14. Killian II

NARRA KILLIAN

Desde el interior de mi carroza observo a la gentuza pasar de un lado a otro, ignorando que su todo poderoso emperador se encontraba justo al lado. No me molestaba, había cierto placer en pasar desapercibido.

Mis hombres se encontraban afuera, distribuidos en formas aleatorias como ya había ordenado. Sus capas cubrían los estandartes en su armadura, por lo que no llamaban tanto la atención. Habían pasado el día entero de ayer y parte de este vigilando las entradas y salidas de esta ciudad, buscando el rostro de la persona que me causaba tanta ansiedad.

Mi pierna no dejaba de hacer movimientos continuos de arriba a abajo por lo ansioso que estaba y literalmente ya no tenía uñas en mis dedos que morder y arrancar con mis dientes.

Era consciente de la estupidez en todo esto. Desplegar tantos recursos para encontrar una simple plebeya, sin duda alguna era la mayor tontería que un soberano podía cometer.

Nadie, absolutamente nadie sabía que estaba aquí. Todos en palacio creían que me encontraba en un viaje hacia la frontera para reunirme con mis generales, ni siquiera la emperatriz sabia lo que estaba haciendo.

O al menos eso esperaba.

Esa víbora tenía ojos en todas partes. ¿Y si enviaba algunos de sus hombres para matar a Claire y a la bebe?

Pensar en eso me ocasionaba aún más preocupación. Esa estupida plebeya no tenía ni idea de la tormenta que estaba ocasionando en mi cabeza. Para empezar ¿Qué era lo que buscaba tanto en ella?

¿Por qué estaba tan obsesionado?

Unos golpes en la ventanilla de la puerta de la carroza me hicieron reaccionar de mis profundos pensamientos. Aparté la cortina oscura que cubría el cristal y me encontré con el rostro de Ferrean, mi fiel caballero y mano derecha.

—Hemos encontrado algo. —espetó con voz férrea.

Todo mi cuerpo se tensó ante esas palabras y sin sí quiera pensarlo un segundo, pregunté si la habían encontrado pero inmediatamente él negó con la cabeza.

—¿Entonces qué diablos encontraron? —pregunté perdiendo la poca paciencia que me quedaba.

Ferrean colocó en el cristal un cartel de “Se busca” con el rostro que tanto ansiaba ver. Había sido dibujado de manera muy específica, cada trazo era la copia exacta de ella. Sin embargo, al leer la recompensa que daban por su encuentro, fruncí el espacio entre mis cejas.

—¿Qué está sucediendo? ¿Por qué esta gente la busca?

—Al parecer, hace poco hubo un asesinato. Mataron al armero de la ciudad y la última persona que entró a su local antes de que muriera fué ella.

Reí como si fuera la historia más graciosa de todas. Eso ni siquiera tenía sentido ¿Por qué Claire mataría a un simple armero?

—¿Quien se atreve a decir esas cosas tan absurdas?

—He hablado con el jefe de los caballeros de la ciudad. Al parecer, la que denunció el asesinato fue la dueña de una tienda de ropa.

—Llévame a ella inmediatamente —declaré repentinamente emocionado.

Mi mano derecha asintió con la cabeza y al cabo de unos segundos, mi carroza empezó a moverse y con ella mis fieles caballeros vigilando el exterior.

No tardamos mucho en llegar al negocio. Al salir de la carroza, inmediatamente subí la capucha de mi elegante capa, cubriendo mis ojos y mi cabello dorado. Algún que otro ojo curioso se posó sobre mi, pero fueron rápidamente espantados por mis caballeros los cuales enseguida rodearon la entrada del negocio, para que pudiera adentrarme sin ningún impedimento.

Al entrar al lugar, fui recibido con el sonido de una campanilla encima de la puerta. Había todo tipo de muñecos de madera vistiendo prendas de muchos estilos. Soy un amante de la moda, pero eran de muy mal gusto. Ninguno llamó mi atención. Mucho menos la dueña, la cual se acercó a mi un tanto contrariada.

—¿En que puedo ayudarlo? —preguntó observando cada detalle de mi fisionomía. Seguramente notando la calidad de mi vestimenta.

—He oído que una chica de cabello negro y ojos ambarinos pasó, no hace mucho, por tu local. —inquirí cruzándome de brazos— ¿Puedes hablarme de ella?

—Ah si —recordó de inmediato la dueña del negocio— Era una chica con pésimo gusto, y tenía unas pintas horribles. Llegó aquí buscando ropa para viajar, pensé que buscaría un vestido sencillo pero al parecer quería algo más… masculino —una de mis pobladas cejas se arqueó ante su curiosa elección de palabras, pero ella continuó hablando distraídamente. Parecía ser bastante cotilla, las palabras salían solas de su boca— Le dije que fuera al negocio del armero, que ahí seguro encontraría lo que buscaba. Imagina mi sorpresa cuando al poco tiempo me enteré que lo habían asesinado. Por supuesto, le informé a los caballeros, otras personas también la habían visto entrar a ella sola, así que se determinó de inmediato que ella seguramente había sido la responsable.

Fruncí el entrecejo un tanto molesto. ¿A quien se le podía pasar por la cabeza que una mujer pudiera asesinar a un hombre? Era algo sumamente impensable, pero bueno, esta situación no era totalmente desfavorable. Tal vez no tardaría tanto en encontrarla después de todo.

—Muchas gracias —espeté antes de darme la vuelta y disponerme a retirarme del lugar.

—¿Ya? ¿Eso es todo? ¿No venía a comprar algo? —la escuche decir a mis espaldas pero la ignoré, no tenía tiempo para lidiar con mujeres molestas y parlanchinas.

Afuera me esperó mi séquito de caballeros y sin mirar a mi alrededor, me adentré a mi carroza.

—¿A donde lo llevamos ahora, su majestad? —preguntó otro de mis caballeros justo después de cerrar la puerta.

—Al cuartel de la ciudad —respondí— Quiero hablar con el jefe de caballeros.

El vehículo no tardó en moverse con el sonido del látigo y el relinchar de los caballos. Mis instintos me decían que pronto la encontraría y por alguna razón eso levantó mucho mi ánimo.

Parecía un maldito niño, a punto de tener el regalo que tanto esperaba.

Al llegar al lugar, me encontré con un panorama lleno de caos y ruido que definitivamente no esperaba.

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