Déjà Vu
Las vísperas navideñas estaban muy cerca, todo el mundo comenzaba a hacer largos recorridos de un lugar a otro para visitar a sus familiares y compartir bellos momentos en compañía de sus seres queridos.
— La abuela Martha preguntara por ustedes.
— Sí, pero nosotros queremos pasar una noche buena con el abuelo — dijeron los hermanos.
La familia bajó del auto y se acercó al timbre. Al cabo de unos minutos, un hombre de la tercera edad abrió la puerta.
— ¡Abuelo! — los niños se acercaron al encuentro.
— ¿Cómo están pequeños? — el hombre les abrazó y el intercambio de cariño fue mutuo.
— Lamento mucho llegar sin avisar papá, pero la verdad no quería que mamá se enterará — dijo en voz baja.
— Entiendo cariño.
— Solo se quedarán un par de días, no queremos darle molestias señor Vidal — dijo el padre de los pequeños.
— No es ninguna molestia para mí, lo saben.
— Abuelo tengo tantas cosas que contarte…
— Yo primero.
— Un momento niños. Nosotros debemos hablar con el abuelo antes y después podrán platicar tanto como quieran.
— Está bien.
— Adelante, no se queden ahí.
El señor Vidal los invitó a pasar.
La sirvienta trajo chocolate caliente para que se sintieran más cómodos.
— Vamos a ir con la mamá de Evan, nos invitó y no hay forma de cancelar. Los niños te adoran papá y querían pasar una noche buena contigo también. Solo iremos por un par de días y después vendremos para año nuevo — miró a su esposo con una sonrisa.
— Claro, cielo. No te preocupes por los niños, ellos estarán bien.
— Gracias papá.
Los padres se acercaron a los pequeños y los abrazaron.
— Pórtense bien.
— Saluda a la abuela por nosotros.
— Claro — El padre abrazó a los pequeños.
El abuelo y los pequeños despidieron el auto en la puerta.
— Estoy segura que la pasarán muy bien — sonrió la madre.
— No tengo dudas.
Los pequeños corrieron hasta donde estaba la chimenea y sacaron un par de regalos de sus mochilas.
— Abuelo, ¿dónde está el árbol?
— Aún no le he puesto — rió.
— Pero ya casi es el día.
— No se preocupen, podemos armarlo enseguida.
— Sí.
Los pequeños en compañía del abuelo, trajeron el árbol y las cajas con decoraciones. De inmediato se pusieron manos a la obra.
— Abuelo, obtuve buenas notas en mis exámenes.
— Yo también abuelo.
— Tuve muchas participaciones en clases.
— Yo tuve más — El señor Vidal comenzó a reír.
— Estoy orgulloso de ambos — les acarició la cabeza.
— Abuelo yo quiero ser como tú cuando sea grande — dijo el pequeño.
— Yo también — respondió su hermana.
El abuelo se quedó pensativo y un tanto nostálgico. Miró hacia la ventana, observando cómo las cortinas se movían por el viento.
La pequeña corrió de inmediato y las cerró.
— ¿Estás bien, abuelo? — preguntó el pequeño.
— Sí — sonrió leve.
— ¿No te gustaba tu trabajo?
— Bueno, no estoy seguro. No era malo, pero tampoco era bueno.
— Pero viviste muchas aventuras, resolviste muchos crímenes y encerraste a criminales.
— Eres un héroe abuelo.
— ¿Señor, quiere que les sirvan más chocolate? — preguntó la mujer.
— Sí, por favor.
Los pequeños se sentaron a tomar una taza más.
— Abuelo porque no nos cuentas una de tus aventuras.
— Mejor una historia — sonrió la pequeña.
— Bueno — sonrió.
Los hermanos, muy atentos se acomodaron para poder escuchar.
Las risas en los pasillos podían escucharse; los niños correteaban por toda la casa hogar y detrás del patio, otro grupo más jugaba.
Un par de niños jugaban en los columpios mientras el otro lo empujaba más alto.
— ¡Detente! — grito la pequeña un tanto asustada. El niño dejó de mecer el columpio.
Cuando se detuvo, la pequeña bajó de inmediato.
— ¿Me querías matar?
— Eres una miedosa, no estaba empujando con fuerza.
— Ya verás.
La pequeña comenzó a seguir a su compañero con la intención de darle un coscorrón.
— Niños, es hora de almorzar — dijo una de las cuidadoras.
Los pequeños salieron de prisa al comedor. Los dos niños continuaban jugando.
— ¡Ronnette!… ¡Elisandro! Vengan aquí — dijo una mujer de cabello negro que usaba un mandil.
Los pequeños se detuvieron y salieron de prisa.
Los pequeños sentados a la mesa, uno al lado del otro, almorzaban.
— Mamá, no me gusta el brócoli.
— Cómetelo Ronn, por favor — dijo su madre y continuó sirviendo.
— Si quieres te lo cambio por la mitad de mi emparedado — la pequeña sonrió y casi por debajo de la mesa, hicieron el trueque.
— Gracias — sonrió.
Después de tomar un baño, el reloj marcó las ocho de la noche. Todos los pequeños se dirigían a sus dormitorios.
La mujer estaba sentada en medio de ambas camas, sostenía un libro de cuentos.
Los pequeños escuchaban con atención y sus expresiones cambiaban mientras oían la historia.
— El fin — cerró el libro — Es hora de dormir.
— Mamá, nos puedes leer otro.
— No Ronn, estoy muy cansada. Pero les prometo que el fin de semana les voy a leer tantos como quieran — les miró con una sonrisa.
— Está bien.
— Buenas noches Ronn — besó la frente de la pequeña — Buenas noches para ti también, Eli — le dió un beso.
— Buenas noches, mamá.
La mujer se retiró. Ronnette bajó de la cama y se acomodó al lado de su compañero.
— ¿Puedo dormir contigo hoy?
No quiero que el monstruo de la historia me coma.
— Sí — la pequeña se abrazó de él. Elisandro la cobijó.
Al día siguiente, los pequeños se levantaron a continuar con la rutina, una vez más.
Los pequeños se encontraban dibujando y haciendo manualidades.
— ¿Qué es eso?
— Es un salón.
— ¿Quieres ser profesor?
— Sí — sonrió — ¿Y tú? — observó su dibujo y la revista a su lado.
— Yo quiero ser actriz — sonrió.
— ¿Actriz?
— Sí, como ella — señaló a la mujer de la portada — Seré muy famosa y estaré en una revista también — suspiró.
— Serás una gran actriz.
— ¿Tú crees?
— Sí, la mejor.
Una de las cuidadoras se aproximó a la puerta al escuchar que alguien llamaba.
— (Espero que no sean más niños) — la mujer abrió y vio a un hombre de traje — ¿Lo puedo ayudar en algo?
— Lindo día, madame.
— ¿Se le ofrece algo?
— Me dijeron que está es la casa hogar de Cecilia.
— Sí. ¿Usted está interesado en adoptar?
— Bueno, no precisamente.
La mujer abrió la puerta un poco más y observó una camioneta algo sospechosa.
— Hoy no recibimos visitas, pero puede volver otro día… — la mujer intentó cerrar la puerta, pero él hombre la detuvo.
— No, no tenga miedo. Hemos venido a traer algunos víveres y juguetes para los niños, un pequeño regalo de la familia Aragón.
— ¿Aragón?
De la camioneta bajaron dos hombres altos e intimidantes. Se metieron a la casa con un par de cajas grandes.
Las otras mujeres se acercaron al escuchar ruido.
— ¿Quiénes son? — Cuestionó una mujer mayor.
— Vienen a repartir juguetes para los niños.
— ¿Juguetes?
La mujer se aproximó al hombre de traje. Los otros dos hombres comenzaron a recorrer la casa como si buscarán algo.
— Señor, lamento mucho esto. Pero debo pedirle que se retire, los niños no necesitan juguetes…
— Tranquila señora — el hombre sacó de su chaqueta un fajo de billetes — Mejor debería cooperar por la buenas y así nadie saldrá lastimado.
La mujer palideció al darse cuenta de lo que estaba pasando.
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Updated 25 Episodes
Comments
Tita Susa
interesante
2023-09-27
0