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Déjà Vu

capítulo 1

Las vísperas navideñas estaban muy cerca, todo el mundo comenzaba a hacer largos recorridos de un lugar a otro para visitar a sus familiares y compartir bellos momentos en compañía de sus seres queridos. 

— La abuela Martha preguntara por ustedes.  

— Sí, pero nosotros queremos pasar una noche buena con el abuelo — dijeron los hermanos.

La familia bajó del auto y se acercó al timbre. Al cabo de unos minutos, un hombre de la tercera edad abrió la puerta.

— ¡Abuelo! — los niños se acercaron al encuentro. 

— ¿Cómo están pequeños? — el hombre les abrazó y el intercambio de cariño fue mutuo. 

— Lamento mucho llegar sin avisar papá, pero la verdad no quería que mamá se enterará — dijo en voz baja.

— Entiendo cariño. 

— Solo se quedarán un par de días, no queremos darle molestias señor Vidal — dijo el padre de los pequeños.

— No es ninguna molestia para mí, lo saben.

— Abuelo tengo tantas cosas que contarte…

— Yo primero.

— Un momento niños. Nosotros debemos hablar con el abuelo antes y después podrán platicar tanto como quieran. 

— Está bien.

— Adelante, no se queden ahí.

El señor Vidal los invitó a pasar. 

La sirvienta trajo chocolate caliente para que se sintieran más cómodos. 

— Vamos a ir con la mamá de Evan, nos invitó y no hay forma de cancelar. Los niños te adoran papá y querían pasar una noche buena contigo también. Solo iremos por un par de días y después vendremos para año nuevo — miró a su esposo con una sonrisa. 

— Claro, cielo. No te preocupes por los niños, ellos estarán bien. 

— Gracias papá. 

Los padres se acercaron a los pequeños y los abrazaron.

— Pórtense bien. 

— Saluda a la abuela por nosotros. 

— Claro — El padre abrazó a los pequeños. 

El abuelo y los pequeños despidieron el auto en la puerta. 

— Estoy segura que la pasarán muy bien — sonrió la madre.

— No tengo dudas. 

Los pequeños corrieron hasta donde estaba la chimenea y sacaron un par de regalos de sus mochilas.

— Abuelo, ¿dónde está el árbol?

— Aún no le he puesto — rió.

— Pero ya casi es el día.

— No se preocupen, podemos armarlo enseguida. 

— Sí. 

Los pequeños en compañía del abuelo, trajeron el árbol y las cajas con decoraciones. De inmediato se pusieron manos a la obra.

— Abuelo, obtuve buenas notas en mis exámenes. 

— Yo también abuelo. 

— Tuve muchas participaciones en clases. 

— Yo tuve más — El señor Vidal comenzó a reír. 

— Estoy orgulloso de ambos — les acarició la cabeza. 

— Abuelo yo quiero ser como tú cuando sea grande — dijo el pequeño.

— Yo también — respondió su hermana.

El abuelo se quedó pensativo y un tanto nostálgico. Miró hacia la ventana, observando cómo las cortinas se movían por el viento.

La pequeña corrió de inmediato y las cerró.

— ¿Estás bien, abuelo? — preguntó el pequeño.

— Sí — sonrió leve.

— ¿No te gustaba tu trabajo?

— Bueno, no estoy seguro. No era malo, pero tampoco era bueno. 

— Pero viviste muchas aventuras, resolviste muchos crímenes y encerraste a criminales. 

— Eres un héroe abuelo.

— ¿Señor, quiere que les sirvan más chocolate? — preguntó la mujer.

— Sí, por favor. 

Los pequeños se sentaron a tomar una taza más.

— Abuelo porque no nos cuentas una de tus aventuras.

— Mejor una historia — sonrió la pequeña.

— Bueno — sonrió. 

Los hermanos, muy atentos se acomodaron para poder escuchar. 

Las risas en los pasillos podían escucharse; los niños correteaban por toda la casa hogar y detrás del patio, otro grupo más jugaba.

Un par de niños jugaban en los columpios mientras el otro lo empujaba más alto. 

— ¡Detente! — grito la pequeña un tanto asustada. El niño dejó de mecer el columpio.

Cuando se detuvo, la pequeña bajó de inmediato.

— ¿Me querías matar?

 

— Eres una miedosa, no estaba empujando con fuerza. 

— Ya verás. 

La pequeña comenzó a seguir a su compañero con la intención de darle un coscorrón. 

— Niños, es hora de almorzar — dijo una de las cuidadoras.

Los pequeños salieron de prisa al comedor. Los dos niños continuaban jugando.

— ¡Ronnette!… ¡Elisandro! Vengan aquí — dijo una mujer de cabello negro que usaba un mandil. 

Los pequeños se detuvieron y salieron de prisa.

Los pequeños sentados a la mesa, uno al lado del otro, almorzaban.

— Mamá, no me gusta el brócoli.

— Cómetelo Ronn, por favor — dijo su madre y continuó sirviendo.

— Si quieres te lo cambio por la mitad de mi emparedado — la pequeña sonrió y casi por debajo de la mesa, hicieron el trueque. 

— Gracias — sonrió.

Después de tomar un baño, el reloj marcó las ocho de la noche. Todos los pequeños se dirigían a sus dormitorios. 

La mujer estaba sentada en medio de ambas camas, sostenía un libro de cuentos. 

Los pequeños escuchaban con atención y sus expresiones cambiaban mientras oían la historia.

— El fin — cerró el libro — Es hora de dormir.

— Mamá, nos puedes leer otro. 

— No Ronn, estoy muy cansada. Pero les prometo que el fin de semana les voy a leer tantos como quieran — les miró con una sonrisa.

— Está bien.

— Buenas noches Ronn — besó la frente de la pequeña — Buenas noches para ti también, Eli — le dió un beso.

— Buenas noches, mamá. 

La mujer se retiró. Ronnette bajó de la cama y se acomodó al lado de su compañero.

— ¿Puedo dormir contigo hoy?

No quiero que el monstruo de la historia me coma.

— Sí — la pequeña se abrazó de él. Elisandro la cobijó.

Al día siguiente, los pequeños se levantaron a continuar con la rutina, una vez más.

Los pequeños se encontraban dibujando y haciendo manualidades. 

— ¿Qué es eso?

— Es un salón.

— ¿Quieres ser profesor?

— Sí — sonrió — ¿Y tú? — observó su dibujo y la revista a su lado.

— Yo quiero ser actriz — sonrió. 

— ¿Actriz?

— Sí, como ella — señaló a la mujer de la portada — Seré muy famosa y estaré en una revista también — suspiró.

— Serás una gran actriz. 

— ¿Tú crees?

— Sí, la mejor. 

Una de las cuidadoras se aproximó a la puerta al escuchar que alguien llamaba. 

— (Espero que no sean más niños) — la mujer abrió y vio a un hombre de traje — ¿Lo puedo ayudar en algo?

— Lindo día, madame. 

— ¿Se le ofrece algo?

— Me dijeron que está es la casa hogar de Cecilia. 

— Sí. ¿Usted está interesado en adoptar?

— Bueno, no precisamente. 

La mujer abrió la puerta un poco más y observó una camioneta algo sospechosa.

— Hoy no recibimos visitas, pero puede volver otro día… — la mujer intentó cerrar la puerta, pero él hombre la detuvo.

— No, no tenga miedo. Hemos venido a traer algunos víveres y juguetes para los niños, un pequeño regalo de la familia Aragón. 

— ¿Aragón?

De la camioneta bajaron dos hombres altos e intimidantes. Se metieron a la casa con un par de cajas grandes. 

Las otras mujeres se acercaron al escuchar ruido.

— ¿Quiénes son? — Cuestionó una mujer mayor.

— Vienen a repartir juguetes para los niños.

— ¿Juguetes?

La mujer se aproximó al hombre de traje. Los otros dos hombres comenzaron a recorrer la casa como si buscarán algo. 

— Señor, lamento mucho esto. Pero debo pedirle que se retire, los niños no necesitan juguetes…

— Tranquila señora — el hombre sacó de su chaqueta un fajo de billetes — Mejor debería cooperar por la buenas y así nadie saldrá lastimado. 

La mujer palideció al darse cuenta de lo que estaba pasando. 

capítulo 2

Los hombres recorrían los pasillos, los niños observaban con rareza y algunos comenzaron a acercarse a preguntar.

— ¿Qué hacen aquí esos hombres?

— ¿Son policías?

— Eli ¿qué está pasando?

— No sé — el pequeño tomó a la menor de la mano — Vamos a buscar a mamá.

Los niños salieron de inmediato a la cocina.

— ¿Quiénes son esos hombres que están afuera? — preguntaron unos pequeños.

— ¿Qué hombres?

Las mujeres, incluida la madre de los pequeños, echaron un vistazo.

— (No) — Su rostro perdió color y su cuerpo comenzó a temblar.

Las mujeres abandonaron la cocina para ir a investigar.

Sonia, buscó la forma de escabullirse.

— Mamá — la mujer volteó de inmediato y corrió a abrazar a los pequeños.

— Aquí están — besó la frente de los pequeños.

— ¿Qué está pasando?

— Eli, llévate a Ronn a la bodega que está atrás y no salgan de ahí.

— ¿Por qué?

— Les explicó luego, ahora vayan.

— Sí.

La mujer abrazó al pequeña y dió un beso.

— Cuídate mucho mi pequeña, por favor — besó su frente de nuevo — Tu vida será diferente.

— Mamá.

— Eli, cuida muy bien a Ronnette por favor — acaricio su cabeza — No se rindan, no importa que tan difícil sea la situación en algún momento. ¿Recuerdan lo que había al final del arcoiris de la historia? — les miró con una sonrisa. Los pequeños afirmaron con la cabeza — Ustedes también tendrán su propio paraíso. Sé que lo conseguirán.

Los pequeños la abrazaron por última vez. La mujer escuchó un ruido y sacó a los pequeños de inmediato.

— Largo de aquí, llamaré a la policía.

El hombre sacó un arma y le apuntó a la cabeza.

Las mujeres se asustaron.

— Por favor, ¿qué quieren? Hay niños aquí.

— Les daremos lo que pidan, pero no dañen a los niños.

— Voy a pensarlo — el hombre colocó su dedo en el gatillo.

Sonia comenzó a llevar a los niños a otros sitios.

— No se asusten, ya pasará. No salgan de aquí.

— ¿Qué haces? — La mujer volteó y miró al hombre delante de ella.

— La policía llegará pronto.

Las mujeres estaban aterradas y no sabían qué hacer.

— Jefe, está estúpida llamó a la policía. ¿Qué hacemos?

El hombre le miró de pies a cabeza.

— Así que, aquí te escondías.

Las otras miraron con sorpresa.

— ¿Los conoces? — preguntó la mujer mayor.

— Claro que sí — el hombre le miró con una sonrisa — No se preocupen, nosotros ya nos vamos.

— Hagan lo que quieran conmigo, pero déjenlos en paz.

El par de sujetos sacaron dos armas de alto calibre del interior de las cajas.

— Así lo haremos… "señora".

Elisandro abrazaba a Ronnette.

— Tengo miedo. ¿Qué estará pasando con mamá?

— No te preocupes Ronn, ella volverá.

Los pequeños comenzaron a escuchar los disparos. Elisandro tapó los oídos de la pequeña.

Las sirenas de los autos policiacos se escuchaban aproximarse.

— ¡Mamá! — Ronnette comenzó a llorar, Elisandro no dejaba de abrazarla.

Disparos detrás de otros se escucharon, un pequeño enfrentamiento y después los criminales se fugaron. Pasó al menos media hora hasta que los paramédicos se hicieron presentes.

Ronnette en compañía de Elisandro entraron a la casa hogar. El llanto de los infantes hacía eco en la mente de los pequeños.

Ronnette observó a su alrededor y corrió de inmediato a dónde los paramédicos.

— Vamos niños, afuera — Los policías sacaban a los menores tan rápido como podían.

— ¡Mamá! — Ronnette corrió hacia los cadáveres y se acercó al de su madre — ¡Mami! — la pequeña la movía — ¡Mamá despierta! — Ronnette observó sus manos, estaban manchadas de sangre.

— ¡Ronnette! — Elisandro la miró caer inconsciente.

Un policía tomó a Elisandro y éste observó a su compañera; un paramédico se acercó de inmediato y la tomó en brazos.

— ¡Ronnette!

Pasaron algunos días hasta que los pequeños fueron llevados a un nuevo sitio, un hogar temporal dentro de la ciudad.

Ronnette abrazaba una muñeca y miraba fuera de la ventana.

Elisandro se sentó a su lado y la tomó de la mano.

— Nos llevarán a otro sitio la otra semana. Pero estaremos juntos, no te dejaré sola.

— Quiero a mi mamá — Elisandro la abrazo.

— La volveremos a ver en nuestro paraíso, ella estará ahí seguramente.

— ¿Cuándo?

— No lo sé. Pero te prometo que cuando estemos ahí, la buscaremos juntos.

———————————

— Es hora de ir a la cama niños.

— ¿Qué pasó después?

— ¿Ronnette encontró a su mamá?

— Mañana lo sabrán.

— Bueno.

Los pequeños fueron a la habitación y se acomodaron.

El señor Vidal esperó a que los niños durmieran y se acercó al árbol a poner los obsequios.

——————————

Los días pasaban; aquellos que fueron adoptados, dejaron la casa hogar y los que no, esperarían a cumplir la mayoría de edad y seguir por su cuenta.

El circo había terminado un día más de recorrido por la ciudad. Pronto llegaría el momento de partir a un nuevo destino.

Un joven se acercó a la caravana y observó a una joven que se dirigía a descansar.

— ¿Cómo le fue a la estrella?

— Estoy cansada.

El joven se acercó y la tomó de la mano.

— Lo digo en serio, Eli.

— Vamos a cenar algo, yo invito — la joven le regaló una sonrisa.

El par estaba sentado frente al muelle, disfrutando de un helado.

— ¿Y cómo te fue a ti? Otro día más de jugar a policías y ladrones — rió.

— No me quejo. Por ahora todo parece tranquilo, uno que otro delincuente. El señor Connor me dijo que podría estar listo para acción de verdad en un par de años.

— Suerte con eso.

— ¿Y tú? ¿Pronto te veré en la pantalla grande? — la joven le dió un leve empujón con el hombro.

— Búrlate, pero cuando menos lo esperes… Verás mi foto y mi nombre en todos los anuncios y revistas. Ya verás — sonrió.

— Yo sé que sí. Pero quiero que sepas que estoy orgulloso de ti, Ronn — la joven le miró con una sonrisa.

— ¿De verdad?

— Sí — Ronnette abrazo al joven.

— Gracias por quedarte a mi lado, Eli — Ronnette se aferró a su brazo llena de paz.

Los policías recibieron la mañana con penumbra.

— Tal parece que los sorprendieron en la noche.

— ¿Qué sucedió?

— Un ajuste de cuentas.

Connor, colocó el expediente sobre la mesa.

— ¿De quién se trata?

— El clan Aragón.

— ¿Aragón? — Elisandro comenzó a echar un vistazo.

— Estos tipos son problemáticos, hace años les seguimos el rastro… Pero su líder sabe esconderse muy bien.

El joven observó a detalle las fotografías y echó un vistazo al contenido de la carpeta.

— Ellos fueron los responsables del alboroto de anoche. Van a continuar matando a quienes consideren adversarios en su juego. No podemos permitir que continúe, no solo por la ola de crímenes… si no también por la seguridad de nuestra gente.

— (No puede ser) — Elisandro cerró la carpeta.

— ¿Estás bien, hijo? No estás preparado para ver ese tipo de escenas aún.

— Estoy bien, no se preocupe.

— Llevaré el caso personalmente.

— Déjeme ayudarlo.

— Hijo no tienes idea, aún te falta experiencia. Si te dejo seguirme ahora, no volverás a casa uno de estos días.

— No se preocupe por eso.

— Eres mi aprendiz, y no voy a permitir que te veas envuelto en esto.

— Por favor Señor Connor, solo le pido una oportunidad. Quiero aprender del mejor y lo lograré si me quedo a su lado.

El hombre se quedó pensativo.

— Si te metes en esto, no habrá marcha atrás Elisandro, ¿comprendes? La gente de Aragón no se va a doblegar ante ti, te matarán si tienen la oportunidad.

— Lo sé. Asumiré los riesgos, no se preocupe Oficial Connor, no le fallaré.

capítulo 3

Ronnette danzaba al ritmo de la música, jugando con los hilos de seda. Mostrando sus mejores movimientos mientras imaginaba que estaba rodeada de paparazzis.

— Otro bello espectáculo de la más hermosa y radiante bailarina de "Vehalla", así es señoras y señores… Solo en nuestro circo.

Ronnette se acercó al camerino del maestro de ceremonias.

— Ya le dije que no está.

— Pero si acaba de dar el show.

— Disculpen — la joven se detuvo y dió media vuelta.

— ¡Espera!

— ¡Le dije que se vaya!

Ronnette se dió la vuelta y miró a la mujer de buena fachada.

— ¿En que la puedo ayudar?

— No la escuches Ronnette, está farsante solo quiere endulzarte el oído…

— Estoy hablando con la señorita.

— Me permite — dijo la joven.

El hombre se retiró — Disculpe, puede continuar.

— Soy Rossmary Danés, representante de G & G — extendió su mano, la joven la tomó.

— Un gusto, soy Ronnette Sorní.

— ¿G & G?

— Gehanny y Gehelle. Una agencia de modelos. Estamos buscando talentos y creo que tú tienes todo para ser la próxima sensación.

— ¿Yo? — dijo sorprendida.

— Así es. Estuve observando tus shows, creo que eres extraordinaria.

— Bueno, yo siempre quise ser famosa — sonrió.

— Pues está es tu oportunidad Ronnette.

— ¡Tendré mi propia película!

— Bueno, yo te estoy ofreciendo un lugar en mi compañía de modelaje, quizá más adelante puedas explorar esa posibilidad, este sería el primer paso. Ahora dime, ¿dónde están tus padres?

— Bueno — la joven desvió la mirada — Soy huérfana. Pero tengo a alguien que responde por mí, es como un hermano mayor, bueno no…

— ¿Dónde está? Necesito hablar con él seriamente para explicarle.

— Él está trabajando.

— ¿A qué hora regresa?

— No lo sé, depende.

— ¿En dónde trabaja?

— En la estación de policía.

Por la noche. Elisandro llegó a casa y encontró a Ronnette en compañía de una desconocida.

— Buenas noches ¿Quién es usted?

— Igual para usted — la mujer se puso de pie y se acercó al joven — Su hermana me dijo.

— No soy su hermana.

— Bueno… — les miró — Su no…

— ¿Qué quiere? — interrumpió el joven.

— Vengo de G & G, una compañía de modelaje. Estoy en búsqueda de nuevos rostros para la revista — le enseñó su tarjeta de presentación. Elisandro la observó.

— ¿Y? — miró a Ronnette.

— Estoy interesada en Ronnette. Me gustaría que viajara conmigo para convertirme en la próxima cara de G & G. Estará en todos lados, no se arrepentirá.

— Permítame un momento — Elisandro y Ronnette se fueron a la cocina — ¿Estás segura de lo que vas a hacer, Ronnette?

— Sí. Es mi oportunidad Eli, lo que siempre soñé — sonrió.

— Yo soy el más feliz por ti en este momento, pero no me siento seguro de enviarte sola con una desconocida. No sabemos si está diciendo la verdad o no.

— Puedes acompañarme.

— Yo tengo trabajo aquí, y más ahora — el joven se dió la vuelta.

— ¿Por qué lo dices?

Elisandro se quedó pensativo.

— Es mejor que vayas con ella.

Ronnette se quedó confundida ante sus palabras.

— ¿Qué pensaron?

— Ella irá con usted.

— No se preocupe, todo estará bien. Puede acompañarnos si lo desea.

— Yo no puedo, pero confío en usted y de que se trata de una compañía seria. Supongo que ya sabe a qué le dedicó y no querrá problemas.

— No señor. Le doy mi palabra.

— Gracias — la joven le tomó del brazo.

Por la mañana, Elisandro acompañó a Ronnette al aeropuerto.

— Espero que puedas visitarme pronto. Te enviaré la dirección, te lo prometo.

— Gracias. Y voy a visitarte, lo prometo — Ronnette le abrazo — Cuídate mucho, por favor. Si algo sucede, no dudes en decirme — beso su frente.

— Lo haré — sonrió — Cuídate tú también. Volveremos a vernos y… — la joven le dió un beso en la comisura de sus labios. Elisandro reaccionó con sorpresa, Ronnette le acarició la mano y se marchó.

Elisandro se quedó hasta que el vuelo de la joven despegó.

— Adiós Ronnette. Espero que llegues muy lejos, de todo corazón.

———————————

Los pequeños abrazaron a su abuelo.

— ¡Feliz navidad abuelo!

— Feliz navidad también para ustedes — sonrió.

Los pequeños tomaron sus regalos y le entregaron a su abuelo el suyo.

— ¡Ábrelo!

El señor Vidal tomó desenvolvió el primer regalo.

— Ese es el mío — dijo la pequeña.

El hombre lo abrió y observó un portaretrato con una foto de la familia reunida.

— Es hermoso — miró a la pequeña — Gracias princesa — le dió un beso en la frente.

Tomó el segundo obsequio.

— Ahora el mío.

Lo abrió y observó la forma de un auto de policía hecho de macarrones y con algo de pintura.

— Gracias, hijo — el abuelo lo abrazó — Gracias por los obsequios — sonrió.

— De nada abuelo. Ahora vamos a abrir los nuestros.

————————————

La puerta del coche se abrió.

— Mi señor, enviamos refuerzos hace una hora, pero el sujeto al parecer no se entregará.

— Entonces debemos entrar.

— Se escucharon disparos, amenazó con matar a las personas dentro del edificio.

— ¿Un terrorista? — le miró un hombre de ojos verdes.

— No lo creo Baltazar.

Los oficiales sacaron sus armas y entraron con cautela.

— ¡Sabemos que sigues ahí, será mejor que entregues!

— ¡No lo harán! — se escuchó un disparo a sus espaldas. Baltazar soltó un quejido, una bala le había rozado el hombro.

— Malnacido — Elisandro le disparó en la pierna.

Los oficiales llevaron al sujeto a la estación.

— Cinco heridos y una baja.

La esposa del administrador está aquí.

— Yo hablaré con ella.

Elisandro se aproximó a dónde se encontraba una mujer de cabello cobrizo.

— Buenas tardes. Soy el Oficial Elisandro…

— Ya sé quién es usted — dijo un tanto disgustada.

— Lo siento mucho señora Sandemetrio.

— Olvídese de las condolencias. Quiero saber quién es el responsable.

— Estamos haciendo las investigaciones correspondientes.

— Mi marido era un hombre honorable.

— Señora no se adelante. Eso dicen todos al principio y después salen sus trapitos al sol.

— ¿Qué está diciendo?

— No le haga caso. Yo me voy a comunicar con usted personalmente.

— Yo necesito que aclaren esto de una vez.

— Yo también necesito aclarar esta situación, pero no es tan fácil.

— Pues haga lo que tenga que hacer.

— Lo haré — dijo en tono firme.

La mujer se dió la vuelta.

— ¿Ya tienen alguna novedad?

— No. Pero creemos que Sandemetrio se vio enredado entre un de este par de empresarios. Seguro mandaron a alguien a hacer el trabajo sucio.

— Entonces a trabajar.

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