Corrimos al hospital público más cercano, mientras llevaban a Abu en un carrito de la compra oxidado que utilizaba una de las compañeras sin techo para recoger su plástico. Aquí todos se conocían entre todos, y Abu era uno de los integrantes con más años en la calle, todos le tenía un respeto y cariño innegables.
—No te preocupes, Mila… este perro viejo no va a morir tan fácil.
—Lo sé… gracias por ayudarme.
—Eso ni se agradece, si no nos ayudamos entre nosotros quien lo hará. Estamos olvidados… —tome la mano huesuda de Abu apretándola con fuerza, era lo único que tenía… no podía dejarme sola de nuevo.
—Ya estamos cerca, hagan el último, esfuerzos chicos. —propio con fuerza Dalila. Cuando llegamos a la entrada grite.
—Por favor, necesita un médico, no responde y… y… —al alzar mi mirada su expresión de asco al vernos fue indescriptible, se tapó la nariz y con rechazo soltó.
—Tenéis que esperar a fuera, no pueden entrar a las instalaciones gente de su tipo.
—¡esperar! Pero es que no entiende que es una cuestión de emergencias. Fije se usted mismo, mi comadre se está muriendo.
—Son reglas del hospital.
—Este es un hospital público y es así como tratan a la gente.
—Quéjese con el administrador, pero las reglas son las reglas, ahora esperen a que los llamen.
—¡A la mierda, yo voy a entrar hijos de puta! —grito uno de los muchachos empujando el carrito hacia adentro, y con rapidez salieron los de seguridad al oír el alboroto. Cuantas veces más tenía que presenciar la muerte de un compañero por ser una pobre recogedora sin techo.
—Dinero, ¿verdad? Eso es lo que quieren… pues lo conseguiré y le darán el mismo trato a mi abu que a cualquier ciudadano de pie —corrí con rapidez hasta una de nuestras tiendas improvisadas cuando me detuvo Beethoven.
—¿A dónde vas, Mila?
—Cuida de abu hasta que llegue, he estado reunido botellas por unas semanas, me darán un buen dinero para que la dejen entrar.
—pero eso es muy poco.
—Yo sé lo que hago.
—Está bien, no te demores, esta gente no nos dejara que darnos mucho tiempo afuera tampoco, la dejaran morir.
—No en mi presencia, no morirá nadie más frente a mí.
¶
Recogí las dos bolsas llenas de plásticos y con rapidez me dirigí a la máquina de plásticos, en el camino me encontré con un contenedor, no estaba dispuesta a apurarme a buscar más plástico, tenía que apurarme llegar lo antes posible, ¿pero y si había más plástico? Con rapidez me acerqué al contenedor y al rebuscar encontré un maletín… si era un maletín no cavia duda, me lance de bruces al contenedor para tomarlo. Era un maletín elegante, de cuero negro, tan lujoso que mis ojos brillaron, pero… ¿Qué hacía esto en este lugar? Obviamente, le pertenecía a alguien… con cuidado lo abrí al ver su interior, lo que no estaba cerrado con seguro. Me quedé perpleja al ver todo el dinero que había.
—¿Qué es esto? Una especie de prueba… —mire a mi alrededor asustada, esperando que alguien saliera. Esto no era ni siquiera inteligente… si me quedaba con este maletín, solo me metería en problemas con su dueño, tenía… tenía que devolverlo, aunque eso significara que estuviera tan cerca de pagarle un puesto en el hospital a abu…. Cada vez que daba un paso me sentí en conflicto y si su dueño lo daba por pedido.
—¡No, Mila basta! Tengo que encontrarlo rápido… o no seré capaz de no sucumbir a la necesidad, es mucho dinero… podría ir a la cárcel si mi encuentran con esto. —Así que con cuidado de que nadie me viera, busqué algún tipo de identificación, pero solo me encontré con una foto de una familia de lo más elegante, claramente eran acomodados… rubios, ojos azules, el padre y la madre con sus dos gemelos… ¿Eran extranjeros? Una sonrisa se formó en mi boca, se veían realmente felices, yo también querría tener una foto familiar. Uno de los pequeños sonreía alegre, y al ver al otro una seriedad en su mirada fría me calo en los huesos borrando mi sonrisa.
—Que… expresión… más escalofriante —negué con rapidez y guardé todo, metiendo el maletín entre mis prendas rotas. Esto no me ayudo en nada, solo perdí más tiempo, pegué un suspiro caminando. Aunque podría tomar un fajo, solo uno… no se daría ni cuenta, solo con unos cuantos billetes yo… me choque con alguien provocando que diera un paso hacia atrás. Alce mi mirada encontrándome con expresión de desconfianza de un hombre alto de cabellos dorados, e imagen pulcra.
—Esto… yo… —el maletín se resbaló de mis manos temblorosas del susto que mi cuerpo se llevó al verlo, claramente era el dueño del maletín, vio cómo me lo guarde… llamara a la policía. Nadie creerá una sin techo.
—Déjeme explicarme por favor —me quité la capucha que cubría mi rostro, arreglando con rapidez mi marañoso y roñoso cabello. —Yo no iba a arrobar esto, yo solo lo vi… y estaba buscando al dueño, pero no había nadie, así que, yo… yo… en un principio no se me paso por la cabeza llevármelo. Verá… mi situación no es la mejor, pero yo no quiero problemas, así que, por favor, no llame a la policía… —indique con la mirada al suelo.
—Tú… —alce mi mirada temerosa y la sorpresa surcaba su semblante en vez de ira. Desconcertada inquirí.
—Yo…
—Tú… ¿Cómo es posible…? —Propino tomando mi mano de repente, asustada, balbuceé sin sentido.
—Que, no sé… a qué se refiere, yo… —mire tras de mí asegurándome de que fuera yo con la que hablaba. De repente empezó a reír sin control.
—Qué clase de burla de la vida es esta, una sucia recogedora… —volvió a soltar una carcajada aun sosteniendo mi mano. Solté su agarre y asustada corrí imaginando que era algún tipo mafioso que vendía chicas, ese maletín con todo ese dinero no era normal. A punto de salir del callejón propino con fuerza.
—¡Espérate un minuto! —detuve mis pasos cuando lo escuché decir.
—Quieres el dinero… ¿No? —me giré hacia él con una expresión sorprendida. Este fue el comienzo de esta historia, esas malditas palabras…
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Comments
Gabrielita Rojas
me estoy emocionando..... yupiiiii.... vamos bien...
2023-04-25
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