Todas las personas que se encontraban en el salón, estaban fascinados con la belleza del Duque. Sus ojos verdes y cabellera dorada que le llegaba hasta la nuca, era alto y su cuerpo estaba bien trabajado, sin dudas le sacó un suspiro a todas las mujeres de ahí.
Richard, no sé quedó atrás, las pequeñas señoritas se escondían detrás de su abanico para poder ocultar su sonrojo, y sus miradas no se apartaban de él. Era como si estuvieran viendo una hermosa obra de arte y está se dividió en dos partes.
Los dos hijos del Duque, eran una belleza andante, su cabellera dorada hizo que pronto las personas le comenzarán a llamar "Los hijos del Sol".
El único que no resaltó en ese momento fue Henry, su rostro era de belleza promedia y pese a que era más alto que Judith, frente a los ojos de las demás personas era alguien pequeño e insignificante. Henry entendió rápidamente cuál era la impresión que le dio a los demás y agachó la cabeza para así poder pasar desapercibido ante tanta belleza que se encontraba a su alrededor.
—¿Henry? —Judith volteó al notar que ya no estaba a su lado.
Henry caminaba por detrás de ella y se notaba en su expresión que estaba incómodo de estar ahí.
Las personas comenzaron a hablar de él sin importarles si Henry los escuchaba; Decían que como puede ser posible que alguien de una familia tan lamentable y destructiva se atrevió a venir como acompañante de la hija del Duque; Que seguramente se acercó con intenciones de convertirse en el próximo en acceder al Ducado; Como una persona de belleza promedio podría estar alado de las más envidiables y poderosas de todo el continente; Que no se merecía ese lugar de acompañante, etc.
Sin dudas, los nobles no tienen miedo a soltar la lengua y ser escuchados, solo le importa expandir rumores.
Caminé hacia donde se encontraba Henry y lo tomé de la mano, quería que los demás vieran que él vino conmigo porque es alguien cercano y que se merecía ser mi compañero.
Rápidamente los nobles comenzaron a hablar con sus hijos menores y pensando que tendrían una oportunidad al igual que Henry, los niños me empezaron a invitar a bailar, sin interesarles la presencia de Henry, como si no existiera.
Los rechacé y antes que vengan más niños hacia mi, llevé a Henry hasta la pista de baile, dónde muchas personas ya se encontraban bailando.
Comenzamos a bailar como ya lo habíamos practicado anteriormente, pero con la diferencia de que nuestros ojos ya no se encontraba en el camino, aún había nervios de por medio y eso dificultaba tener un acercamiento, era como bailar con un completo extraño. Pero me alegra saber que mi primer baile, aunque fue algo de imprevisto, haya sido con Henry. Sin dudas, atesorare este recuerdo.
Él notó mi distancia y acercó su cuerpo hacia mi, sin que dejáramos de bailar.
—Lamento si me acerco mucho a ti, no quiero incomodarte...
La expresión de Henry era de tristeza, por más que lo quería ocultar. Noté que era debido a los rumores, ya no se sentía cómodo bailando conmigo por temor a que dijeran que soy fácil a la hora de elegir a mi futuro esposo y que tengo bajos estándares.
—Puedes mirarme a los ojos como lo hacías antes... —Dijo Judith con una sonrisa.
—... No puedo ahora... —Seguia sin mirarla.
—¿Por qué no?. Esos ojos de rubí, me encantaría verlos en este momento.
Apenado, Henry levantó su mirada y ambos se vieron fijamente.
—No le hagas caso a los demás, solo concéntrate en mi. Estás bailando conmigo, los demás no existen. —Fueron las palabras de Judith, para calmarlo.
Lo que le dijo funcionó, su expresión cambio y empezó a bailar más rápida y fluidamente junto a su compañera. Los demás nobles empezaron a ver su actuación, estaban maravillados con la manera de bailar de los pequeños, eran muy buenos en lo que hacían y robaban la atención.
Muchas músicas pasaron y comenzaron a cansarse después de tanto baile. Salieron afuera a tomar un respiro y descansar. Caminaron un poco hasta llegar a un banquillo, se sentaron en él y empezaron a ver desde lejos la velada.
—¿Te sientes mejor?— Preguntó Judith.
—Si, gracias. Después de esto te debo una.
—Si quieres devolverme el favor, prometeme que me llevarás a comer algún día.
—¿Enserio es eso lo que me pedirás a cambio?
—¿Por qué?. ¿Es mucho?
—No, para nada. Pero, pensé que me pedirias algo más.
—¿Como una joya o algo así?
—Si, no pensé que solo me pedirias eso. Así que agregaré que cuando lo haga, te daré algo más a cambio ¿Qué te parece?
—Yo me conformo con solo comer algo contigo, pero si quieres darme algo más con gusto lo acepto.
— Sé que te gustará. Lo prometo.
Richard, salió también afuera del palacio. Al parecer era perseguido por las chicas que se enamoraron de él a primera vista y quería escaparse de ahí.
—¡Hola!, entiendo que estén teniendo su momento íntimo de amigos. Pero, ¿puedo unirme a ustedes?
Se sentó en el banquillo también, sin importarle escuchar la respuesta antes. A veces era asi, pregunta antes de hacer algo pero no hace caso a la respuesta o se toma el tiempo a escucharla, él ya lo hizo.
—Uff, no sé cómo lo estará manejando el Duque. Pero para mí fue como estar en una jaula con gatos en celo.
—¿Cómo es un gato en celo? —Preguntó inocentemente Judith.
—Oh, emm... Es cuando.... Un gato... Ehhh... ¡Muchos están hablando de la manera increíble en la que bailaron en la pista!, sin dudas estoy orgulloso.
—¿Por qué cambias de tema?
—Yo no estoy cambiando de tema, tú lo estás haciendo.
—¿El Duque sigue ahí adentro?—Interrumpió Henry.
—Si, muchas mujeres solteras y hasta las casadas parece que se enamoraron de él. Tengo el presentimiento de que en cuanto lleguemos al Ducado, comenzarán a llover propuestas de matrimonio.
—Eso no es bueno. Papá odia las propuestas de matrimonio...
—Preocupate por ti, muchos niños también se fijaron en ti. Pareciera que nadie se puede resistir a la belleza de los Florián.
Pese a que fue una broma lo último que dijo Richard, dejó intranquilo el corazón de Henry.
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