Capítulo catorce – Primer día de clases
Iba por el pasillo, en dirección al dormitorio, sin poder dejar de pensar en que era lo que había ocurrido con Hanna. Era posible que fuera más que mi imaginación. Aun así, esas cosas no eran asunto mío, por lo que no le haría comentario para no incomodarla.
Me sentí agradecido de no encontrarme con nadie, odiaba tener que poner una sonrisa todo el tiempo. Para mi padre eso era importante, según él, no debía dejar que los demás dudaran de mi capacidad de liderazgo y de mi amabilidad. Aun así, las personas abusaban de ellas todo el tiempo. Estar en esta academia era un infierno, aunque era consciente que me lo merecía. Este era mi castigo por las cosas malas que hice.
—Aléjate de mi hermana —escuché decir a alguien detrás de mí. Pude reconocer su voz de inmediato.
—No lo haré —indiqué sin darme vuelta. Estaba por entrar a mi dormitorio cuando ella tomó mi mano y giré la cabeza para verla. Emma Stephen Son, la princesita de la Academia, estaba frente a mí.
—¿Qué quieres que te dé para que al fin la dejes en paz? —preguntó Emma para molestarme.
—No hay nada que tú tengas que me pueda interesar. Así que mejor deja que sea tu hermana la que me diga que no me quiere cerca —espeté e hice que me soltara. Al ver su rostro, el miedo en sus ojos estaba plasmado de manera intensa. Me di cuenta de que otra vez había salido de mí esa parte que no tenía que dejar que los demás vieran. Me aterré de solo imaginarlo, por lo que, sin más, entré a los dormitorios.
—Qué cara —exclamó Dionisio cuando me vio—. ¿Puedo hacer algo por ti?
—Necesito estar solo —indiqué mientras me iba a mi cuarto.
Una vez dentro cerré la puerta, me puse los guantes y comencé a pegarle a la bolsa. Su voz parecía cada vez más cerca, no podía volver a escucharla, no dejaría que arruinara mi vida de nuevo. Por lo que me coloqué los auriculares y puse música lo más fuerte que pude, mientras le pegaba a la bolsa sin parar. Lo hice hasta sentir que mis músculos dolían.
No sé en qué momento me quedé dormido, pero soñé con ella. Estaba frente a mí con su cara de loca y me pedía que la ayudara a encontrar a Hanna.
—Vamos a ir a desayunar. ¿Vienes? —me preguntó Dionisio al entrar al cuarto y quitarme los auriculares. No había logrado dormir mucho.
—¿Qué hora es? —pregunté confundido.
—Es la hora de desayunar, luego tenemos clases, hace rato que vengo golpeando la puerta de tu dormitorio sin parar. No te dejes más los auriculares puestos cuando duermes —me pidió y me puse de pie. Debía darme una ducha antes de salir.
—Gracias por despertarme —le dije mientras tomaba una toalla y otro uniforme para cambiarme.
—¿Qué pasó con los libros? ¿A tu chica no le gustaron? —preguntó Dionisio.
—No es mi chica, y si le gustaron —le aseguré y al recordar a Hanna no pude evitar sonreír.
—¿Por qué no la vas a ver un rato? Si nombrarla te hace tan bien, verla te hará mejor. No cabe duda —bromeó Dionisio, pero, aun así, me pareció una buena idea.
—¿Y qué excusa le pongo? Ya le di los libros y anoche le llevé una cena —indiqué preocupado. No quería hacerla sentir incómoda. Después de todo, su hermana ya le habría hablado mal de mí.
¿Hanna aceptaría seguir hablando conmigo después de eso?
—¿Sigue en la enfermería? Llévale el desayuno, cómprale algo en el restorán —dijo mi amigo. Parecía una gran idea.
—Por fin dices algo bien — bromeé y él me golpeó en la espalda con fuerza.
—Báñate y vamos —me indicó.
Caminamos hasta el restorán del colegio y miré las opciones. Sin embargo, aún no sabía que era lo que le gustaba comer a Hanna. Y aunque vi a su hermana con sus amigas, ella no me ayudaría con esto. Suspiré y luego pedí algo que estaba seguro de que en la enfermería no habría. Caminé a toda prisa. Era temprano, por lo que no había muchos alumnos dando vueltas. Sin embargo, cuando llegué me sorprendí al ver el sitio destrozado. Parecía que alguien había hecho explotar una bomba. Pero, ¿qué había ocurrido y dónde estaba Hanna?
—Soy Augusto Peralta —dije, de manera firme, a los guardias que custodiaban la enfermería mientras había personas trabajando para repararlo todo.
—Este sector está prohibido para los alumnos, incluso tú —me reprendió uno de ellos.
—Necesito saber dónde se encuentra la chica que estaba siendo atendida ayer —aclaré y le mostré que traía algo para ella.
Como me lo esperaba, todo era confidencial. Según ellos, eran órdenes infranqueables. Por lo que me apresuré a ir a la oficina de mi tía. Tania seguro sabía lo que estaba ocurriendo.
—¿Están seguros de que fue ella? —escuché decir a mi tía. Por lo que me resistí a entrar en su oficina. Necesitaba escuchar si era de Hanna que estaban hablando.
—Su hermana salió arrojada, perdió la conciencia por unos segundos. Creemos que durante su discusión lo hizo —decía alguien.
—No van a encerrar a mi hija —escuché la voz de un hombre y pasé.
—Tía, lo siento. ¿Me llamaste? —pregunté, aunque sabía que no era así.
Me sorprendí al ver al hombre frente a mi tía. A su lado estaba la madre de Hanna, por lo que al ver sus ojos intuí que ese hombre era su esposo, el señor Stephen Son. Ellos no estaban solos, ya que había también dos de los hombres de seguridad. Esto no parecía algo sencillo. Pero, ¿qué había ocurrido? Y por sobre todo…
¿Dónde estaba Hanna?
—Si están ocupados puedo regresar más tarde —aseguré, aunque esperaba poder enterarme de algo más.
—Ven Augusto —indicó Amanda extendiendo uno de sus brazos. No la había visto hasta entonces—. Él conoce a Hanna. Puede decirnos si notó algo extraño en ella.
Parecía que la seguridad de la Academia creía que Hanna había causado la explosión en la enfermería. Por lo que debía cuidar mis palabras si no quería meterla en problemas.
—Dinos, Augusto, ¿notaste algo extraño en Hanna? —preguntó mi tía.
Los padres de Hanna me miraban fijamente, Julia parecía un poco triste, pero su esposo estaba furioso.
—No, para nada. Es como cualquier otra estudiante, excepto por sus desmayos —mentí esperando que nadie se diera cuenta. No dejaría que culparan a Hanna antes de averiguar por mi cuenta, si lo que yo sabía tenía que ver con el incidente de la enfermería.
—¿Quién es él? —preguntó el señor Stephen Son.
—Es mi sobrino y quien ha estado con Hanna estos días ayudándola a integrarse —explicó mi tía al hombre que parecía querer comerme vivo.
—¿Sabías de eso, Julia? —preguntó el hombre y tragué saliva al notar como no dejaba de intimidarme con sus ojos azules.
Autora: Osaku
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Comments
🤗 dannet
jajajajajaja corre que su papá es super celoso de sus niñas
2024-12-12
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🤗 dannet
🤩😍😍 geo cuidado sus nenas
2024-12-12
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🤗 dannet
joder esto se puso drama mal
2024-12-12
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