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Les tomó toda la mañana retirar el polvo acumulado, pero al menos la casa comenzaba a lucir más decente. Las telarañas desaparecieron una a una, los muebles recuperaron parte de su dignidad, y el aire dejó de oler a encierro. Carlos y Erick se encargaron de limpiar el primer piso, moviéndose entre estornudos y quejas sobre quién hacía más. Mientras tanto, Ágata y Lilith subieron al segundo nivel, dividiéndose los cuartos sin discutir demasiado. Víctor, con los brazos llenos de herramientas viejas, se ocupó de limpiar y acondicionar el patio trasero, cortando maleza y reparando las vallas con determinación.

Hacia la tarde, la vivienda empezaba a lucir más limpia, incluso con un dejo de vida. La chimenea, aunque anteriormente hogar de murciélagos, funcionaba; y los muebles, aunque cubiertos de polvo, estaban en buen estado. El sol caía lentamente, bañando el pasillo principal de la casa con una luz cálida que suavizaba el deterioro.

—Y bien —dijo Carlos, limpiándose el sudor de la frente con el brazo—. ¿Qué hay de comida?

Entró a la cocina, donde encontró a Erick aún ocupado, secando el suelo con un trapo viejo y vigilando las dos ollas que hervían sobre la estufa.

—Algo rápido —respondió Erick, señalando el vapor que subía.

—¡Huele bien! —exclamó Carlos, acercándose como hipnotizado.

—¡Ni se te ocurra! —le advirtió su hermano, golpeándole suavemente la cabeza con una cuchara de madera—. Aún no está listo. ¿Por qué no mejor te lavas?

—Mmm... —Carlos estaba demasiado cansado para discutir. Se limitó a agarrarse el estómago en silencio y arrastrar los pies hasta el baño.

—¿Por qué hacen tanto ruido? —murmuró Víctor al entrar desde el patio, limpiándose las manos con un trapo grasiento. El aroma dulce de las ollas lo detuvo en seco.

—Tengo hambre —protestó Carlos desde el pasillo—. No he comido nada desde el desayuno.

—¡Qué bien huele! —comentó Víctor, asomándose desde el comedor.

—Aún no está... —repitió Erick con firmeza—. Dense una ducha y déjenme terminar aquí.

Víctor no insistió. El gruñido de su estómago lo obligó a callar. Aunque el clima era agradable, lo único que deseaba era comer y dormir. El viaje en carro había sido largo, y aunque se turnó con Erick al volante, los días previos habían sido agotadores. Aún sentía el peso de la decisión tomada.

Mientras tanto, Ágata se había rendido ante el cansancio. Apenas se sentó sobre la cama recién tendida, se quedó dormida. El dolor en su costado, que la había acompañado durante el trayecto, comenzaba a ceder al fin. Lilith pasó por la puerta entreabierta y la observó en silencio.

—Se quedó dormida —susurró.

A diferencia de los demás, Lilith no se sentía ni hambrienta ni agotada. Había dormido durante casi todo el trayecto y, además, estaba más acostumbrada a los cambios repentinos que sus padres imponían cada vez que la familia se veía en peligro. Pero esta vez no era una mudanza cualquiera. Esta vez habían huido. El incidente que dejó a Ágata herida obligó su partida. Su madre permanecía en Londres, mientras ellos habían zarpado rumbo a Barcelona. Allí, según les prometieron, estarían a salvo. Aunque Lilith sabía que la seguridad nunca era garantía

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Comments

Vanessa Ibáñez Fernández

Vanessa Ibáñez Fernández

pero que habrán hecho para tener qie huir del país jajajajajajaja son un poco traviesos esos chicos no? jajajaja

2023-09-17

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