Capítulo 3

-¿Por qué aceptaste algo así? –exclamó Matías, totalmente enojado– Debías negarte, papá no te habría obligado a aceptar algo así. ¡Es una completa locura!

Poco después de terminar la charla, Matías tuvo que irse a trabajar, por lo que no supo más del tema. Sin embargo, al llegar del trabajo, fue con Anabel a una cafetería un tanto alejada de su casa. Se estuvo conteniendo todo el día, pero al fin había logrado decir las palabras que estaban atoradas en su garganta.

-No es nada importante, Matías. Será un trato que beneficie a todos. Además, podré pagar todo lo que han hecho por mí. Ya tomé la decisión y no cambiaré de parecer.

-¿Qué dirá el tío Andrew sobre esto?

-Honestamente, no me importa lo que papá piense. ¿Por qué le importaría en primer lugar? –dijo Anabel, un tanto resentida– Ni siquiera me ha llamado desde que se fue. Siempre es así. Mis problemas son solo míos.

-Sigo estando en contra de esto, pero eres ciertamente muy terca, Anabel. Sabes que, aunque te sientas en deuda con mi familia, no lo estás. Si mi padre te ayudó, fue porque quiso, no porque esperara algo a cambio.

-Lo sé.

Matías se rindió un poco sobre su charla. Era más que obvio que Anabel no cambiaría de opinión. Ni siquiera él sabía quién era el dichoso prometido de Anabel. Aunque nada era oficial todavía, le preocupaba qué tipo de persona sería. Además, no estaba de más decir lo anticuado que era un contrato matrimonial.

Al llegar a la casa, Matías subió a su habitación. Estaba demasiado agotado y apenas tenía ganas de seguir en pie. Anabel también iba a su habitación. Sin embargo, fue interceptada por su tía en el camino.

Su tía ni siquiera le habló, simplemente le sujetó la muñeca y la llevó al estudio en el que ella trabajaba. Anabel jamás entraba a ese estudio, pero ella sabía que entrar a ese lugar no era una buena señal. Cada vez que era llevada a ese lugar era para recibir regaños por parte de Ana.

Ana tomó asiento e hizo que Anabel se sentara frente a ella. Anabel notó que el humor de su tía era mucho mejor de lo habitual.

-Me alegra mucho que hayas aceptado –dijo Ana con un rostro tranquilo–, pero espero que no te arrepientas. Esta es una buena oportunidad para ti. ¿Quién querría casarse con una mujer débil y enferma? Nadie, por lo que debo advertirte que para esa familia tu enfermedad es un secreto. ¿Está bien?

Anabel sentía muchas ganas de huir. Estaba cansada de siempre ser tratada como basura por su enfermedad. Ella sabía que no era su culpa nacer con un corazón débil. ¿Por qué sacárselo en cara todo el tiempo?

-Está bien, tía.

-Veo que al fin estás empezando a comportarte. Bien, prepárate para mañana. Nos reuniremos con la familia Laurent. Ellos están ansiosos por cerrar el trato de forma rápida. Al parecer, la prometida de su hijo lo abandonó y necesitan a alguien que tome su lugar.

Anabel asintió y su tía sonrió. Luego de eso, Anabel se levantó y caminó hasta su habitación. Estaba un tanto inquieta por todo, pero de todos modos su vida no tenía valor alguno. No sabía hacer nada. Su cuerpo no le permitía hacer muchas cosas y siempre era dejada de lado. Era inútil negarse a aquellos que tenían poder sobre ella.

Al llegar a su habitación, notó que la puerta estaba un poco abierta, pero ella recordaba haberla dejado cerrada. Tal vez la dejó abierta y lo olvidó, pero esa idea fue descartada cuando escuchó un estruendo desde el interior de su habitación.

Al entrar, sintió como su pecho se estrujaba. Andrea estaba revisando sus cosas, pero lo que realmente molestó a Ana fue ver el cuadro de su madre en el suelo destrozado. No le importaba ver sus prendas favoritas destrozadas mientras Andrea seguía rompiendo sus cosas.

Le dolía más ver aquel cuadro totalmente destrozado después de que lo cuidó por años. Ese cuadro era su posesión más preciada. No era un cuadro muy grande, simplemente era una imagen pintada de su madre sonriendo. Era tan pequeño que medía unos diez centímetros. Por esa razón, Anabel lo llevaba a todos lados.

-¿¡Qué estás haciendo!?

El grito de Anabel asustó a Andrea, sin embargo, se levantó y tiró el vestido que estaba rasgando anteriormente. Se acercó a Anabel con una sonrisa cínica.

-Te estoy poniendo en tu lugar. Honestamente, no me importa que defiendas a Matías, pero no debes olvidar que eres menos que yo. Estás en mi casa, bajo el techo de mis padres. Está demás decir que debes respetarme. ¿Qué haría mi madre si se entera de la forma en la que me has hablado? -dijo Andrea.

-¡No tenías ningún derecho! -respondió Anabel.

Anabel ignoró totalmente a Andrea y caminó hasta el cuadro. Lo recogió, pero este no tenía arreglo. Estaba rasgado y ni siquiera se podía reconocer el rostro que anteriormente estaba plasmado en él.

Anabel no pudo contener sus lágrimas y comenzó a llorar. ¿Por qué nada le salía bien? Era lo único que amaba más que nada. Todas las fotografías de su madre estaban en manos de su padre y este, de forma egoísta, las guardó bajo llave.

-¿Qué harás ahora? -dijo Andrea con un tono burlón-. Sigue llorando, es lo único que sabes hacer. Después de todo, ni siquiera debiste nacer. Estás sola y nadie te defenderá.

Andrea salió de la habitación riéndose a carcajadas. Anabel seguía en el suelo con los retazos del cuadro en sus manos. Sus lágrimas no paraban y ni siquiera lamentaba la pérdida de sus otras cosas de valor, las cuales también estaban en un estado irreconocible.

Se sentía vacía, no tenía sentido. Siempre había sido así. Ella soportaba todo, pero esta vez cruzaron los extremos. ¿Por qué romper algo tan preciado para ella? Anabel sabía que nadie la quería. Su único amigo era Matías, pero no entendía la razón para poner tanto empeño en molestarla. Era algo estúpido.

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Comments

Adalgiza Aguilar De Manchego

Adalgiza Aguilar De Manchego

que tanta maldad

2023-11-28

1

Sisy Toledo

Sisy Toledo

Que maldita víbora 🐍..... ojalá te mueras...../Puke//Puke//Puke//Puke//Puke//Puke/

2023-10-24

0

Haidee González

Haidee González

fotos de los protagonistas por favor, gracias

2023-10-12

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