-Hola Ingrid..-
-¿Simon? Llegaste temprano hoy, apenas pasan de las 8 de la tarde- Dijo con vergüenza y sin darse la vuelta.
-Si.. hoy no tuve mucho trabajo en la pescadería por lo que cerré temprano-
-Entiendo…yo…. -Ingrid intentaba detener sus lágrimas pero no podía- voy a bañarme- dijo con la voz rota.
Se metió al baño a toda prisa, aun con lágrimas en los ojos y agitada por el susto que le dio Simon, se sentó en el inodoro cubriéndose la boca para que sus lamentos no fueran escuchados por nadie, sollozo ahogando sus lágrimas en el silencio del baño hasta que no salieron mas lagrimas. Se dio una ducha larga y fría, para luego ir a su habitación a cambiarse.
Al salir de su cuarto un aroma delicioso la golpeó en la nariz, de inmediato lo reconoció, era su comida favorita. Apenas lo sintió su estómago comenzó a rugir por el hambre, no había comido nada desde el almuerzo en su trabajo y con solo el aroma le recordó a su estómago que tenía que comer.
Se dirigió hasta la cocina para encontrarse a Simon con delantal y con gran esfuerzo en preparar el mejor platillo de todos.
-Hoy el menú es codorniz en escabeche acompañado con vino blanco y de postre vamos a tener helado de limón- dijo Simón imitando a un chef profesional, lo que hizo que Ingrid sonriera.
-Huele delicioso…déjame ayudarte un poco- dijo mientras dejaba el malestar en su corazón de lado y se ponía un delantal de cocina.
El ambiente de la casa se tornó agradable, muy tranquilo tranquilo en minutos, la tristeza de Ingrid se esfumó al mismo tiempo que el agua hervía, la estaba pasando bien y se divertía junto a Simon como hace tiempo no lo hacía, necesitaba un momento como este.
La cocina quedó hecha un desastre pero la comida quedó terminada y en perfecto estado, a primera vista se veía deliciosa y desprende una aroma increíble, juntos pusieron la mesa y se dispusieron a comer. Esa noche solo eran ellos dos, sin reclamos, discusiones o peleas, una velada tranquila entre dos personas que se llevaban bien, que necesitaban un noche pacifica de buena comida y buen ambiente.
Cuando la cena estaba acabando, Ingrid recordó sus sospechas ante una posible infidelidad ¿porque había llegado temprano el día de hoy? ¿Recordó que ese día volvia temprano a casa?, Ingrid no podía de la curiosidad, necesitaba indagar y obtener más información.
-¿Cómo va la tienda Simon? Ahora estás trabajando mucho más- preguntó Ingrid con ojos de curiosidad, mientras que Simon casi se atragantó con el vino.
-Ah.. bien.. si.. ahora hay un poco más de ventas y movimiento en la pescadería.. si- dijo Simon un poco nervioso mientras evitaba mirarla a los ojos.
-Eso es bueno…dime.. ¿no tienes ningún ayudante todavía?- preguntó con suspicacia.
-Eh.. no, no aun no he solicitado ninguno… tal vez los haga las cosas se están poniendo un poco pesadas pero nada que no pueda hacer, si, puedo con ello- Contestó Simón nervioso.
-Sería bueno que tuvieras alguien que te ayude un poco, si quieres puedo ayudarte a hacer un cartel, ¡oh! puedo ayudarte a entrevistarlos también- dijo emocionada Ingrid.
-¡No hace falta! Aún puedo yo con todo- negó con la cabeza con desesperación mientras el sudor bajaba por su cabeza.
De repente el teléfono de Simón sonó, dejando a los dos sorprendidos, no era común que Simón recibiera llamadas en casa es más, Ingrid jamás había escuchado ese teléfono sonar. Simon lo miró y sus ojos se abrieron de par en par llendo la pantalla, haciendo que Ingrid tuviera mucha más curiosidad.
-¿Quién es?- preguntó mientras entrecerró los ojos de forma acusadora.
-¡Nadie! ah.. no lo tengo agendado, no importa!…- él colgó la llamada de inmediato y siguió comiendo.
Ingrid quedó anonadada por la actitud de Simón, no era la común la de un tipo sereno y firme, ahora parece asustado como un ratón siendo perseguido por un gato. Las sospechas de Ingrid se hacen cada vez más fuertes ante el comportamiento tan extraño.
Necesitaba saber quién llamo, sabía que la repuesta estaba en su celular.
Cuando Simón fue a la cocina por el postre se llevó su teléfono, lo que molestó a Ingrid y elevó sus dudas, porque siempre lo dejaba tirado y ahora lo llevaba con él a todas partes de la casa.
Tendría que ser más astuta si quería saber la verdad.
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