Capítulo 13

La velada era cada vez más pesada. Anabel tenía sueño y no deseaba seguir en ese lugar, aunque contuvo sus palabras al ver el rostro cansado de Damián. No mentía al decir que tampoco deseaba estar allí, aunque el rostro amargado de Damián cambió cuando uno de sus socios se acercó a él. Su sonrisa se volvió amable, pero su cuerpo se tensó.

Anabel se aburrió de escuchar a Damián y a aquel hombre hablar de forma vivaz sobre el trabajo. Apenas entendía lo básico y no podía seguirles el ritmo en la conversación, por lo que decidió ir un momento al baño a refrescarse. En el camino, Anabel sentía la mirada de las personas en la fiesta sobre ella, atravesándola como cuchillas afiladas. Ni siquiera tenían discreción al momento de mirarla.

Casi cerró la puerta con llave al entrar al baño. Realmente era imposible tener privacidad en ese tipo de eventos. Con cuidado, se deslizó hasta el suelo y soltó un suspiro lleno de alivio. Después de calmarse un poco, caminó hasta el espejo. Estaba tan arreglada que al ver su reflejo parecía una persona totalmente diferente. Aunque no podía negarlo, se veía bien. Anabel salió de su burbuja al escuchar cómo se abría la puerta, aunque la persona que entró no la miraba muy bien.

-Querida prima, es un gusto verte -dijo Andrea mientras entraba al baño con una sonrisa-. Llegamos un poco tarde, pero no podía disfrutar la fiesta sin saludarte primero.

La simple voz de Andrea hacía que Anabel se inquietara. Ella creyó que su familia no asistiría. En el fondo, se sentía bien, aunque era ridículo que faltaran cuando ambas familias acababan de unirse. La sonrisa en el rostro de Andrea hacía que Anabel sintiera desprecio. Odiaba cada vez más a Andrea. Ella solo aparecía para dificultar su vida y burlarse de ella.

-¿Qué quieres? Yo no quiero saludarte. No es nada necesario. Si deseas molestarme, yo no estoy dispuesta a soportarte. Busca a alguien más que tenga tiempo para escuchar tus estupideces.

-Anabel, ¿qué dices? -dijo Andrea fingiendo tristeza-. Tú sabes lo mucho que te aprecio. Estoy feliz por ti y tu matrimonio, aunque estoy un poco sorprendida. Te ves bien. El maquillaje y la ropa cara te ayudan mucho -cambió su tono de voz por uno más agresivo-. Aunque eso no lo es todo. No importa que tanto dinero consigas, ni lo mucho que te esmeres en cambiar, siempre serás una enferma abandonada por su familia. No puedes ni siquiera estar orgullosa de tu matrimonio cuando no le interesas a tu esposo. No eres nada más que una insignificante sustituta que morirá pronto. Al menos tu corazón nos hará el favor de borrarte rápido de esta vida. Aunque si mueres, no sería la gran cosa.

Andrea pasó junto a Anabel y comenzó a retocar su maquillaje sin dejar de sonreír. Una carcajada se escapó de sus labios al ver el rostro afligido de Anabel. Aunque ella sabía que no debía dejarse influenciar por las filosas palabras de su prima, era imposible para ella no sentirse abatida después de escuchar tanta basura sobre sí misma.

Anabel se quedó estática y Andrea dejó de darle importancia. Al ver que ya no tenía otra forma de molestar a Anabel, simplemente salió del baño.

Un sentimiento estúpido se clavó en la mente de Anabel. ¿Por qué dejaba que otros la trataran así? Ella jamás le había hecho daño a nadie, pero al parecer, las personas solo buscaban dañarla. Después de unos largos minutos mirándose en el espejo, Anabel volvió al salón donde todos se encontraban.

Cuando Damián la vio, se acercó a ella con un rostro mucho más tranquilo que el que tenía antes. Al menos él no la molestaría por estar de mal humor.

-¿Dónde estabas? -preguntó este mientras se paraba frente a Anabel-. Un par de socios querían conocerte, pero ya no es tan urgente. Al parecer, llamas bastante la atención.

Anabel se mantuvo callada. Su rostro se mostraba tan afligido que incluso alguien tan cortante como Damián notó la tristeza en ella. Normalmente no le importaba, pero minutos antes Anabel estaba totalmente tranquila. Es más, podría decirse que estaba de buen humor.

-Solo estaba en el baño.

-¿Te sientes mal? -preguntó este con cierta preocupación-. ¿Ocurrió algo o tal vez alguien te hizo algo?

Anabel miró con desdén a Damián. ¿Por qué le preguntaba cosas? Él era el menos indicado para mostrar algún tipo de preocupación o interés.

-¿Por qué preguntas? -respondió esta con un tono de voz decaído y casi entre murmullos-. No es como si te importara. No pasó nada.

Damián se sorprendió por la agresiva respuesta de Anabel, pero ella tenía razón. Él mismo fue el que trazó una línea bastante amplia entre ellos. No quería saber nada sobre ella. Cualquier deseo o anhelo de Anabel era basura para él. Aunque su preocupación fue genuina, Anabel era como un gato al acecho. No dejaría que él fuera amable fácilmente. No confiaba en él.

No quiero sonar condescendiente, quiero saber de forma genuina la razón por la que te ves tan lamentable, pero es imposible entablar una conversación decente contigo. Bueno, -suspiró- debo dejarte en claro algo, todas las personas aquí presentes son más insignificantes que tú, en estos momentos nadie debe pisotearte, es el único beneficio que tienes por estar a mi lado.

-Tu imagen es importante ¿Verdad? -Preguntó Anabel con cierta ironía- bueno, no pasó nada fuera de lo normal, por cierto, -Exclamó esta en un intento de desviar el curso de la conversación- ¿Cuánto falta para irnos?.

Damián sonrió ante la actitud de Anabel, acarició el cabello de ésta y la miró fijamente de forma imponente.

-En media hora, solo soporta media hora más sonriendo, aunque no necesitas sonreír para verte mejor que todas aquí, al menos tienes una apariencia bastante destacable.

Aunque las palabras de Damián eran un halago, Anabel notó que no había ningún sentimiento en las palabras de aquel que acariciaba su cabello para después acariciar con cuidado su mejilla, la razón por la que había sido escogida era por su “buena apariencia”. Anabel notó una pequeña obsesión en la mente de Damián, él siempre intentaba alcanzar lo imposible, la perfección, ya había comenzado a controlarla, de forma un poco sutil, pero lo hacía.

Era extraño cómo él escogía su ropa, todos sus perfumes tenían olores similares, daban una sensación fría y sus olores no eran muy llamativos o fuertes, aunque la esencia se mantenía bastante, su rutina para comer y dormir, era como si estuviera moldeándola para ser su esposa. A ella no le importaba, lo único que le molestaba era no poder salir.

-Está bien -Dijo ésta mientras volvía a sujetar el brazo de Damián- creí que esta fiesta sería más fastidiosa.

-Para mí lo fue.

-Bueno, al menos Archi es buena persona.

-¿Buena persona?, creo que conocemos a dos personas diferentes.

-No lo creo -Sonríe mientras miraba al frente.

Después de la breve charla, ambos fueron a una mesa llena de personas. Anabel intentó evitar a su familia, casi ocultándose. Tenía a favor el hecho de estar rodeada de los socios de Damián. Al hablar de negocios, nadie se acercaría a interrumpirlos.

Aunque Anabel se sintió extraña al cruzar miradas con Marcos, ella evadió la mirada afligida de éste en muchas ocasiones. Pero ella sentía que no pertenecía a esa familia, jamás lo hizo.

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Comments

Adalgiza Aguilar De Manchego

Adalgiza Aguilar De Manchego

ella debe de cambiar y avisparse no dejar que la humillen

2023-11-28

3

Izy Maldonado

Izy Maldonado

creo que ella está acomplejada por su enfermedad, por eso no se defiende, es más ni siquiera se quiere ella misma.🤔

2023-11-15

0

Sisy Toledo

Sisy Toledo

Eso....por qué deja que la maltraten....acaso no puede defenderse?????????...tan inútil e incapaz es????????....
🤨🤨🤨🤨🤨🤨🤨

2023-10-24

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