El adiós al abuelo

En medio de la noche y con un silencio aterrador, mis lágrimas caían sin parar. Recordar que mi abuelo, me adoptó incluso antes de conocer a papá Brandon, es de una persona llena de luz. Él me malcrió y me cuidó en su oficina cuando mamá estaba trabajando en recepción.

También tengo presente las salidas que tuvimos cuando la abuela me cuidaba al salir del colegio, sus mimos, sus enseñanzas, sus regalos, la forma que declaró que yo sería su princesa siempre y así ha sido hasta ahora, donde tiene cinco nietos que comparten su sangre, pero no me ha dejado sola. El rey del Drama que al salir del colegio y pasar al liceo, creyó que iba a tener amiguitos detrás de mí, y aunque fue así, se puso protector cuando uno de ellos fue valiente y confesó sus sentimientos delante de papá, pero en ese momento ningún chico me atraía y se lo dije sin importarme lo humillante que podía ser, de igual forma, papá estaba satisfecho conmigo y se lo contó a la familia. Luego sucedió un hecho parecido en mi curso de gastronomía cuando conocieron al chef que daría clases, era joven y guapo, pero mi familia hizo gran problema al saberlo, ocasionando que cambiarán al hombre por un señor que tenía la edad para jubilarse.

Cuando dije que haría el viaje por el mundo, repitió siempre la misma frase, "Bella va a conocer un hombre y va a llegar acompañada" pero fue todo lo contrario. Jamás conocí un hombre que me interesará, no al menos en mis viajes, sino en el hospital con el hermoso espécimen que casi choco, pero es alguien que no volveré a ver por lo que la pesadilla del abuelo no se hará realidad.

— No es hora de estar levantada, cariño — Me asustó la abuela Fátima.

— Abuelita, no puedo dormir, pero ¿Tú que haces aquí?

— Estamos iguales, preciosa. — Se sentó en frente de mí en la mesa.

—¿Cómo llevas este tema? — Agarré su mano. Si para mí es complicado, imagino lo que vivirá ella al ver tan mal al hombre que la acompaño tantos años.

— Todavía estoy en pie para que él no me vea mal, además no quiero angustiar a la familia. Ya sabes, los cuatro estamos viejitos y partiremos algún día, pero eso no tiene que preocuparlos a ustedes, nosotros ya vivimos nuestras vidas, disfrutamos, viajamos, vimos como nuestros hijos encontraron el amor en excelentes mujeres y vimos a nuestros nietos crecer. Fuimos, somos y seremos felices, hasta nuestro último respiro.

— No hables así, abue. — Me levanté de mi asiento y la abracé. — Necesito que alguien me enseñe lo que es el amor, quién es el hombre ideal. — Dije con vergüenza, pero con claras intenciones de hacerle saber que no quiero que ella se rinda.

— No te dejaré sola Bella, por lo menos uno de nosotros debe conocer al hijo de Emilio y darles algunos concejos a ustedes. — Sonrió y me dio unas palmaditas en mis brazos que todavía la rodeaban. — Me necesitarás para calmar a la fiera de tu padre cuando aparezca el hombre ideal — Se burló

—Te quiero abuelita— Dije largando aún más lágrimas. Quisiera poder hablar así mismo con el abuelo, pero en su condición es imposible.

— Yo también, mi niña... Vamos a descansar que se nos vienen momentos difíciles y hay que ser fuerte — Me besó la cabeza y volvió a su habitación.

"Momentos difíciles" Tan cierto y doloroso que es inevitable. Es un día que tarde o temprano sucede aunque uno no quiera, pero es el ciclo de la vida.

...

Amaneciendo, nos encontramos todos en el comedor a punto de desayunar, haciendo como si nada sucediera, fingiendo que no estamos angustiados por el abuelo.

Luego salimos a recorrer un poco del parque donde está el Lago Louise, y nos encontramos con la imagen más linda, incluso más que lo mostrado en Internet.



— ¡Esto es hermoso! — pronunció el abuelo y todos lo miramos— Bien hecho, princesa, tenías razón cuando dijiste encontrar un lugar pacífico. — Me felicitó.

— Todo por y para ti, abuelito. — Le respondí poniéndome a su lado.

Él, al igual que Paola y Santiago, estaba en silla de ruedas, mientras la abuela Fátima, todavía podía con su cuerpo y solo tenía un bastón por las dudas que se sintiera un poco débil, pero entre todos, es la más fuerte.

Papá, mamá, mis hermanos y yo, estábamos con lágrimas en los ojos cuando vimos al abuelo emocionado solo por venir aquí. Los tíos Paola y Santiago se tomaban de las manos y se acariciaban entre ellos, todavía demostrándose el amor que sentían entre ellos, a pesar de los años. La tía Amanda y el tío Joaquín, los abrazaban desde atrás, mientras Amadeo y Paolo nos abrazaban a nosotros, sabiendo que también necesitarían apoyo.

— Quisiera acampar aquí, ¿Se puede? — Preguntó el abuelo.

— No es lo indicado, abuelo — Respondió Bastian.

— Sé que no, pero es mi deseo. — Dijo con menos fuerza en su voz.

— Abuelo, hay un observatorio de vidrio en una colina, desde ahí puedes quedarte a ver el paisaje. — Dijo Marina.

— Bueno, al menos podré disfrutar la vista nocturna— Asintió.

— Sí, papá. Todo te lo decimos por tu bien — Dijo papá al abuelo

Él solo rió y aceptó sin mencionar otra palabra.

— Te amo, mi amor —Le dijo la abuela poniéndose en frente de su marido

— Yo también, mi reina — Le respondió casi en un susurro.

Pasamos el día allí, mirando el paisaje y sus sombras según el cambio de horario. Luego, en la noche, nos trasladamos al observatorio donde la imagen era digna. La luna y las estrellas se veían reflejadas en el lago, haciéndolo parecer infinito e increíble.

El abuelo se recostó viendo el paisaje, totalmente maravillado y no era para menos. Todos nos sentamos detrás de él y la única que estuvo a su lado, dándole la mano, fue la abuela, en total silencio.

Cerca de las dos de la mañana, ellos empezaron a hablar.

— ¿Estarás para nuestros nietos? — Le preguntó él.

— Me quedaré con ellos para encaminarlos por el bien, te lo prometo — Acarició su mejilla y le dio un casto beso.

— Reta a nuestro hijo si se pone berrinchoso y no deja a mis niñas ser felices. — Se rió con pocas fuerzas, por lo que terminó tosiendo un poco.

— Lo haré, cariño. Cincharé las orejas de nuestro hijo si no deja que Mar y Bella tengan pareja.

— A nuestros niños y sobrinos, debes aconsejarles para conseguir buenas mujeres— Señaló hacia atrás por mis hermanos, Amadeo y Paolo

— Lo prometo, mi vida. Aunque ellos han aprendido de ti muchas cosas. Has sido un gran hombre y estamos agradecidos contigo — Dijo llorando y provocando lo mismo en nosotros

— No llores, princesa de mi cuento de hadas. — Ladeó la cabeza y miró su mano — He sido buen hombre por ti, por tener una gran mujer a mi lado, y quisiera acariciar tu carita por última vez, pero mis brazos no me dejan.

La abuela agarró su mano y la llevó hasta su cara para que él pudiera tocarla como quiere. Aprovechando esa ternura, el abuelo cerró los ojos disfrutando ese leve toque.

Me levanté de mi lugar, me acerqué a ellos para besar la frente del abuelo y luego me senté en la orilla de la camilla, sin molestar.

Mis hermanos hicieron lo mismo mientras llorábamos en silencio y veíamos como empezaba a llover fuera.

Papá llegó abrazado de mamá y repitieron el mismo gesto que nosotros, mientras el abuelo solo sonreía y observaba la belleza que la naturaleza nos ha regalado.

— Gracias a todos por hacerme feliz, incluso en mi último día — Dijo con una voz muy diferente a la de él. Nadie respondió, pero lo vimos cerrando sus ojos.

El llanto de todos se hizo escuchar y yo solo me acosté con él abrazándolo por última vez.

Hoy, en un día lluvioso y en un lugar lleno de paz, el abuelo partió con 88 años, rodeado de su familia, las personas que más lo quieren.

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