capítulo 4

La gente estaba amontonada en los puestos de revistas, comprando y murmurando entre sí.

— No puede ser — Una pequeña tomó una revista y la observó con admiración — Mira mamá — se acercó.

— ¿Qué sucede?

— La nueva cara de G & G — suspiró — Yo quiero ser la siguiente mamá.

La pequeña observó el rostro de la joven modelo.

— Sí, claro. Ahora vamos a casa.

El timbre de la casa sonó y la mujer abrió de inmediato.

— Es usted.

— Lindo día. Cómo se lo prometí, aquí estoy.

— Ahora me pueden decir qué pasó exactamente.

— Claro.

La mujer invitó a los oficiales a pasar.

— Un arreglo de deudas entre estos dos empresarios. Lo mismo de siempre señora Sandemetrio — mostró algo de evidencia.

— Hicimos una ardua investigación — dijo el oficial Luján.

— ¿Y que tenía que ver mi marido en todo esto?

— Nada. Pero así son estas cosas.

La mujer se puso la mano en el pecho.

— Mamá — la pequeña se acercó de inmediato.

Elisandro y Baltazar observaron a la pequeña.

— Lo siento mucho, señora Sandemetrio — dijo Baltazar.

— Ve a tu habitación Marilú.

— Vinieron a darnos noticias de mi papá, ¿no es cierto?

Elisandro fijó su vista en la revista que traía la niña.

— Así es — respondió su madre — Después hablamos.

— Mamá, tengo doce años.

— Creo que mejor nos retiramos — Baltazar miró a su amigo.

— ¿Qué? — la pequeña miró a Elisandro — ¿A usted también le interesan las modelos?

— Es hora de irnos, agente — Baltazar le tomó del brazo.

— Cierto, nosotros nos retiramos. Señora Sandemetrio. Cualquier cosa estamos a sus órdenes — se despidió de mano.

— Gracias.

Elisandro iba en sus pensamientos, su amigo no le quitaba la vista de encima.

— Elisandro, ¿estás bien? Tanto te afectó — rió — Es bonita, pero no es para tanto.

— ¿Qué?

— La modelo.

— Oh, no es eso. Pensaba en la pequeña, su padre fue asesinado sin deberla.

— Eso no es novedad — detuvo el auto — Pero la vida sigue.

Los fotógrafos capturaban el momento en la pasarela Otoño-Invierno G & G.

La nueva portada de la revista, caminó llena de seguridad hasta el centro del escenario, demostrando porqué había sido elegida.

— Vaya noche — la joven se recostó en su cama. Alguien llamó a su puerta — Adelante.

— Ronnette, estuviste increíble como siempre — dijo la mujer.

— Qué puedo decir… Es lo mío — suspiró exhausta — Pero ahora necesito un respiro.

— Entiendo. Mañana tendremos una sesión de fotos, no olvides llegar temprano.

— Lo tengo.

Temprano por la mañana, Ronnette estaba dando su mejor sonrisa a las cámaras.

Una fotografía tras otra, diferentes poses y vestuarios.

— Está temporada nos iremos hacia el cielo, estoy segura — dijo una de las ayudantes.

— Esa inocencia en tu rostro pero ahora con un toque de sensualidad — Miró a la joven.

Al finalizar, Ronnette se acercó a ver los resultados.

— Te ves divina. A este paso, pronto estarás en las ligas mayores.

— ¿Tú crees? — sonrió la joven.

— Sí, ¿no es así Rossmary? — voltearon — ¿Dónde está?

— Está hablando con una productor.

— ¿Productor?

— Al parecer alguien conquistará la pantalla grande.

Los ojos de la joven se iluminaron.

Rossmary dió la excelente noticia a Ronnette y su equipo, les platico lo interesado que el productor estaba en la joven.

— Ronnette es una joven con un futuro brillante por delante, es por eso que el productor vino a hablar personalmente conmigo. Quieren que viajemos lo más pronto posible para comenzar con las grabaciones.

— No lo puedo creer — la joven estaba llena de alegría.

— Así es. Y nosotros iremos para encargarnos de tu imagen, no podíamos dejarte sola.

La joven corrió de inmediato y abrazó a la mujer.

— Muchas gracias.

— Esto lo conseguiste por ti misma, Ronnette. Este es tu momento, debes disfrutar de el. A partir de ahora, no solo serás una cara bonita en las revistas.

— Estarás con los más famosos. Los paparazzis estarán sobre ti — rieron.

Esa misma tarde, la joven se encontraba empacando.

Ronnette se detuvo frente al tocador.

— Si es un sueño, no quiero despertar — sonrió — Un mundo de posibilidades se abre ante mí — la joven bajó la vista y observó una fotografía — Eli…

No te he olvidado. Me preguntó qué será de ti.

La explosión de una granada, voló parte de un laboratorio.

De inmediato los policías iniciaron una persecución.

Los bomberos apagaron el fuego y el cuerpo policial entró al lugar de los hechos.

— ¡Aseguren la zona!

El auto del criminal se vio rodeado, tuvo que frenar de golpe y chocó contra un poste.

Los encargados de impartir la ley, se acercaron a una distancia considerable.

— Llamen a la ambulancia, si sigue con vida, yo lo mataré después — El joven levantó la vista y miró una camioneta de color negro observando — Encárgate de esto — miró a Baltazar.

Elisandro camino hacia el otro lado de la calle. Un hombre de traje y sombrero le miraba con una sonrisa burlesca.

— ¿Qué tal agente? — se quitó el sombrero.

— Basta de juegos, sé que ustedes están detrás de todo esto.

— No puede probar eso. Yo solo pasaba por aquí, cómo cualquier otro ciudadano.

— Sabes que no es así — le señaló el lugar del accidente — Si viniste a cerciorarte que todo saliera bien… Pues eso está por verse todavía, si el idiota de allá sigue con vida, hablara.

— ¿Por qué supone eso?

— Los conozco muy bien. Causaron la explosión para borrar la evidencia de su laboratorio clandestino, ¿no es así? No me respondas ahora, mejor lo harás en prisión.

— No tiene evidencia. Y no puedo arrestarme así nada más.

— Claro que puedo — Elisandro esposó al hombre y lo metió al auto.

La señora Sandemetrio llegó a la estación y se acercó a uno de los miembros.

— Hola soy Vera Sandemetrio, me gustaría hablar con el agente Vidal.

— Él se encuentra ocupado en este momento, pero le diré que vino a verlo.

— Necesito hablar con él, es urgente. Por favor.

— Veré que puedo hacer.

— No tenemos pruebas contra Tomás Luca, así que dieron la orden de dejarlo ir.

— Pero no puede ser, él es un criminal… Es el achichincle de Aragón.

— Aún así, no podemos hacer nada. Pagaron una fuerte cantidad para dejarlo en libertad.

— Así que de eso se trata. Increíble — Se cruzó de brazos.

— Seguramente el mismo Aragón lo hizo.

— Pues no.

— Mi señor — Se acercó una mujer — Ya soltaron al sospechoso, no pudimos hacer nada.

— ¡¿Qué podríamos hacer ante un soborno?!

— Cálmate Elisandro.

— Señor — se acercó otro oficial — Una mujer de nombre Vera Sandemetrio, lo busca. Dice que es urgente.

Baltazar le miró sorprendido.

— ¿Y ahora qué quiere?

— No lo sé. Pero iré a averiguar. Tú, no le quites la vista de encima al malnacido que está en el hospital.

— Como digas.

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