Capítulo tres - Día de ingreso
Emma y Sofí me fueron a buscar para que me dirigiera al dormitorio con ellas. Ambas parecían muy felices de estar estudiando en este colegio. Aun así, no entendía por qué se tomaban tantas precauciones.
—Démonos prisa —dijo Emma, pero perdí el equilibrio empujando a alguien al suelo.
—¿Disculpa? —El tipo me sonaba conocido, al verlo me di cuenta de que era el mismo que había estado en la enfermería.
—Mi hermana no lo hizo con intención —trató de defenderme Emma.
—No te preocupes —le sonrió él y noté como la miraba, de la misma manera que lo hacía la mayoría de los chicos que se enamoraban de mi encantadora hermana.
—Soy Augusto Peralta —se presentó con ella mientras yo seguía en el suelo.
—Soy Emma Stephen Son —dijo mi hermana como si no le importara. Estaba acostumbrada que los chicos lindos se interesaran en ella—. ¿Estás bien, Hanna?
—Sí, tranquila, es esa maldita medicación —dije y me puse de pie.
—Augusto, vamos. Debemos darnos prisa —dijeron unas chicas y él nos volvió a sonreír y se marchó con ellas.
—Es un adonis —dijo Sofí y sonreí.
—Pensé que te gustaba mi primo —espeté incómoda con su comentario.
—Hay muchos chicos lindos aquí —aseguró Sofí sonriendo.
—No le prestes atención Hanna. Sofí fue a una escuela para señoritas y solo conoce a sus hermanos. Cualquier chico le parecerá lindo. De camino a buscarte me dijo que le gustaban como cinco más —bromeó mi hermana ayudándome a caminar—. Vamos al dormitorio para que puedas descansar.
—No veo la hora de recuperar mi móvil. Quiero sacarles fotos a todos ellos —indicó Sofí y nos reímos.
—Eso ocurre cuando vas a un colegio de monjas por demasiados años —bromeó mi hermana.
Sonreí, y continuamos hasta llegar al sector que nos correspondía. No parecía demasiado lujoso, en cambio, se veía limpio, como si fuera nuevo y diseñado de una manera que todo resultara eficiente.
—¿Qué ves? —me preguntó Emma, y sentí cómo un mareo se volvía más fuerte y mis ojos se cerraron.
—¡Hanna! —dijo mi hermana al tratar de atraparme.
—Fernando, ¿qué piensas? —escuché decir a una mujer.
—Parece tener las mismas características que mis muestras. Sin embargo, su cuerpo lo asimiló completamente distinto. Aunque ahora está un poco revolucionada por la adolescencia —dijo un hombre y abrí los ojos. Esa no era la enfermería.
—Hanna, ¿cómo te sientes? —me preguntó la señora Li.
—Bien. Quiero hablar con mi mamá —dije y tomé una de las pastillas que tenía en mi bolsillo.
—¿Qué es eso? —me preguntó el hombre al lado de la señora Li.
Había muchos que darían lo que sea por obtener mi sangre. Así que debía ser más cuidadosa al no estar cerca de mis padres. Mi mamá me había dicho que no debía hablarles a las personas sobre mi enfermedad.
—Los presento, él es Fernando, es médico, aunque no se especializa en clínica, ya que es otorrinolaringólogo, vino unos días para ayudarnos a completar los archivos de alumnos nuevos como tú y tu hermana —me explicó la señora Li.
—Un gusto —dije al hombre, y volví a preguntar por mi móvil.
—Toma, este será el que utilices durante tu estadía en la academia. Tienes todos tus contactos agendados, es una copia de tu anterior móvil —dijo la señora Li, mientras yo trataba de enviar un mensaje a mi madre.
—¿Quieres que llamemos a tu mamá? —me preguntó la mujer.
—¿Por qué nos quitaron nuestros móviles? —pregunté confundida.
—Es que la isla tiene un sistema de protección y los teléfonos que ustedes tenían interfieren con la señal. Te aseguro que puedes usarlo con comodidad —dijo la señora Li sonriendo.
Parecía que había demasiados secretos en este extraño lugar.
—¿Puedo hacerte algunas preguntas con respecto a tu salud? —me preguntó el médico.
—Mis padres llenaron el formulario que el colegio nos envió —dije tratando de evadir su pregunta.
—Aun así, sería importante saber que sientes tú —insistió el médico.
—Estoy cansada por no dormir ni comer bien —espeté y sin darme cuenta empecé a morder mi labio con los dientes, era algo que hacía cuando estaba nerviosa.
—Está bien, una vez que hables con tu madre estarás más tranquila. Te daremos espacio —dijo la señora Li y miré a mi alrededor.
—¿Dónde estamos? —pregunté aún nerviosa.
—Esta es la clínica de la academia. Son muchos alumnos que estarán fuera de su hogar. Debemos estar preparados para atender sus necesidades —me explicó la señora Li.
—Gracias —dije y ellos se fueron. Llamé a mi madre, apenas quedé sola—. Mamá…
No pude evitar ponerme a llorar.
—Hola, Hanna —dijo ella, parecía feliz.
—Mamá, los desmayos volvieron —dije con temor.
Emma no lo sabía, pero cuando cumplimos once y tuve por primera vez mi periodo, nuestra enfermedad en la sangre regresó en mí.
—Tranquila, es esperado porque estás estresada. Hablaré con Fernando y te enviaré los inyectables para que te coloques. Además, le pediré que te monitoree —dijo mamá sorprendiéndome un poco.
—¿Puedo confiar en el doctor? —pregunté intranquila.
—Él fue paciente de tu tío Stuart y tuvo algo similar. Gracias a tu sangre y la de tu hermana lograron salvar su vida —dijo mamá y suspiré más relajada—. Tania me escribió tras tu segundo desmayo. Por lo que ya le dije a al tío Fred que prepare todo para enviártelo. Deberás mantenerte alejada de las emociones fuertes por unos días.
—Gracias, mamá —dije y después de que me diera algunas recomendaciones más, le pedí que le enviara saludos a papá y colgué.
—Tía, ¿estás aquí? —indicó un muchacho entrando. Al verlo me di cuenta de que era Augusto Peralta.
—No hay nadie —dije y guardé el móvil.
—Así que tú eres una de las que tiene privilegios —explicó cruzándose de brazos, como si estuviera molesto conmigo.
—No sé de qué hablas —dije mientras me colocaba los zapatos.
—El móvil, nos lo dan después de las fotos escolares y tú aún no pasaste por ahí o tendrías este clip en tu uniforme —espetó señalando algo en el bolsillo de su chaqueta—. Ni siquiera lo tienes puesto. Y por lo que sé. Muy pocos consiguen su móvil antes del proceso de inscripción.
—Parece que sabes todo sobre esta Academia —mencioné con ironía mientras me acercaba a la puerta.
—Estoy aquí desde que comenzó a funcionar —dijo él impidiéndome salir.
—¿Qué quieres? —le pregunté molesta. Deseaba volver a mi dormitorio y al fin descansar.
—Tu nariz —dijo y al tocarme noté que me salía sangre.
Autora: Osaku
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Comments
🤗 dannet
Jajajaja oye pero levanta a la pobre que sigue en el suelo
2024-12-11
0
🤗 dannet
Jajajaja sin duda banco la moción
2024-12-11
0
Cinzia Cantú
Qué enfermedad tendrá ??
2024-04-09
2