-creo que eso es todo. -suspiró con alivio tachando lo último en su lista de compra.
- ¿Qué quiso decir el señor Taurel? -preguntó Ágata, saliendo detrás de su padre.
- ¿sobre qué? -la miró de reojo con curiosidad.
-sobre los lobos vestidos de ovejas.
-Mm. Bueno… -se llevó una mano a la barbilla. -se puede decir que… en el pueblo hay personas con la que debemos tener cuidado… O algo por el estilo.
-te ves muy tranquilo, con respecto a eso. -señala Erick frente al carro. -como si supieras mucho de este pueblo.
-lo crees. -Respondió torpemente.
-deja de fingir. Sabes muy bien a lo que nos referimos, Víctor.
Dice Erick, con enfado, lo cual hace que su padre suspire antes de decir: - ¡Qué cruel! Bueno. Que pasa, si es así.
Su falta de interés por la preocupación que tenían sus hijos hacia el nuevo pueblo, hizo que tanto Erick como Carlos recordaran lo despreocupado que solía ser Víctor ante los momentos cruciales.
Suspirando con molestia, Erick no tuvo más remedio que rendirse con el tema, ya que no le ganaría a su padre, además tampoco sonaba tan mal vivir en un lugar olvidado.
-como sea, si ya terminaron de quejarse. Porque no damos una vuelta por el pueblo. ¡Quien me apoya! -les dice Víctor con más entusiasmo.
-sí. -le responde Ágata de la misma manera.
-ya que. -se rinde Erick. Mirando a Carlos que permanecía callado. -en que tanto piensas. -le pregunta con curiosidad.
A lo que Carlos respondió. -que crees que pasará cuando Lilith se encuentre con alguien así. -mirando fijamente a su padre, quién se para en seco. -piensas decirle sobre esto o esperarás que haga algo peligroso primero.
-Mm… -se rasca la cabeza. -no había pensado en eso.
Una cosa era sus dos hijos mayores que sabían cómo cuidarse a pesar de meterse en problemas con facilidad. Mientras que Ágata era más seria al respecto, pero seguía siendo fuerte y muy cuidadosa cuando se metía en aprietos. Y la otra era la forma como Lilith resolvía sus problemas, puesto que nunca hablaba al respecto, pero siempre se enteraban de una forma u otra.
No podía negar que era fuerte, pero cuando se disgustaba con algo o alguien era muy difícil controlar su mal humor. Incluso sus hermanos sabían que no podían hacerla enojar por lo temible que se volvía.
-y bien. -vuelve a preguntar. -les dirás o no.
-supongo, que dejaré que ella tome su decisión al respecto.
-de nada no sirve preocuparnos por esto ahora. -le apoya Ágata. -además, nuestra hermana sabe aparentar muy bien. Y si alguien la hace enojar, tendría nos que preocuparnos por la pobre alma que se atrevió a molestar a nuestra pequeña hermana.
Ella al igual que su padre, quería creer que en ese lugar podían ser más libres que en las ciudades dónde debían ocultar lo que eran. Después de todo, no eran más que demonios entre dos mundos que despreciaban su sola existencia. Si en este pueblo vivían personas olvidadas, eso querría decir que ellos no eran tan diferentes a esta.
Después de todo lo normal es algo que no se ve todos los días en un pueblo rodeado de montañas alejado de la civilización humana. Dónde cualquier cosa podría pasar…
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