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Una fria y estrellada noche de verano, Madeline y León venían saliendo de la gran mansión Gu, después de una cena con el abuelo Gu, ambos venían actuando como una pareja después de todo su relación había mejorado mucho desde el a accidente.

Caminaron tomados de la mano, dando un paseo por el laberinto.

-¿Ves esa estrella? -dijo León señalando al cielo, Madeline vio en el cielo Miles de millones de estrellas ¿Cómo podría saber a cual se refería?, así que dijo lo primero que se le vino a la cabeza.

-Si, es muy hermosa. -León volteo a verla y sonrió.

-Su nombres es Polaris y es la estrella más brillante de la osa menor, cerca de ella existen otras tres estrellas que fueron sus esposos.

-¡¿Que?! ¡¿Cómo que tres esposos?! -Dijo Madeline bastante sorprendida, León la miro y soltó una risa, acarició su cabeza, alborotando su cabello.

-Tranquila ahorita te cuento la historia, -León alzo la vista dándose cuenta que estaban en medio del laberinto en el cual habían una mesa de jardín.- mira ya llegamos ahora siéntate para que te cuente la historia, Madeline asintió.

León comenzó a contarle la historia, mientras Madeline lo escuchaba bastante interesada.

" La historia nos cuenta que llegada a una cierta edad, la princesa Polaris ya debía casarse, según el mandato de su padre. A la convocatoria acudieron tres jóvenes los tres solicitando la mano de la princesa en matrimonio. Luego de que se presentaran, el hombre consideró que los tres eran merecedores de la mano de su hija, pero no fue capaz de elegir entre ellos al mejor esposo, por lo que dejó que fuera ella quién tomara la decisión.

La joven al conocer a los candidatos, decidió sin dudar que se casaría con los tres. Su padre estaba horrorizado, por supuesto, no podía aceptar esa decisión de su hija. Entonces diseñó una competencia en la cual los tres jóvenes debían ir por el mundo y traer un objeto maravilloso como obsequio para Polaris. Aquel que trajera el objeto más extraño y más maravilloso sería El Elegido.

Los tres jóvenes partieron dispuestos a conseguir el objeto más maravilloso para obtener la mano de la princesa el matrimonio. El primero de ellos Phecda, se encontró con un anciano cerca del mar que le obsequio un espejo. Era un artefacto muy muy muy muy antiguo, según el viejo, extraído desde los confines del océano y que tenía la particularidad de permitir ver todo aquello que el dueño quisiera ver. Satisfecho con el obsequio, Phecda se encaminó al sitio en el que acordó encontrarse con sus compañeros.

El segundo pretendiente, Thuban, en el camino se encontró con un anciano curandero que lo acogió unos días y luego de conocer la historia y el motivo del viaje, le obsequió al joven una planta milagrosamente curativa. Según el anciano, las hojas de esta planta tenían la facultad de devolverle la vida a los muertos. Satisfecho con el obsequio, Thuban emprendió el camino hacia el sitio en el que acordó encontrarse con sus compañeros.

El tercer pretendiente, Kochab, en su camino llegó a la orilla del mar y mientras decidía el rumbo a seguir, observó con sorpresa que dos cofres se acercaban, flotando, a la playa. De uno de ellos salieron un montón de personas y del otro sacaron sus pertenencias. El último pasajero en descender del cofre le ofreció a Kochab comprarlos, explicando que tenían la habilidad de transportar a su dueño, en muy poco tiempo, al lugar al que quisiera ir. Kochab aceptó gustoso compró los cofres y emprendió la vuelta hacia el sitio en el que acordó encontrarse con sus compañeros.

Una vez que los tres se encontraron en el sitio señalado, se mostraron los obsequios que traían, Y los tres palidecieron cuando, en el espejo antiguo de Phecda, vieron que Polaris estaba muerta. Sin dudarlo se subieron en el cofre más grande y llegaron en breve junto a la joven. Su padre estaba desolado a punto de sepultarla, cuándo Thuban acercó a los labios de la muchahcha las hojas molidas de la planta que le habían obsequiado. Minutos después Polaris abrió los ojos sonriente.

Todo el mundo se regocijo porque la princesa Polaris había vuelto a la vida y su padre le entregó la mano el matrimonio a Thuban, Pero los otros dos pretendientes se opusieron, puesto que sin el espejo no hubieran sabido ver estado de Polaris y sin el cofre no hubieran podido llegar a ella tan pronto para salvarla. El padre de Polaris estaba confundido ¿qué debía hacer?

Entonces Polaris volvió a sonreír y le dijo a su padre con felicidad: “Ya ves papá, necesitaba a los tres”.

al terminar la historia Madeline soltó una pequeña risa, León acarició su mejilla y a la luz de la luna le dió un pequeño y suave beso, al cual Madeleine correspondió.

De la nada una pequeña sombra apareció, León puso a Madeline detrás de el.

-¿Quién está ahí? -grito el chico.

Nadie respondió, la sombra se acercó más haciéndose visible.

-Melanie.......

Dijo León en un susurró, la chica lo vió y salió corriendo mientras lloraba, León intento correr detrás de ella pero algo lo detuvo volteo la vista y se encontró con esos grandes ojos color avellana con una mirada suplicante, miro sus manos entrelazadas, volteo la vista en la dirección en la que Melanie había salido corriendo minutos atrás, miro a Madeline de nuevo.

-Lo siento - dijo soltando su mano y salió corriendo en busca de Melanie.

Madeline vio la espalda de su esposo alejarse en busca de aquella chica, se alejo hasta perderse en la oscuridad, fuera de su alcance, fuera de su vista, fuera de ese amor que le tenía, no podía negarlo más, le dolía, dolía tanto amar a alguien y no ser correspondida, y es peor cuando se trata de tu esposo, las lágrimas comenzaron a hacerse presentes resbalando por aquellas mejillas rojas, llegando a sus labios, dejando a su pasó un sabor salado y amargó.

Ella se desmoronó enfrente de la luz de la luna siendo está su única amiga y confidente, una suave brisa acarició su rostro, ella abrió los ojos mirando su mano izquierda fijamente en el dedo anular, se quitó el anillo y lo dejo sobre la mesa, ese anillo no le pertenecía, ese anillo era de la Señora Gu.

Madeleine caminó por horas pérdida en el laberinto, la noche cada vez se ponía más fría y oscura, el miedo empezó a invadirla, no importaba a dónde caminara todo parecía ser igual, el sonido del viento y el crujido de las hojas la hicieron darse vuelta, no había nada solo el sonido de pasos acercándose cada vez más y más, ella sin pensarlo dos veces comenzó a correr, hasta que de tanto dar vuelta encontro la salida, un suspiro de alivió lleno a la chica se subió en un carro y comenzó a conducir sin rumbo fijo una cosa era segura y es que no quería ir a casa.

Por otro lado León había alcanzado a Melanie, la tomo de la mano y la acercó a él.

-Sueltame -grito la chica mientras forcejeaba.

-Melanie por favor escúchame, no es lo que tú piensas.

-¿No? Yo te Vi León la estabas besando. -dijo la chica al borde de las lágrimas, León la abrazo, sin decir palabra. -No puedo creer que me traicionaste, dijiste que me amabas.

-Aun lo hago

-Si me amarás no la tratarías tan bien, no la besaras ni la abrazaras, la alejarías de tí.

-Melanie yo no la amó, solo actuamos como pareja delante de los medios

-Ahora no había nadie León, ¿Por qué la besaste? ¿Acaso la amas? -León se quedó callado meditando la pregunta, despues miro fijamente los ojos de Melanie y la besó.

-No Melanie, no amó a Madeleine. -Melanie lo abrazo.

-Entonces toma tu distancia de ella, fuera de los medios.

León no dijo nada, solo se quedó abrazando a Melanie. el estaba seguro de querer a Melanie pero ¿Por qué dudaba?.

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