5. El comienzo de un nuevo camino (Parte I)

—Deténganse —al escuchar esa voz, todo mi cuerpo reaccionó y un miedo aún más atroz me envolvió.

Por alguna razón, este cuerpo reaccionó de forma negativa al escucharlo y no tuve que levantar la mirada ni pensarlo dos veces para adivinar de quien se trataba.

Escuché que la puerta de la carroza se abrió, luego el sonido de pasos y un entrañable olor a vainilla que en ese instante se me hizo el olor más asqueroso del mundo. Comencé a sentir náuseas, pero ya no había nada en mi estomago que se pudiera vomitar.

Por debajo de la capucha intenté verlo. Estaba bastante segura de que no podía verme, pero yo sí que pude verlo bien.

Me sorprendió mucho contemplar lo hermoso y joven que era. Más de lo que imaginaba. Mi mente al leer esta novela por primera vez lo imaginaba como un hombre mayor, corpulento y barbudo, pero nada tenía que ver con lo que ahora veía. Era mayor, pero no tanto, alto como un árbol bajo mi punto de vista y de cabellera dorada como la de un leon. Sus ojos eran rojos, una característica única que parecía pertenecer solamente a la familia real. Sus pómulos sobresalían marcando cada rasgo de su rostro varonil de nariz respingada y perfecta.

Tan perfecto… que resultaba detestable.

Su vestimenta también era sumamente perfecta. Su cuerpo era cubierto por una capa blanca de la tela más fina, emplumada en los bordes de la capucha y adornada con rubíes que hacían juego con sus enigmáticos ojos carmesí.

Por un segundo creí que se había detenido por mi, pero realmente su atención no estaba puesta en mi, si no en el desconocido a mi lado cuyo rostro aún no había podido ver bien.

—Eres un elfo —declaró el emperador. No pude evitar asombrarme. ¿Cómo que un elfo?— Es raro ver a uno de ustedes hoy en día. Me vendría bien tu ayuda en el futuro. ¿Puedes decirme tu nombre?

—Calisto —respondió el desconocido. Mi mente reaccionó de inmediato, por alguna razón su nombre me era conocido.

El emperador sonrió complacido y del interior de su capa sacó lo que parecía ser una bolsa de monedas bastante surtida. Se la entregó con una enorme sonrisa en su rostro que me dejó pasmada. Su personalidad ciertamente era algo que no esperaba.

Pensaba que sería más frío y calculador… pero parecía hasta amable.

—Nadie sabe que estoy aquí —admitió el soberano— Espero que esto sea suficiente como para que te mantengas callado —espetó con una enorme sonrisa en sus labios.

A pesar de su tono de voz jovial, algo me dijo que lo estaba amenazando.

Ante el silencio del hombre a mi lado, asumí que había asentido con la cabeza. El rey volvió a sonreír y se dispuso a adentrarse a su carreta, pero por breves segundos sus ojos cayeron en mi figura y rápidamente devolví la mirada a mis pies. Sentí sus penetrantes ojos analizando cada rincón de mi cuerpo.

Pero por fortuna subió los escalones de su carroza y se adentró al interior. Poco después los caballos relincharon y comenzaron a avanzar nuevamente, dejándonos atrás poco a poco.

—Ya puedes descubrirte —espetó el tal Calisto al poco tiempo.

Lentamente agarré la capucha y la bajé mostrando mi desordenado cabello y mi rostro sudoroso. Me alejé de su toque sosteniendo con fuerza a mi bebe entre mis brazos y cuando levanté la mirada, literalmente me paralicé.

Su cabellera era plateada como la luna en la cima del cielo nocturno y sus puntiagudas orejas sobresalían demostrando la raza a la que pertenecía. Sus ojos eran tan verdes como el pasto, aunque su vestimenta en nada combinaba con su belleza. Estaba totalmente sucio, como si se hubiera tirado en un charco de fango.

Pero eso no fue lo que más me sorprendió de él. Ya que quien estaba frente a mi, no era un simple personaje extra.

Lo recordé de inmediato, era de los pocos personajes que me gustaban y el tercer protagonista masculino de la historia. El cual rivalizará con el principe heredero por el amor de la protagonista femenina.

Calisto, el último elfo.

Mis ojos se iluminaron ante su presencia. Era como ver a un idol en el mundo real o un famoso actor de k- dramas. Incluso hasta tuve el impulso de pedirle un maldito autógrafo.

Pero eso no quitaba lo extraño de todo esto. Era demasiada coincidencia encontrarse con un personaje importante tan pronto.

—¿Estás bien? —preguntó interrumpiendo la dirección a la que iban mis pensamientos.

Asentí con la cabeza rápidamente sin dejar de mirarlo como una boba.

—¿Y la bebe? —agregó y enseguida bajé la mirada hacia mi pecho. Después de todo, con todo lo sucedido, la bebe no había provocado ningún sonido y por un momento me asusté.

Para mi alivio y sorpresa, la bebé de alguna forma se las había arreglado para descubrir mis pechos y chupar como una endemoniada toda la leche que podía. Ni siquiera me había dado cuenta de eso.

—Está bien —respondí con una sonrisa— Muchas gracias por su ayuda, en serio. Le debo una.

El joven elfo asintió satisfecho pero no se movió de su lugar. Me dio la impresión de que quería decir algo más.

—Parecías bastante alterada, no pude evitar ayudarte. —admitió sorprendiéndome— Más atrás por esta misma carretera hay un pueblo cercano —luego me tendió la bolsa de dinero y mis ojos se abrieron como platos— Usa este dinero para comprarte ropa adecuada y un buen caballo.

—Pero… —quise negarme pero él me interrumpió.

—Insisto, a ti te hará más falta que a mi.

En verdad no quería aceptarlo, pero tenía que pensar en mi supervivencia y la de esta niña, no solo por nuestro bien, si no por el bien del transcurso de la historia.

Acepté la bolsa de dinero sin mencionar palabra alguna y le sonreí en modo de agradecimiento.

—Buena suerte en tu viaje —dijo el elfo antes de darse la vuelta y seguir con su camino.

—Igualmente —bramé y continué por el camino contrario al suyo, con la esperanza de volverlo a ver en un futuro y devolverle el favor de salvar mi vida.

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