16. Venganza y cenizas (Parte 1)

Otro día de viaje pasó prácticamente volando.

Deje que el caballo descansara cerca de un arroyo y decidimos hacer el campamento en ese lugar para pasar la noche. Esto me trajo bonitos recuerdos de cuando en mi otra vida, la escuela organizaba campamentos estudiantiles en lugares montañosos y por lo general bastante aislados de l civilización.

En aquel entonces, muchos chicos se quejaban porque esas actividades eran obligatorias y no se permitía llevar móviles o algún otro medio de comunicación, sin embargo yo las disfruté mucho porque sabia que eran cosas que probablemente nunca volvería a vivir. Además de que aprendí muchas cosas útiles, como encender una fogata sin cerillas o incluso hacer trampas ingeniosas para cazar animales.

De hecho, creo que la mejor etapa de mi vida fue esa, cuando por fin me enamoré y por primera vez experimenté lo que es “hacer el amor”, por decir de una manera. No pude evitar sonreír con ese recuerdo en mente mientras creaba una especie de trampa entre los arbustos, que consistía en una cajita de madera lo suficientemente grande como para que quepa un roedor, y un pedazo de carne en el centro para atraer a la presa.

Lamentablemente, nunca volví a saber del chico responsable de mi primera vez. Luego de la graduación escolar, nos vimos obligados a separar nuestros caminos ya que yo quería ir a la universidad de Seul y debía estudiar mucho para al menos obtener una beca. Él en cambio debía volver a Busan y hacerse cargo del negocio familiar ya que su familia era muy pobre y no tenían el suficiente dinero para enviarlo a la universidad. Por lo que después de eso no volví a saber nada de él.

Pensar en estas cosas no me hacía ningún tipo de bien, después de todo en el otro mundo ya debía estar más que muerta. A estas alturas de seguro mis padres liberaron mis cenizas en el mar, aquel lugar que siempre me ha gustado pero nunca había tenido la oportunidad de visitar. Mi madre era una mujer egoísta y sumamente tacaña. Siempre me obligaba a estudiar y si no lograba buenas calificaciones me pegaba tanto que la mejilla derecha se me enrojecía e hinchaba del tamaño de un tomate.

Mi padre en cambio la mayor parte del tiempo siempre me ignoraba. Recuerdo haber escuchado una discusión con mi madre donde mi padre la reprochaba por no darle un hijo varón que sucediera el apellido de la familia. Madre luego de tenerme, no había podido tener más hijos, así que las discusiones siempre giraban alrededor de ese tema.

Con eso en mente, siempre intentaba llamar la atención de padre. Incluso hasta comencé a entrenar en su Dojo. Gane unos cuantos campeonatos de esgrima y kendo y eso provocó que llamara un poco su atención. Había hasta sopesado la idea de convertirme en una gran esgrimista nacional, pero por supuesto madre no quería eso para mi.

Me obligo a abandonar esa idea, y producto a eso, padre volvió a ignorarme como siempre lo había hecho seguramente desde que nací. Al ser mi madre tan dominante, al final hice lo que ella quería. Me gradué de la universidad, comencé a trabajar en una prestigiosa empresa de y luego…

Todo eso para simplemente morir sola.

Enojada me puse en pie y patee l trampa para roedores que había terminado de hacer recientemente. La patee muchas veces hasta que finalmente logré desahogarme.

—Soo… Min —escuche que alguien me llamó a mis espaldas. Al girarme me encontré con el rostro preocupado de Rude, sosteniendo a Ruby de un solo brazo, tal y como le enseñé.

Le dije que me llamara de esa forma ya que ni siquiera recordaba el nombre de este cuerpo. Además de que aún ahora, me sigo relacionando con ese nombre por lo que no me sentiría muy bien llamándome de otra manera.

—Estoy bien —bramé rápidamente acomodando mi cabello sudado por el esfuerzo— ¿Pasa algo?

Rude inclinó levemente su cabeza a un lado y miró la trampa que recientemente yo misma había destruido luego de crearla. Parecía confundido por mi accionar y decidí desviar su atención con otra pregunta antes de que me cuestionara.

—¿Tienes hambre? —Asintió con la cabeza varías veces— Pues tendremos que pescar en el arrollo, a ver si tenemos suerte de conseguir algo. No tenemos suficiente tiempo como para cazar en el bosque.

Rude asintió de nuevo y junto a él volvimos al campamento. La verdad es que ya no tenía deseos de volver a construir esa trampa. Más cuando me traía muchos recuerdos que me ponían de muy mal humor.

Un embargo, apenas dimos unos cuantos pasos, cuando de repente escuchamos un fuerte grito femenino y nos detuvimos de inmediato.

—¿Qué fue eso? —pregunté intentando ver de donde había venido ese grito.

A mi lado, Rude olisqueó el aire moviendo las aletas de su nariz y señaló hacia una dirección entre los árboles.

—Ahí…

Miré hacia donde señalaba y me dispuse a correr en esa dirección pero abruptamente me agarró del antebrazo, deteniéndome en el proceso. Confundida lo miré, su mano envolvía por completo mi delgado brazo.

—Desconocidos… —advirtió con una seriedad muy poco común en él. Su rostro había dejado atrás su característica ingenuidad, convirtiéndose en la semi bestia que físicamente era— Muchos…

—Tenemos que averiguar que está pasando —agregué contrariada. Si había peligro, al menos debía averiguar de que se trataba para prepararme.

Lo agarré de su enorme mano y lo impulsé suavemente para que me acompañara. Él me siguió esta vez sin chistar, e intentando no hacer mucho ruido. A medida que nos acercábamos los gritos aumentaban de volumen y se volvían más constante. Pronto voces y risas masculinas se agregaron a los gritos, dándome un terrible mal presentimiento.

Rude me seguía, igual de sigiloso que yo. Con la espalda encorvada para no ser visto. Ruby estaba muy tranquila y cállada también, como si entendiera que había peligro cerca y no era el momento de ser una bebe.

Cuando por fin llegamos, nos ocúltanos entre unos arbustos y desde ahí, apreciamos un pequeño claro donde se encontraban alrededor de un centenar de hombres rodeando a unos de sus compañeros que no dejaba de moverse entre las piernas de una chica, sin importar sus gritos de dolor.

Ver aquella imagen literalmente me hizo arder de ira. Habían varios cadaveres en el suelo del claro y algún que otro caballo. También había una carreta cuyo contenido estaba desperdigado por todo el lugar. Asumí que seguramente se trataba de bandidos.

Con los puños apretados, intenté erguirme e ir hacia el lugar, pero Rude me sostenía con demasiada fuerza. No me dejaba ni dar dos pasos.

Lo miré enojada y cuando me dispuse a decirle que debíamos luchar, ver su expresión me detuvo. Era tanta la ira que reflejaba su rostro que me dejó congelada por varios segundos.

Quise preguntar que le ocurría, pero al seguir la dirección de su mirada, reconoci al hombre que violaba cruelmente a aquella niña.

—Ese es…

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