4. Plan de huida (Parte final)

Nunca antes había sido tan difícil para mi un acto tan simple como correr.

Sentía como si mis pulmones estuvieran a punto de explotar y el corazón no dejaba de palpitar con fuerza. Tuve que detenerme varias veces para recuperar aire, de lo contrario terminaría por desfallecer.

Me encontraba lo suficientemente lejos de aquella casa, o al menos eso creía. La vegetación del bosque era tan tupida que apenas me permitía ver algo más allá del umbral. Apoyé mi cuerpo en la madera de un árbol mientras intentaba respirar con normalidad. Me sentía tan pesada que casi ni tenía fuerza para dar más pasos.

Por doceava vez en la noche volví a mirar mis manos aún ensangrentadas y mi rostro se congestionó al recordar lo que había hecho.

«Maté a una persona»

Intenté hacerme sentir bien pensando en que nada de esto era mi culpa. Para empezar ¿por qué diablos tuve que transmigrar a una novela? Todo es culpa de ese jodido dios con un sentido del humor bastante macabro.

«Si… no es mi culpa» Intenté autoconvencerme.

Un gimoteo me despertó de mis turbios pensamientos y recordé que no estaba sola. Por un tiempo me había olvidado de su existencia por lo que enseguida la revisé para ver si estaba bien.

Afortunadamente la bebé no parecía tener ninguna herida visible. Solo estaba algo ensangrentada por las gotas que habían salpicado cuando…

Unas repentinas náuseas me llegaron y no pude evitar derramar toda la comida del día en la tierra. Me sostuve del árbol para evitar caerme por las fuertes arqueadas que hacían vibrar todas mis extremidades.

Cuando ya por fin no había nada más que vomitar, apoyé la parte delantera de mi cabeza en la corteza del árbol y suspiré profundamente.

La bebé en mal momento comenzó a llorar ruidosamente y me obligué a recomponerme. La abracé para intentar calmar sus gritos, los cuales por fortuna poco a poco disminuyeron.

Limpié su mejilla blanquecina la cual se había ensuciado un poco con mi vomito.

—Lo siento —espeté con una leve sonrisa en mis labios— Mamá es una asquerosa ¿verdad?

La niña sollozó en respuesta y frunció el ceño demostrando que no estaba contenta. Sus ojos escarlatas parecían brillar a través de la oscuridad de la noche, lo cual era algo nada normal. ¿El color de sus ojos tendrá que ver con el ese poder que guarda en su interior? ¿O estará relacionado con que al final de la historia la villana Eris se convierte en un Dragón?

Definitivamente hay detalles que no tienen sentido en esta novela.

No tuve mucho tiempo para pensar ya que de inmediato comencé a escuchar voces desconocidas en la lejanía. Por inercia miré sobre mi hombre y el pánico no tardó en envolverme. ¿A caso los hombres del Rey ya me estaban buscando?

Pensé que tendría más tiempo.

Me obligué a seguir corriendo sin detenerme. No sabía adónde iría, simplemente avancé hacia adelante. Era mejor eso que volver a vivir un infierno como en mi vida anterior.

El cielo ya comenzaba a aclarar, demostrando la pronta llegada del amanecer y con él un nuevo día incierto. ¿Había estado corriendo prácticamente toda la noche? Si que el tiempo pasaba rápido.

Distraída tropecé con una raíz que sobresalía del suelo y caí. Para evitar caer encima de la bebe, me apoyé de ambas manos en la tierra con todas mis fuerzas y sin perder tiempo volví a levantarme. Sentía las voces cada vez más cerca y eso me aterrorizaba. Me sentía al borde de la locura.

Estaba tan cegada por el miedo y la adrenalina que no noté cuando los árboles se abrieron camino llegando a una especie de carretera de tierra. Abruptamente mi cuerpo chocó contra un cuerpo duro que provocó que rebotara y cayera en el suelo sobre mi trasero. Afortunadamente había envuelto a la bebé con mis brazos, justo a tiempo para evitar que se hiciera daño por el golpe.

Un tanto mareada por el choque, lentamente levanté la mirada intentando identificar contra que había chocado. Para mi mayor sorpresa se trataba de una persona encapuchada y vestida completamente de negro, cuyo rostro no podía ver.

Por un segundo temí. Era un desconocido cuyas intenciones no tenía en cuenta.

Por lo que rápidamente me puse en pie, intenté correr nuevamente pero paré en seco al escuchar el sonido de los cascos de los caballos acercándose rápidamente. Noté que en la lejanía, al otro lado de la carretera, se acercaba una especie de comitiva que rodeaba una carroza iluminada por lámparas de aceite.

El pánico me envolvió por completo, no llegaría a tiempo para ocultarme en los árboles ni siquiera corriendo. Ya estaban demasiado cerca para eso.

Me agarré del cabello con fuerza y cerré los ojos esperando lo peor, pero para mi sorpresa sentí una tela cálida cubriendo todo mi cuerpo y luego una fuerte mano en mi cabeza, obligándome a bajar la mirada al suelo. Todo eso sucedió justo cuando el grupo de caballeros pasaba y al notar nuestra presencia, se detuvieron justo frente a nosotros.

Los caballos relincharon al frenar tan abruptamente y todos mis músculos se tensaron ante la expectación.

Por el rabillo del ojo, noté que los caballeros revestidos en armaduras plateadas y armados con espadas, protegían una carroza que para mi sorpresa era más pequeña y pobre de lo que creía. No solo eso, los caballeros estaban encapuchados ocultando sus estandartes.

—¡Identifíquense! —bramó uno de los caballeros sobre su corcel con voz fuerte e intimidante.

Al escucharlo mi cuerpo se sobresaltó y comencé a temblar de pies a cabeza. Sentí que él desconocido envolvió mi nuca con su brazo y me tomó del hombro para acercarme más a su cuerpo cálido. Estaba tan paralizada por el miedo que no me atrevía a moverme o a decir algo.

—Solo somos mi esposa y yo —admitió el desconocido cuya voz era increíblemente joven y aterciopelada— Vamos de camino a nuestro hogar.

Un extraña tensión envolvió todo el lugar. Literalmente quise que la tierra me tragara en ese instante.

—Estamos buscando un lugar donde descansar —espetó el caballero y no pude evitar sorprenderme. Al parecer se creyó la historia, lo cual me dice que todavía no se habían enterado de mi huída— ¿Sabes si más adelante hay alguna posada?

—Siguiendo recto por este camino solo encontrarán una pequeña granja —volvió a hablar el desconocido— Hasta hace unos meses estaba abandonada pero creo que ya tiene nuevos dueños.

No deje pasar ese detalle. ¿Estaba hablando de la casa de donde venía yo?

—Muchas gracias —admitió el caballero haciendo una pequeña reverencia antes de ordenar a sus hombres que continuaran.

El alivio no tardó en envolverme al ver como la comitiva pasaba por nuestro lado, levantando polvo a su paso. Pero era demasiado pronto para cantar victoria.

Una voz gruesa proveniente del interior de la carroza ordenó a sus hombres que se detuvieran.

Todo mi cuerpo volvió a trepidar.

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