19. Venganza y Cenizas (Parte III)

Al estar tan concentrada en Ruby, no había recordado a la chica esclava, la cual se encontraba temblando justo detrás de un árbol. Mi corazon se sintió pesado al verla en ese estado tan deplorable y sosteniendo a Ruby en mis brazos, avance lentamente hacia ella, teniendo cuidado de no asustarla.

—¿Estás bien? —le pregunté algo dudosa. La chica apenas reaccionó a mi voz, sus ojos desorbitados de color marrón observaban fijamente los cadaveres carbonizados por las llamas de Ruby. Una expresión indescifrable para mi ensombrecía sus rasgos.

Me agaché justo a la altura de su rostro para evitar que siguiera viendo aquellos cadaveres. Por fin su rostro se movió y sus ojos llorosos conectaron con los míos. La desesperanza y el dolor era más que notable en su mirada y no pude evitar recordarme a mi misma en mi vida pasada, cada vez que me paraba frente al espejo y observaba lo que aquella sociedad había hecho conmigo.

Me habían destruido por completo y nisiquiera me había dado cuenta en aquel entonces.

—A partir de ahora serás libre —le espeté con una sonrisa tranquilizadora. Le dije exactamente las palabras que quería escuchar en mi vida pasada— No tendrás que trabajar ni hacer algo que no te gusta. A partir de este momento, tú eres mi familia y yo seré la tuya.

La chica abrió los ojos sorprendida por mis palabras y su rostro se congestionó por completo. Las lágrimas cayeron como cascadas de sus ojos almendrados. La abrace maternalmente, envolviendo mi brazo izquierdo en su cuello mientras con el otro sostenía a una Ruby durmiente.

—Gracias por salvarme —habló con voz temblorosa mientras su cuerpo se tensaba por los gimoteos.

Luego de un tiempo, la ayude a levantarse y ella se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y un poco más tranquila que antes. Noté que entre sus piernas, un líquido rojizo comenzaba a caer, salpicando en la tierra. Rápidamente me alarmé y cuando menos lo esperé, la chica se derrumbó y perdió el conocimiento.

Intenté sostenerla pero apenas pude evitar su caída. Rápidamente llamé a Rude y este en cuestiones de segundos apareció a mi lado y cargó a la chica sin mucha dificultad.

—Tenemos que llevarla a un médico —declaré nerviosa— Podría tener un desgarro vaginal o algún tipo de hemorragia en el utero.

Rude frunció el ceño demostrando que no había entendido mis palabras en absoluto pero no tenía tiempo para explicarle. No era doctora y mis conocimientos de medicina eran más que limitados, pero había visto suficientes series de médicos para saber todas las posibles consecuencias que traerían para una mujer, ser violada forzosamente.

Rápidamente nos dirigimos a nuestro campamento, no muy lejos del claro. El caballo estaba amarrado en el mismo lugar donde lo dejé y por fortuna nuestras cosas no habían sido robadas. Recogimos rápidamente lo poco que habíamos montado y Rude colocó el cuerpo inconsciente de la chica sobre el lomo del caballo.

La posición era algo incomoda para ella, pero no teníamos tiempo. De un ágil salto subí al caballo y luego de agitar las riendas el animal avanzó velozmente. Rude me siguió corriendo prácticamente a la par del corcel, lo cual era sumamente increíble.

Mientras cabalgábamos, buscaba en el mapa algún pueblo o ciudad cercana donde pudiera encontrar un médico. Para mi mayor lamento, todas se encontraban demasiado lejos. Tenía la opción de volver a la cuidad de donde veníamos, pero algo me dijo que no era una buena idea.

—¡Maldición! —grité desesperada. La sangre de la chica corría por todo el lomo del caballo, lo cual me decía que seguramente la cosa era más seria de lo que creía.

Literalmente se estaba desangrándo, y no sabía que hacer para ayudarla.

No pude avanzar mucho más. Para mi mayor poca fortuna, una flecha salió de la nada y se incrustó en la tierra a escasos centímetros de la pierna del caballo. El corcel se detuvo abruptamente y se alzó en dos patas, provocando que tanto la esclava como yo cayéramos al suelo con un golpe seco.

Instintivamente envolví a Ruby entre mis brazos para evitar que se golpeara, provocando que mi espalda se llevara la peor parte. Por breves segundos, el mundo a mi alrededor se nubló por el fuerte golpe que prácticamente me dejó sin aire.