin los encontramos- dijo y Martina y Gio lo miraron traer de la mano a una chica tan rubia y con la piel tan blanca que parecía una escultura- Martina,  te presento a Natasha, ella y yo llegamos el mismo día a este colegio, y desde entonces somos amigos.- la chica extendió su mano derecha y Martina sin darse cuenta le dijo a la vez que también extendía su mano.

- Pues yo soy Martina Lombardi,  y espero también ser tu amiga.- y los otros tres exclamaron a la vez.

- ¿Lombardi?- y Martina se dio cuenta que había cometido un error al ver la cara de sus amigos de toda la vida.

-  ¿Lombardi de los Lombardi que son dueños de media Nápoles?- preguntó la chica y Martina no supo si aquello fue mejor o peor.

- Bueno, no sé si tanto como media Nápoles pero deben ser esos mismos Lombardi, o mejor dicho, esas mismas, por que solamente somos dos, mi hermana y yo.

- ¿Hermana?- escuchó otra vez a Gio y Donato al unísono.

- Te dije que teníamos que hablar- le dijo al mayor de los hermanos.

- Sí,  claro que sí, de mañana no pasa.- le respondió él.

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