Un último adios

Al siguiente día, casi todos volvíamos a España, menos cuatro integrantes, los tíos Paola, Santiago, Amanda y Joaquín se quedarían porque los ancianos querían seguir disfrutando de esa paz que envolvió al abuelo. Tal vez, esperando ellos también su final.

Paolo y Amadeo vendrían con nosotros, y aunque uno de ellos es mayor de edad, se quedarían en nuestra Mansión para no estar completamente solos.

Trasladamos el cuerpo del abuelo a nuestro país natal para darle cristiana sepultura y brindarle un último adiós con las personas que lo conocieron.

Papá se ocupó de dar la noticia a algunas personas importantes y anunciar que la Empresa estaría de luto e incluso libre de trabajo durante una semana, en memoria de Eduardo Belmonte.

...

El velorio fue privado, pero cuando llegamos al cementerio vimos a muchas personas esperando el entierro, con flores en sus manos y en silencio, mostrando su absoluto respeto.

Hay modelos que ya no trabajaban en la empresa por irse a un mejor lugar, otras que se habían mudado de país, otras retiradas por la edad o porque quisieron solo ser madres y terminar ahí su carrera. Vinieron socios y ex socios, vino la "competencia" y los noticieros. Todos respetando, sin crear altercados.

Conociendo ya la noticia antes publicada, asistió el doctor y también las enfermeras que cuidaron al abuelo en el hospital, también quienes fueron al viaje con nosotros.

Realmente es lindo ver que él fue querido, respetado y admirado... Sin dudas, Eduardo Belmonte era un hombre en todo el sentido de la palabra.

Antes de irnos, fuimos interrumpidos en nuestro camino por una cantidad de personas, una familia, creo, no los conozco, es la primera vez que los veo.

— ¡Brandon! Lamento mucho lo que ha sucedido — Dijo una mujer y se acercó a abrazar a papá. Es guapa, y me causó inquietud. Tal vez porque es la primera vez que pasa esto delante de mí.

— Gracias Irina. — Respondió serio — Gracias por venir a despedirse.

— Claro que sí— Dijo otra mujer —Estuve lejos de la empresa, pero hicieron parte de mi pasado, no podía quedarme en casa tranquila

— Gracias Dilia. — Volvió a agradecer, sin ánimos.

— Amigo, lo lamento mucho. Era un gran hombre —Ahora un señor abrazaba a papá, pero él solo se quedó en silencio.

— Gracias, Martín. Tu padre también era un gran hombre — Dijo mamá.

—Grandes amigos con Eduardo —Mencionó ese supuesto Martín. — Tus hijos están enormes, ¿Ella es la princesa Bella? — Me señaló

— Sí, un gusto señor. Isabella Belmonte. — Le tendí la mano y él me abrazó tomándome por sorpresa.

— ¡Estás hermosa, niña! Yo solo vi tu foto cuando eras una chiquilla de seis años. — Sonrió— Soy Martín Tejeda, ella es mi esposa Dilia Puig, ella mi cuñada Irina, su esposa Lana, y mis hijos Gonzalo y Fabián. — Los señaló.

Todos de ojos verdes o celestes... Bonita familia, sin dudas.

— Un gusto — Mencioné por educación— Con su permiso, la familia necesita estar a solas — Les sonreí y emprendimos camino a nuestros autos solo haciendo una seña como despedida.