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-Otra, por favor -dijo una chica de cabello largo y negro, con las mejillas rojas, sin darse cuenta de que una mirada estaba puesta en ella desde que llegó.

Una rubia cabellera se hizo presente y unos ojos verdes se posaron en Madeline.

-Buenas noches, señora Gu, es un gusto volver a verla.

Madeline volteó a ver a la persona que le hablaba, se quedó unos minutos en silencio, intentando recordar quién era aquella persona desconocida. Después de unos minutos, sus ojos avellanas se hicieron más grandes y una sonrisa se posó en su cara.

-Buenas noches, señorita Rou. -pude notar cómo ella me quedaba mirando para después comenzar a reír.

-Llámame Isabella -dijo sonriéndome.

-Entonces, usted llámeme Madeline.

-Muy bien, Madeline, dígame ¿qué hace aquí?, tomando en un club nocturno, sola sin su esposo.

Madeline agachó la cabeza, le dio un trago a su Daiquiri y soltó un suspiro, Isabella la quedó mirando, tomó su mejilla con su mano y ambas cruzaron miradas.

-¿Estás borracha? Tienes las mejillas rojas ¿Cuántas te has tomado? -Madeline sonrió y empezó a contar con los dedos, la chica miró todos los dedos de la mano izquierda alzados y luego vio dos de la mano derecha.

-Me he tomado siete y con esta, ocho.

-En definitiva, estás borracha. -Dijo Isabella, ambas se quedaron mirando y decidieron tomar.

-Y usted, Isabella ¿por qué está aquí?.

-No conozco a nadie aquí, estaba aburrida, entonces decidí salir a tomar sola, de repente vi a una chica que se me hizo conocida y me acerqué.

-Si tan aburrida está, baila conmigo.

-¿No vas a regresar a casa? -Madeline negó con la cabeza- No creo que el señor Gu esté muy feliz por ello.

-Mmmm..........yo no creo que al señor Gu le importe dónde esté. -Isabella la miró con una sonrisa, la tomó de las manos.

-Entonces, Madeline, bailemos hasta el amanecer.

Ambas chicas estuvieron bailando y tomando por un rato hasta quedar rendidas.

-Maddie, ¿vas a ir a tu casa?

-Si te soy honesta, no quiero ir a casa hoy.

-Ven conmigo, ahora me estoy quedando en el hotel Dorado. -Madeline se quedó meditando por un rato- Por favor, Maddie, no quiero quedarme sola, además tú dijiste que al Sr. Gu no le importa -Madeline bajó la mirada recordando cómo su esposo corría detrás de Melanie, alzó la vista encontrándose con una mirada esperanzada.

Bien, vamos.

Ambas chicas partieron en el automóvil rojo de Isabella, dejando estacionado afuera del club el automóvil azul de Madeline y con él, aquel localizador puesto en la llanta que León le había puesto para saber su ubicación en todo momento.

Una fría y nublada madrugada llegó y León decidió volver a casa. Entró en silencio y fue en busca de Madeline. Tocó la puerta una y otra vez, pero ésta no abrió. Empezó a ponerse impaciente.

-¡Madeline, abre la puerta ahora! -gritó, pero nadie contestó. Esperó unos minutos y decidió abrir la puerta, dándose cuenta de que en aquella habitación no había nadie. Entonces recordó que la había dejado en el laberinto.

León salió corriendo, se subió en su auto y manejó hasta la antigua mansión Gu, saliendo corriendo directo al laberinto adentrándose en él.

Corrió en medio del oscuro, frío y solitario laberinto, pensando en lo asustada y perdida que debía estar Madeline. La sola idea de que algo le hubiese pasado hizo que su corazón se oprimiera. Llegó al centro del laberinto gritando.

-¡Madeline! -León volteó a ver por todos lados, pero no miraba a la chica. De repente, un brillo peculiar llamó su atención. Se acercó a la mesa viendo el anillo de bodas de su esposa.

-¿Pero qué hace esto aquí? -murmuró para sí. Se volteó escuchando el crujir de algunas hojas, y lo único que encontró fue un gato negro con un listón rojo en la boca. Se acercó al gato dándose cuenta de que era el listón de su esposa. Sintió que su corazón le empezaba a palpitar mientras le dolía. Una gota, dos gotas y de repente una llovizna empezó a caerle. León se preocupó pensando que Madeline estaría sola, asustada y mojada.

Salió del laberinto llamando a sus guardias, mandó a buscarlos por todo el laberinto mientras él se quedaba parado en medio de la lluvia lamentándose por haberla dejado sola.

Madeline, por su lado, se encontraba llegando al hotel Dorado junto con su nueva amiga Isabella Rou. Miró sus alrededores y su vista se posó en una pareja algo peculiar.

-¿Ese no es el señor Mo? -dijo Madeline, captando la atención de Isabella, quien de inmediato volteó a ver a la pareja.

-Esa es Eliza.

-¿Eliza?

-Sí, Eliza You, mi rival en la revista "Soy". No puedo creer que sea la amante del Sr. Mo.

-No sabemos si es su amante, puede que estén aquí solo por negocios. -dijo Madeline, escondida junto con Isabella detrás de una maceta.

-¿En serio? Yo no lo creo. Dime, ¿qué hace un hombre casado y una modelo solos, saliendo de un hotel en la madrugada? -Madeline estuvo a punto de abrir la boca cuando Isabella señaló algo. "Mira, mira, se están besando". Madeline no podía creer lo que estaba viendo, por su lado Isabella sacó su móvil y tomó una foto.

-¿¡Qué crees que haces?!

-Guardo reservas. Si Eliza o la esposa del Sr. Mo intentan meterse con alguna de nosotras, esta foto nos dará la oportunidad de dejarlas sin palabras.

Madeline no dijo nada, solo se quedó mirando a Isabella, que parecía estar fascinada con su nueva adquisición.

Un trueno sacó a las chicas de sus pensamientos, una corriente de aire les llegó.

-Empieza a hacer frío, hay que subir. -Madeline asintió y ambas se fueron a dormir a la habitación.

Por su lado, León estaba empapado de pies a cabeza intentando comunicarse con Madeline, la cual traía el móvil apagado.

-Sr. Gu, hemos buscado por cada rincón del laberinto y no hay rastro de la señora.

León se llevó la mano a la cabeza, pateó una piedra lastimándose el pie.

-Sr. Gu, ¿se encuentra bien?

-Busquenla, encuentrenla, ella tiene que aparecer hoy.

-Sí, Sr. Gu. -dijeron todos los guardias y salieron corriendo en busca de Madeline.

Esta sería una noche larga.

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