Capitulo 10

Hundió su cabeza en el hombro de Judith.

 Ella sentía la respiración de él en su cuello, una respiración de aire caliente y notó que el abrazo de Henry se volvía más fuerte y gentil a la vez. Era como si estuviera teniendo algo valioso entre sus brazos, algo que teme que se escape en cuanto lo suelte por un segundo.

—¿H-Henry?

Su rostro se puso rojo y era como si su corazón estallaría en unos segundos.

—...

—¿Estás bien?, noté que has empezado a actuar de manera extraña últimamente...

—...

 Henry se paró firme y miró a los ojos de Judith.

—... Simplemente te estoy haciendo pasar por una prueba. —Habló de manera serena.

—¿Qué?

—Si de verdad no quieres casarte con el Príncipe Heredero... Tendrás que esquivar todo tipo de cortejo o de acciones raras que te quieran hacer exaltar el corazón.

 La mente de Judith se puso en blanco por un segundo, casi cae. Henry había logrado exaltar su corazón con esas acciones y ahora por culpa de eso, se siente como una tonta.

 Era de esperarse, Henry siempre fue del tipo calculador y distante. Nunca sentiría nada por mí, lo tuve que haber visto venir.

 Judith al oír eso, simplemente soltó su agarre hacia él y se alejó. Su expresión se demacró y no quería verlo a la cara.

— Ya es tarde, tengo que irme.

 Sin darle tiempo a qué Henry dijera algo, ya se había ido.

 El niño se quedó en medio del salón y miraba fijamente la puerta por dónde ella se había ido.

—¡Por favor, no quiero que te cases! —Susurró para sí mismo.

 En todo el tiempo en que ellos estuvieron juntos, Henry de a poco comenzó a tener un apego muy especial con ella, quería que su amistad dure por mucho tiempo, la consideraba como una hermana pequeña para él.

 Si ella se va, él ya no tendría a nadie en quien confiar, pese al gran cariño que le tiene, jamás lo demostró abiertamente frente a ella. Y aunque falte mucho para que se confirme el compromiso, tenía un pesar en su pecho que le hacía pensar que cada segundo que pasa a su lado cuenta, que tendría que valorar cada segundo, minuto y horas que pasa con Judith porque de lo contrario podría arrepentirse.

 Una sensación de que algo malo pasará en el futuro y los obligaría a alejarse sin importar lo que hagan o sus decisiones.

Después de esa noche, ambos no volvieron a encontrarse. Se sentían solitarios, pero también nerviosos con la idea de encontrarse casualmente, era como si alguno de ellos hubiera hecho algo mal y tenían miedo de dar la cara frente al otro.

Así pasó el tiempo y el día de la velada llegó. Los mejores carruajes, decorados con detalles de oro y plata estaban esperando afuera. Y los Florián estaban terminando de arreglarse para la ocasión.

—¡Oh, señorita!. Se ve tan hermosa

—Parece un hada, tan linda.

—Estoy orgullosa, sin dudas será la niña más hermosa de toda la fiesta.

Decían las sirvientas, al ver a Judith con su hermoso vestido; Era celeste claro, las piedras preciosas que decoraban su corsé formaban pequeñas flores y su cabello dorado suelto, junto a una pequeña tiara. Se veía como una verdadera princesa.

 Al salir de su habitación, comenzó a caminar por los pasillos. Notó que alguien la estaba esperando unos pasos más adelante y levantó su mirada, era Henry.

 Al verlo comenzó a escuchar su corazón latir muy fuerte, su rostro se sonrojó y no paraba de mirarlo.

 Él estaba vestido muy elegante, su cabello peinado hacia atrás, camisa y pantalón negro, saco blanco, una capa roja que cubría una parte de hombro izquierdo sujetado con una piedra preciosa de color gris y los gemelos que le había regalado Judith, en cada manga del saco blanco. Lo que permitía que esos hermosos rubís resaltarán.

 Ambos se quedaron mirando por un momento y desviaron la mirada rápidamente al notar que Joseph y Richard se acercaban a ellos.

—¡Ya están listos!. En breve tendremos que ir a tomar el carruaje—Dijo Richard.

—¡Oh, por Dios!. Los dos se ven increíbles —Joseph estaba emocionado al ver a ambos.

—Menos mal que cambiamos la ropa de Henry, ahora verdaderamente se ve como todo un pequeño noble— Dijo Richard orgulloso de haber cambiado los planes del Duque.

—Muchas gracias a los dos, me ayudaron mucho. No tengo manera de como agradecerlos. —Henry hizo una breve reverencia.

—No te preocupes por eso, hiciste un gran trabajo en el campo de entrenamiento. —Habló Joseph— Y mi hija, —Volteó a ver a Judith— Te ves preciosa, pareces una verdadera princesa.

Las lágrimas comenzaron a brotar de Richard, que abrazó a Judith y emocionado comenzó a gritar.

—¡Estás hermosa, querida hermanita!. Por favor no sigas creciendo Buaaaaa *llorar*

El mayordomo no quiso interrumpir la escena familiar, pero ya era hora de partir.

Los cuatro se subieron a un solo carruaje, que era el más elegante de todos. Otros dos más se posicionaron al frente y atrás para escoltar a los Florián durante su viaje hasta el castillo imperial.

El viaje no fue tan largo. Pero duró lo suficiente para que el Duque hablara durante todo el camino con los tres. Nunca lo habían visto estar tan charlatán y emocionado por un baile. Sin dudas, había algo sospechoso con todo esto. Henry al notar eso, sentía un pesar en su pecho y no paraba de pensar que el compromiso quizás estaba más cerca de lo que había imaginado, por eso la emoción del Duque.

Al llegar al castillo imperial, fueron recibidos por varios escoltas de la reina. Estaban esperando su llegada y lo acompañaron hasta la puerta que dirigía al salón de baile.

Un hombre los vio y anunció en voz alta a los demás invitados que la familia Florián estaban entrando.

—¡Anunciamos la llegada del Duque Joseph de Florián y sus hijos; Judith y Richard de Florián!... Y cómo acompañante de la pequeña señorita; Henry Valencia. Hijo del marqués Leiton de Valencia!.

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