Archi entró a la oficina de Damián con una sonrisa radiante, mucho más que de costumbre. Tal sonrisa hizo que Damián tuviera un mal presentimiento, pero lo ignoró totalmente.
-Hola, amargado.
-Me parece ridículo que vengas aquí solo a fastidiar. ¿Acaso no tienes trabajo? –La voz irritada y cansada de Damián hacía que Archi se sintiera más alegre– No te mando a echar únicamente porque le das dinero a mis proyectos.
-No digas esas cosas, lastimas mis sentimientos. Por cierto, tu nueva secretaria es muy bonita.
Damián suspiró con pesadez y vio a Archi. De verdad podía llegar a ser un hombre completamente idiota.
-No te atrevas a molestar a mi secretaria. ¿De cuáles sentimientos hablas, idiota? Será mejor que te largues.
-Por favor, no solo tú puedes dedicarte a hacer la vida de tus secretarias miserable. Además, vine para hablar de trabajo. ¿Contento?
-Lo que digas.
Damián no solo era alguien de un humor terrible, sino que era severamente agresivo, más que nada con Archi o con personas molestas. Pues Archi lo molestaba, pero nunca sobrepasaba el límite. En más de una ocasión, terminó recibiendo palizas de parte de Damián.
Al menos podían llevarse relativamente bien mientras trabajaban, cosa que acababa apenas terminaban de arreglar los negocios.
Cuando terminaron de arreglar un par de cosas y Archi firmó un contrato para un nuevo proyecto, Damián lo miró mal en señal de que se fuera. Archi suspiró y se fue. Ni siquiera él sabía la razón por la que era amigo de alguien como Damián.
En el momento en que Damián creyó que estaría en paz, su madre cruzó la puerta de su oficina. No había nada que pudiera detestar más que la insoportable actitud positiva de su madre. Por más que deseara empatizar con ella, era simplemente imposible.
-Querido hijo.
La cálida sonrisa de Elizabeth podía cautivar a quien fuera. Con solo una mirada de sus ojos esmeralda podía hacer que cualquier hombre se sintiera deleitado. Ni siquiera aparentaba los casi cincuenta años que poseía.
-¿Qué quieres?
-Enseñarte a ser más amable, pero es imposible –dijo ella con una mueca graciosa y los labios levemente fruncidos, como símbolo de su enojo– solo vine para invitarte a la fiesta anual de celebración de la empresa. Me parece lamentable tener que invitarte en persona para asegurarme de que asistas.
-No entiendo para qué ir a la celebración de aniversario de una empresa –dijo Damián con gran desinterés– odio los lugares ruidosos, la gente pomposa, hipócrita y, sobre todo, odio tener que fingir ser amable y atento.
-Hijo… la verdad no entiendo –exclamó con cierta tristeza– te dimos amor y atención. No entiendo la razón por la que eres así. Tu hermano es más tranquilo y positivo. ¿Por qué no eres así?
Damián giró sus ojos con cansancio. Odiaba ser comparado con su hermano menor, aquel que siempre fue alegre y cariñoso, aunque ahora, siendo adulto, era coqueto y carismático.
-No soy como Dimitri. A estas alturas deberías tenerlo claro. Iré a esa fiesta solo para cumplir. De todos modos, soy el dueño de la empresa ahora.
-Bien, imagino que Anabel irá con un vestido a juego con tu traje.
-¿Debo llevar a esa mujer insoportable?
-Por supuesto, es tu esposa. Deberías dirigirte a ella con más respeto. Obviamente, debes ir con ella. Quiero que quede claro que ella siempre estará a tu lado, no detrás de ti. Te recuerdo que tu padre y yo tuvimos que arreglar el desastre que hiciste con esa mujer.
-No me saques más en cara ese tema. Debes superarlo.
-¡Bien! –exclamó ella con cierta rabia– aunque exijo que te comportes. Podrás ser el dueño actual, pero recuerda que la última decisión siempre es de tu padre.
Elizabeth sabía que su hijo despreciaba su personalidad y le fastidiaba estar mucho tiempo con ella. Desde joven, Damián siempre fue cerrado y muy extraño a ojos de todos. Sin embargo, esa personalidad empeoró después de que Mariana lo abandonó.
-Lo sé. Solo vete y déjame solo.
-¿Hasta cuándo seguirás de esta manera? –preguntó Elizabeth, llena de preocupación y con un rostro un tanto paranoico– Eres demasiado cerrado. ¿En serio piensas que todo será mejor así?
-Mamá… –susurró este de forma un tanto agresiva mientras golpeaba el escritorio con la yema de sus dedos de forma armónica y rítmica– es mi problema cómo enfrento la vida, solo yo sé cuánto he soportado y lo mucho que he he dejado que me pisoteen. No quiero escuchar más tus sermones. Si quieres sentirte útil, ve a decirle cosas lindas a papá o felicita a Dimitri por cualquier estupidez.
La agresividad en las palabras de Damián dejó helada a su madre. Por alguna extraña razón, ella supo que no debía seguir presionando más a su hijo. Si él no deseaba confiar en su familia, no había nada que hacer.
-¡Haz lo que quieras! –gritó, está con mucho enojo– ¡Estoy cansada de ser buena! No importa cuánto me esfuerce, ¡a ti no te importa!.
Elizabeth salió azotando la puerta de forma brusca. Era la primera vez que se la veía tan enojada.
Damián suspiró y se acomodó en su silla de manera que quedó mirando fijamente al techo. Su mirada estaba perdida. Sacó un cigarrillo y se dispuso a fumar. Pensar para relajar su mente era lo único que le quedaba.
Los pensamientos de este tomaron giros extraños mientras veía las nubes de humo que él mismo creaba. Era extraño recordar los ojos vacíos de aquella mujer que de repente tomó el lugar de su esposa. Ella era una simple sustituta, pero aun así despertaba cierta curiosidad en Damián.
¿Qué debía experimentar o pensar una persona para tener los ojos tan hermosos y vacíos? Aquel hermoso y sereno rostro jamás expresaba nada. Sin duda alguna, Anabel era extraña.
Aunque a ojos de Damián, esta era un simple pájaro sin alas, aunque se dedicara a enjaularla, ella jamás sería capaz de huir por su propia cuenta. Daba esos aires de ser una persona sumamente sumisa y tonta, al menos para él.
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Comments
Haidee González
fotos de los protagonistas, gracias
2023-10-12
4
Vicky Galarreta V
🤔🤔🤔🤔🤔🤔🤔🤔
2023-10-07
1
Aidee Leiva
ese marico q se cree es un ser despreciable como puede ella tener la culpa d q otra limpiará el piso con el 🙄😠😡🤬🤬😠😠😡🤬😡😠🙄😡🤬😠🙄
2023-09-27
0