XI - Familia

Capítulo once - Semana de Inscripción

Mamá quería que dejara el proyecto en el que Amanda me había pedido que la ayudara. Lo único que me parecía interesante de esta Academia.

—Me gusta mucho hacerlo, aprendí en un día más que en toda la secundaria. Agradezco que papá y tú me enviaran a este colegio —dije segura de que quería seguir investigando más.

—Bien, solo tengo una duda más. ¿Qué pasa entre ese chico y tú?

—¿Quién? —pregunté confundida.

—Augusto Peralta. ¿A caso es tu novio? —preguntó mi madre sorprendiéndome.

—¿Qué? No, mamá. Sabes que los chicos se vuelven locos por Emma. Yo solo soy llamativa para los médicos y científicos que quieren experimentar con mi sangre —dije a modo de broma.

—No lo sé, estaba preocupado por ti. Hace tiempo que no veo a alguien tan asustado. Me recordó mucho a tu padre cuando estuve enferma —intentó explicar mi madre y sonrió. Amaba mucho a papá y eso me hacía feliz.

—¿Dónde está mi sobrina? —preguntó la tía Dala y sonreí al verla.

—Aquí estoy —le mostré levantando la mano en la que no tenía el suero.

—Mi preciosa niña genio. Me enteré de que haces estragos en este lugar y apenas tienes dieciséis, no quiero imaginarme cuando termines la universidad —espetó mi tía Dala.

—Seré la primera mujer en ganar la mayor cantidad de premios novel del mundo —respondí sonriendo.

—Así me gusta —dijo mi tía y noté que mamá parecía preocupada.

—¿Qué pasó en el laboratorio? —preguntó mamá.

—Voy al baño, hablen de sus cosas tranquilas —indiqué y me fui con el pie de suero.

Me miré al espejo, parecía un cadáver, demasiado pálida como si no hubiera sangre dentro mío, lo que me molestó un poco.

¿A quién podría gustarle viéndome así?

—Lo siento, no sabía que estaban con Hanna —escuché una voz conocida y cuando regresé vi a Augusto. Mi madre sonrió y mi tía Dala lo invitó a entrar a la habitación.

—Qué tierno, un amigo de mi sobrina vino a verla —murmuró mi tía haciéndome señas mientras Augusto no nos veía.

—Hanna, te traje algo para comer. No sabía que tu madre estaba aquí —señaló él, algo nervioso. Vi el sushi en su mano y sonreí.

—Voy a encargarme de algunas cosas. Augusto, ¿podrías quedarte con Hanna? —preguntó mamá y él dijo que sí de inmediato.

—Deja que te ayude a acostarte —dijo él y lo miré extrañada.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones nervioso? —le pregunté.

—No me pasa nada —espetó y me pasó el sushi—. Les pedí que me dieran lo mismo que comiste ayer, ya que no quería traerte algo que no te gustara.

—Muchas gracias —indiqué, y mientras comía noté que parecía nervioso—. ¿Te ocurre algo? Sigues actuando extraño.

—¿Qué piensas sobre las personas que tienen capacidades especiales? ¿Existen? —me preguntó y lo quedé viendo—. Como los superhéroes digo, hacerse invisible, manipular objetos, leer la mente…

—¿Por qué me preguntas algo como eso? ¿Te gustan los comics? —le pregunté y me pidió que me olvidara de eso.

—Amanda me contó que ayudó mucho la información que les diste. Está muy contenta, incluso me felicitó siendo que yo no hice nada —aseguró como si siguiera nervioso.

—¿Por qué dices eso? Tú me ayudaste mucho estos días —le recordé, y sonrió incómodo.

—No fue nada, solo te llevé a donde debías ir. En unos días conocerás toda la academia y ya no me necesitarás —señaló y suspiró.

—¿Es verdad que deseas ser político como tu padre? —le pregunté para conversar.

—Es lo que él espera de mí. Y me gustaría que se sintiera orgulloso —dijo más tranquilo.

—Pero te gusta, estar con personas, hablar, debatir… Escuché que pediste que hubiera un teatro para este año, donde se puedan ver películas y las representaciones de todos los que estudian artes escénicas y música. Eso es bueno —expliqué, recordando lo que había escuchado decir a algunas chicas.

—Hago lo que puedo para ayudar a que sea menos tedioso estar nueve meses encerrados aquí —me aseguró y le pregunté si quería probar el sushi—. Lo siento, soy alérgico al pescado.

Por lo que le mostré que no tenía pescado. Él lo probó y sonrió, al parecer le gustó. No sé por qué empecé a sentirme extraña.

—Quería hacerte una pregunta. Sé que te esfuerzas por ayudar a Amanda. Pero, ahora que estoy aquí, podrías tener una gran oportunidad para hablar con mi hermana. ¿Por qué no la usas? —le pregunté ansiosa.

—¿A qué te refieres? —me preguntó devolviéndome el sushi.

—¿No te gusta mi hermana? Cuando nos conocimos hace unos días la miraste con admiración —dije y él empezó a reír.

—Para nada, ese no fue el motivo por el que me quedé viéndola. La reconocí de haberla visto en otro sitio —dijo y trató de calmarse, al parecer le había resultado muy gracioso.

—¿Y Sofí? —le pregunté sin entender por qué se había acercado a nosotras.

—¿Qué con Sofí? —me preguntó.

—Si ella es la que te gusta, disculpa, no entiendo que pretendes acercándote a mí. No soy muy amiga de Sofí, así que no podré ayudarte a conquistarla —le advertí.

—¿No puedes solo agradarme tú? —me preguntó y me quedé sorprendida.

—¿Por qué te agradaría? —le pregunté confundida.

—Pues eres una chica muy lista, lograste descubrir algo que mi prima lleva meses tratando de conseguir con muchos expertos. Además, eres diferente, no me ves como las otras chicas. Ni siquiera me pediste mi número de teléfono, eso quiere decir que no me ves como algo inalcanzable, solo como un compañero más. Me gusta que seas sincera, que me muestres desagrado cuando algo de mí te molesta. Aquí son complacientes muchas veces y no sé con quién puedo hablar con honestidad —me aclaró, y me dejó pasmada.

—¿Amanda es tu prima? —pregunté confundida, y se mostró molesto.

—Mi madre y el padrastro anterior de Amanda eran hermanos. Tania es mi tía por haber sido la esposa de ese hombre —señaló, como si estuviera incómodo e irritable.

—¿Te molesta hablar de tu familia? —le pregunté confundida.

—Mucho —repuso y se puso de pie.

—Lo siento, no volveré a mencionarlo. Soy demasiado curiosa —le expliqué, y pareció mostrarse más tranquilo.

—Gracias por eso —enfatizó antes de marcharse.

¿Por qué me molestaba que se fuera?

Autora: Osaku

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