Capitulo 5

Ya era pasada las ocho, la gente salía de sus casas y empezaban a abrir los comercios, la calle estaba totalmente poblada y los gritos de los comerciantes anunciando sus mercancías se escuchaba por todos lados.

—Entonces, es así como se ve el pueblo de cerca.

Judith estaba fascinada ante tanta gente a su alrededor y los colores que había en las decoraciones de cada comercio.

—¡Mira ahí, Henry— Una mujer moldeaba con sus delicadas manos la arcilla para hacer un jarrón— Es increíble lo está haciendo con ese lodo!

—Lo que está utilizando para moldear se llama arcilla, no es lodo.

—Oh, claro. Lo siento, se parecía.

 Ambos paseaban y miraban cada uno de los lugares, probaban la comida y los dulces que los comerciantes vendían.

Llegaron a una joyería, todas las piedras preciosas que tenía ese lugar era como si lo hubieran sacado de un enorme cofre de tesoros, tan brillante y único.

—¡Buenos días, jovencitos!

Les dio la bienvenida una mujer de mediana edad que atendía el lugar.

—¡Buenos días! —Respondieron a la par.

—¿Están buscando alguna joya o algún accesorio para un vestido?

 Ambos quedaron en blanco ante tal pregunta, ellos estaban vestidos como campesinos así que no entendían por qué le hizo esa pregunta cómo si se tratara de un noble.

—No tienen por qué estar tan tímidos, después de muchos años trabajando aquí me puedo dar cuenta con una sola mirada quien es un noble y quién finge serlo.

—¡Es increíble, se dio cuenta con una sola mirada!— Judith dijo al oído de Henry.

—Igual debemos de tener cuidado, no seas tan confiada con todo el mundo.

—Está bien.

Judith se acercó a la señora y pidió ver las piedras para un vestido. Ambas quedaron hablando un rato y parecían llevarse bien, lo que dejó tranquilo a Henry y empezó a mirar las joyas que estaban de muestra en los estantes.

Al terminar su conversación, la señora le entregó a Judith una pequeña caja decorada con detalles azules en su exterior.

—Muchas gracias, vendré a comprar más seguido en este lugar.

—Es todo un placer, con mucho gusto me gustaría recibirla una vez más en ese humilde lugar. Que les vaya bien.

Salieron de ahí y continuaron su tour.

 Al ponerse el sol, las luces de la calle se prendieron e iluminaron como estrellas a toda la gente que seguía comprando y vendiendo en ese lugar.

—¡Hoy habrá una fiesta de fuegos artificiales!

Dijo Judith toda emocionada.

—¿De dónde lo escuchaste?

—¡Es un secreto!

—¿Dónde deberíamos ir para verlo?

—Desde la colina, tendremos una buena vista desde ahí. Tenemos que partir ahora para poder llegar a tiempo a ver el show.

—Bueno, vamos ahora a buscar a Fito.

—¿Quién es Fito?

—Mi caballo.

Una pequeña sonrisa dibujó el rostro de Judith al escuchar eso, era una mezcla entre divertido y tierno por parte de Henry.

 Al llegar al establo, desataron a Fito y comenzaron a cabalgar rumbo a la colina.

 —¿Qué es eso?

Henry vio el tronco caído de un árbol en el suelo.

—Oh, eso... Le pedí a alguien que lo trajera, así ya no nos sentaríamos en el suelo cada vez que viniéramos a este lugar.

 Bajaron del caballo, lo dejaron libre para comiera del césped y bebiera el agua del arroyo que se encontraba cerca.

—Parece que llegamos un poco temprano.

Dijo Judith, mientras se sentaba arriba del tronco caído.

—Eso parece.

Se sentó a su lado y se quedaron viendo a lo lejos las luces de la calle del pueblo, parecían pequeñas estrellas, todas juntas y brillantes.

—Fue muy divertido hoy, te lo agradezco.

Miró a Henry con una leve sonrisa.

—Me alegro que lo hayas pasado bien.

—Por cierto, perdón por tocar este tema ahora pero, ¿Porqué cambiaste de opinión con respecto a ayudarme a salir?

—No lo hice, el Duque está al pendiente de esto.

—¿Qué?

—¿Cómo crees que pudimos salir tan tranquilamente de la mansión?

—No había pensado en eso...

—Me lo imaginé.

—¿Cómo lo convenciste?

—Es un secreto, no necesitas saber.

—Que malo, quizás esa información me sirva para la próxima vez que quiera salir.

—¿Por qué lo necesitarías?, déjame esa parte a mí.

—¿No era que no te agradaba?

—Aún sigues sin agradarme, pero como dijiste, es una muestra de lo que me espera en cuanto me convierta en caballero.

—Entiendo... Entonces, estoy a tu cuidado.

Un silencio se apoderó del lugar, una brecha de luz subió hasta el cielo y explotó. Los fuegos artificiales comenzaron su show.

Los colores que producía cada explosión decoraban el cielo y los ojos brillantes de ambos se posaron sobre cada uno de ellos.

Así pasó un rato largo, las luces continuaban y Henry volteó a ver a Judith, ella estaba sosteniendo la pequeña caja azul y muy tímidamente abrió la tapa de la misma.

—¡Feliz cumpleaños, Henry!

Dentro de la caja, se encontraba dos gemelos decorados con un rubí de color rojo intenso.

Él quedó mirando las pequeñas piedras un rato largo, sin saber qué decir.

—Espero que te haya gustado el show que pedí especialmente para ti...

—Espera, ¿Tú preparaste los fuegos artificiales?

—Sí...

—Pero, ¿Qué hubieras hecho si yo no venía contigo o si no hubiera convenido al Duque?

—Mi padre sabe sobre esto, si no hubieras venido conmigo él te hubiera llamado con la excusa de ser mi escolta.

—Pero... —Empezó a derramar lágrimas sobre su mejilla.

—¿Por qué estás llorando? ¿A caso no te gustó el regalo?

—No, es todo lo contrario. Me encanta, muchas gracias.

—Estas piedras, me llamaron la atención porque se parecen mucho a tus ojos. Son similares a un hermoso rubí.

—¿Mis ojos?

Muchos recuerdos vinieron a la mente de Henry en ese momento, las personas del marquesado, inclusive su madre, comparaban sus ojos con la sangre, como si se tratara de una maldición, la muerte.

—Espero el momento en que te conviertas en caballero y salgas a relucir esos ojos de rubís que tienes, la viva imagen de que una piedra preciosa puede estar en alguien.

El corazón de Henry comenzó a latir fuerte y sus mejillas ardían.

¿Qué es esto?

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