Elisandro se acercó a la mujer que se encontraba de pie en la entrada. La mujer sacó un cigarrillo y se lo puso en la boca.
— Está prohibido fumar aquí.
— Lo siento — la mujer lo guardó.
— Me dijeron que quería verme con urgencia. ¿La puedo ayudar en algo?
— En realidad… — se quedó pensativa — Yo quería ofrecerle una disculpa por lo que le dije la otra vez. La situación no me permitía ver las cosas con claridad, usted entiende.
— No se preocupe por eso, yo entiendo muy bien lo que estaba pasando y lo que estaba pensando, no la culpo.
— Gracias — sonrió.
— Es mi deber.
— Lamento la interrupción.
— No se preocupe — él cerró la mano.
— ¿Todo bien? Discúlpeme.
— No. Lo mismo de siempre, Aragón haciendo de las suyas y la policía haciéndose de la vista gorda.
— Entiendo. Bueno, me retiro. Gracias de nuevo.
— Por nada Señora.
— Vera… Dígame por mi nombre — estrechó su mano.
— Bien.
Rossmary entró a la habitación y se acercó por detrás a la joven.
— Ronnette.
— ¿Qué sucede? — dijo asustada.
— Nada malo, no te preocupes. Mira — le mostró un periódico — Acabas de llegar y ya tienes los reflectores encima.
— Todavía no me lo creo.
— Pues deberías. Mañana empezaremos con las grabaciones, debemos estar muy temprano en el set.
— Tienes razón.
— Cuando termines, podremos ir a festejar. Los chicos están organizando algo.
— ¿En serio? — dijo emocionada. La mujer movió la cabeza.
La camioneta polarizada se detuvo frente a la puerta de una mansión.
— ¿Está bien, señor?
— Sí, ahora encárgate de la camioneta y deja de molestar — le arrojó las llaves — Maldito remedo de detective — se acomodó el cuello de la camisa.
El hombre entró a un enorme despacho. Alguien de espaldas en un sillón miraba hacía una pintura sobre la pared.
— Mi señor, antes que nada. Le agradezco por sacarme de ahí.
Esa copia barata de Holmes, pagará caro está humillación.
— Olvídate de él.
— No cree que deberíamos eliminarlo de una buena vez. ¿Qué le parece si volamos la estación?
— Vidal y sus ratones son mi menor problema ahora, ¿entiendes? — se dió la vuelta.
— Habla del clan enemigo. Esos inútiles no podrán hacernos nada, los eliminaremos poco a poco y no quedará ninguno. Pero ese estúpido gato no nos dejará hacerlo más fácil.
— Suficiente Tomás. Solo evita cruzarte con él por el momento, la próxima vez, te dejaré ahí un par de meses para que aprendas. Ya llegará su hora.
El fin de semana había llegado. Todo el mundo se encontraba en la plaza comercial, haciendo las compras.
— Este año sacaron el arsenal para navidad mucho antes.
— Así es.
— ¿No deberíamos estar disfrutando del fin de semana?
— Estamos en la plaza comercial, ¿qué más quieres?
— No se porque siempre termino enredado en tus asuntos.
— Confía en mí, si continuamos como hasta ahora, pronto disfrutaremos de cada fin de semana sin preocupaciones.
— ¿Y qué hay en esta plaza? que nos pueda ayudar a capturar a los Aragón.
— Ya verás.
Ambos entraron a una tienda de antigüedades.
— Buen día, ¿les puedo ayudar en algo? — dijo la vendedora.
— Sí. Estamos aquí de parte del señor, Tomás Luca. Es cliente frecuente y nos dió instrucciones para contactar a un hombre de apellido Saldivar.
— Creo que debería hablar con el gerente, entonces.
La mujer los llevó con su jefe.
— Usted podría decirnos dónde encontrar a este hombre — Elisandro deslizó algunos billetes sobre el mostrador.
— Ustedes no vienen de parte de Tomás — les miró.
— Le conviene no decir nada. A menos que quiera ir a prisión.
— Bien.
Ambos se dirigían al auto de nuevo.
— Podemos comprar un helado al menos.
— Está bien.
Baltazar se colocó en la fila de los helados.
— Mamá vamos por un helado, ¿sí?
— Ve.
Elisandro observó a la pequeña.
Vera levantó la vista y se quedó fija en el joven.
— Yo a usted lo conozco — la pequeña miró a Baltazar.
— ¿Me hablas a mí?
La mujer se acercó a Elisandro.
— Agente — sonrió.
— Se… Vera Sandemetrio — sonrió.
— Que gusto verlo por aquí. ¿Vino a hacer el súper también?
— Sí, ya me iba de hecho.
— ¿Está esperando a su esposa? — miró a una mujer en la fila de los helados.
— No, yo no soy casado.
— Discúlpeme.
— Descuide — la mujer sonrió.
— ¡Lo sabía! — La pequeña llegó corriendo.
— Me descubrieron — dijo Baltazar.
— ¿Qué? — dijo la mujer.
— No le haga caso, solo está jugando.
— Podemos quedarnos un rato — dijo Baltazar.
— Claro.
— ¿Qué les parece si vamos a comer? — dijo la mujer.
— Bien.
Los cuatro almorzaron y después Marilú en compañía de Baltazar fue a visitar las tiendas.
— ¿Y cómo se encuentra?
— Pues, un poco mejor — sonrió — ¿Puedo hablarle de "tú"?
— Claro.
— Entonces no estabas de compras aquí.
— Bueno, es confidencial.
— Entiendo.
— Solo puedo decir que tiene que ver con lo que le comete en la estación.
— Oh. Espero de todo corazón que las cosas salgan muy bien para ti.
— Gracias.
— No puedo ayudarte más que moralmente.
— No te preocupes. ¿Y cómo está tu hija? Por cierto, ¿cómo se llama?
— Marilú. Ella está muy bien, tiene que asimilarlo, al principio no fue fácil, pero supongo que distraerse le hará bien.
— Cierto.
Marilú llegó antes, dejando a Baltazar a medio camino.
— ¡Mamá! — la niña se acercó con una revista — Ronnette ahora será una estrella de cine.
— ¿Cómo?
— Mira — la joven colocó la revista sobre la mesa. Elisandro se quedó fijo en ella.
— Que bien. Un día podrías llegar a ser tan famosa como ella, ya lo verás hija.
— Espero que sí mamá.
Vera observó a Elisandro, él tenía la mirada perdida en la portada.
— Oye, no salgas así de repente — dijo Baltazar.
— ¿Se encuentra bien? — dijo la pequeña. Elisandro levantó la vista y le miró con una sonrisa.
— ¿Eres una admiradora de Ronnette?
— Sí, algún día quiero ser como ella. También quiero estar en las revistas de G & G y en el cine — suspiró. Él la miró y por un momento, observó el rostro de la pequeña Ronnette.
— Estoy seguro que lo lograrás — la pequeña sonrió.
Elisandro y Baltazar, llevaron a Vera y su hija a casa.
— Fue una tarde agradable, gracias — sonrió la mujer.
— Lo mismo digo.
— Las puertas de mi casa están abiertas, para cuando gusten.
— Gracias Vera — Elisandro estrechó su mano.
— Bueno, nos vemos pequeña.
— Adiós — Marilú se despidió de ambos — Otro día puedo mostrarle mi colección de revistas — miró al joven.
— Seguro — Elisandro le regaló una sonrisa y chocaron puños — Pórtate bien, futura estrella.
Vera observó el auto alejarse.
— ¿Volverán? — miró a su madre.
— Tal vez — sonrió.
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Updated 25 Episodes
Comments
Tita Susa
excelente trabajo
2023-09-30
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