La familia Bonett

Hoy era un día especial para la familia Bonett, Rosa Bonett, la esposa de Arnold y abuela de Ingrid, había solicitado un almuerzo familiar en la gran mansión para entregar una noticia muy importante a toda la familia. Rosa siempre se ha encargado de los eventos y reuniones de la familia, pero desde que Arnold fue internado en el hospital por enfermedad hace algunos meses, no había realizado ninguna reunión en la mansión, por ello nadie se atrevería a faltar día de hoy, ni siquiera Simón podía faltar, todos querían saber las grandes noticias. 

Simón tuvo que bañarse tres veces de mala gana para quitarse el fuerte olor a pescado a petición de sus suegros y de Ingrid. La ropa que llevaba puesta era la más decente que tenía, pero se notaba a simple viste que estaba viejo y gastado, por supuesto, se lo compró hace tres años en una tienda de segunda mano solo para estos eventos, siempre usa el mismo traje para cada fiesta, reunión o evento de los Bonett, a Simón no le importa mucho los que tengan que decir de él, pero al resto de la familia le mortificaba su forma de vestir.

-¿¡Cómo se te ocurre seguir utilizando ese traje tan feo!? ¿Cuándo piensas comprarte uno nuevo?-refunfuñó su suegra- ¿Acaso lo haces a propósito? ¿¡Quieres causarnos más vergüenza!?- regañaba a Simón de manera agresiva.

Desde que salió de casa, Elena estuvo todo el camino quejándose y lloriqueando porque el resto de la familia tenían autos lujosos y de último modelo, departamentos con rascacielos con ascensor, viajes por el mundo, todo porque debían viajar en taxi hasta la mansión lo que molestó mucho a Elena. La gota que derramó el vaso fue cuando la seguridad de la mansión no permitía entrar a autos no conocidos sin permiso por lo que tuvieron que bajarse y caminar todo el camino desde la entrada hasta la mansión. Causaba una gran vergüenza en ellos, por ser los únicos que recorrían la larga entrada a pie, Elena estalló y comenzó a desquitarse con todos por lo más pequeño e insignificante, este era el turno de Simón por cuarta vez en el camino. 

-¡Eres una desgracia! ¡Debes estar maldito!- Se quejó con rabia. 

-¡Mamá, es suficiente! ¡Por hoy, deja de gritar o serás tú quien nos avergüence!- Dijo Ingrid cansada de las quejas de su madre. 

La realidad es que Ingrid si sentía vergüenza tanto por Simón como por ella misma, la ropa que llevaban era vieja y pasada de moda, al ser el sostén de la familia no podía permitirse el comprar vestidos de último modelo como solía hacerlo cuando era más joven, en aquellos tiempos siempre usaba los vestidos un par de veces y luego los regalaba para comprarse más, ahora no podía ni pensar en dar su ropa porque no podría repararla. 

Entraron a la mansión con un recibimiento desagradable por parte de los sirvientes, quienes los escoltaron hasta al salón comedor con mala cara, en el camino pasaron cerca donde se celebró aquella horrible fiesta de compromiso hace tres años, haciendo que Simón rememorara en su mente ese momento tan humillante y sintiera un escalofrío en la nuca, pido ver en Ingrid el mismo sentimiento.

 En la sala se encontraba la mayoría de la familia, habían sido los últimos en llegar, lo que menos quería Ingrid para no llamar la atención. Su tardía llegada no pasó desapercibida y obtuvo varias miradas llenas de desagrado por parte de los demás miembros. 

Ingrid inmediatamente buscó a su abuela entre el público y la encontró en la cabecera de la mesa, en la otra punta de la sala. 

-Buenos días, abuela, lamento mucho el retraso-

-Donovan, asegúrate que los platos sean suficientes- dijo fríamente Rosa, ignorando por completo los saludos de su propia nieta. 

Esto le dolió mucho a Ingrid, ocultó su dolor en una mirada seria y firme, no le gustaba mostrarse débil ante los demás, porque siempre usaba sus sentimientos en contra de ella y la hacía sentirse una tonta. 

 Los sirvientes acomodaron los asientos y algunos platos en la gran mesa en la otra punta de la sala. 

-No sabíamos si vendrían, así que no nos molestamos en poner más- habló Julia Bonett hermana mayor de Luis y madre de Gustav. 

-Julia ¿Cuándo hemos faltado a una reunión familiar?- dijo Elena ocultando su malestar a través de una sonrisa.

-Por desgracia…- Dijo Julia sin ánimos y desviando la mirada. 

-”¿Sin más platos en la mesa? Ja”- rio a sus adentros Simón, para él era un claro mensaje de que no eran bienvenidos ni requeridos en la reunión, pero sus suegros siempre hacían la vista gorda ante esta clase de acciones, las migajas que le daban eran todo lo que querían. De camino hacia su asiento Simón se percató de que la tía Julia le estaba susurrando en el oído aún sirviente, como un secreto de suma importante. 

Los cuatro se sentaron en la mesa tratando de no parecer disgustados e incómodos, Simón ya tenía un mal presentimiento al respecto, su experiencia en esta familia dictaba que las cosas se pondrían peor para ellos. 

Durante la espera de la comida, la familia se sumergió en múltiples conversaciones sobre la vida personal, los negocios y el dinero, en cada oportunidad que podían Elena y Luis, intentaban inmiscuirse en alguna conversación, pero terminaban siendo ignorados por completo, nadie quería relacionarse con aquellos que mancharon el nombre de la familia. Ingrid ni siquiera intentaba ser parte de alguna conversación, ya sabía cómo irían las cosas, pero le parecía extraño que ninguna de sus primas comenzará a hacer bromas pesadas sobre su matrimonio, lo que dio hincapié para que un mal presentimiento naciera en ella.

Diez minutos pasaron

-La comida ya está lista- anunció el mayordomo.

 Los sirvientes entraron en el comedor con los alimentos en bandejas de plata, comenzaron a servir la comida, la primera fue la abuela Rosa, seguido de quienes estaban a su lado y continuó así para quienes seguían, a cada invitado se le sirvió su plato y se le llenó su copa con el licor que quisieran. La comida desprende una aroma delicioso, Simón ya lo estaba saboreando, su paladar se encontraba deseoso e inquieto, pero al momento de ser su turno la comida no fue servida, tampoco fue servida en los otros tres platos, a Simón le pareció un raro esta acción, miró a su esposa confundida por lo mismo, se acercó a su oído para susurrarle.

-¿Tenemos que servirnos nosotros?-

-No… debe ser porque llegamos tarde- susurro esperanzada Ingrid. 

Unos minutos después 4 sirvientes entran al gran comedor, cada uno llevaba una charola cubierta por una tapa de acero inoxidable que fueron puestas enfrente de los cuatro, Elena y Luis estaban felices de recibir un trato especial, en cambio, Simón dudaba de que fuera buena tanta atención recibida, no pudo evitar mirar las caras del resto de la familia, la mayoría se veía sorprendido como él.

Cuatro sirvientes se colocaron al lado de los rechazados y pusieron una mano sobre la tapa de la charola de plata con intenciones de abrirla.

-Luis, les hemos preparado algo especial a ustedes- Dijo Julia con una sonrisa pícara.

Las cuatro tapas de las charolas fueron levantadas al mismo tiempo, un desagradable olor salió al instante de esas tapas, de inmediato Simón pudo reconocer el aroma fuerte y embriagador al que tanto estaba acostumbrado. 

El platillo especial era pescado crudo.

La familia entera estalló en una carcajada unísona y sonora, a excepción de la abuela Rosa que estaba indiferente ante la situación.

-Espero que sea de su agrado- dijo sarcásticamente Julia.

-Mamá, Ingrid ya debe estar harta del pescado crudo- decía la Prima Miranda mientras se reía entre dientes.

-Pero este es un pescado poco común, cariño- 

La familia completa continuaba riéndose de forma burlona y cruel ante los cuatro, aunque este acto infantil no significaba nada para Simón, para Ingrid era todo lo contrario a una broma.

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