Capítulo 15

Anabel estaba un tanto sorprendida. Damián había sido muy amable. Cuando ella despertó temprano en la mañana, Damián la esperó para desayunar juntos. Hacía mucho tiempo que no desayunaba con compañía, incluso llegó a sentir apetito. Damián le dio los buenos días de manera un tanto formal, le dio un collar y le informó que tenía permiso para salir libremente. Anabel estaba extasiada al contemplar tal actitud. ¿Era el mismo de siempre?

Aunque las dudas estuvieran presentes en su mente, esta no se centraría en ello. Al fin tenía una oportunidad de animarse a encontrar un trabajo. Necesitaba ser independiente, puesto que había notado las intenciones de Damián de volverla totalmente dependiente de él.

Bueno, había un pequeño detalle. Ella no tenía experiencia en ningún tipo de campo laboral. Por lo que ya tenía más de dos horas caminando mientras intentaba hacer entrevistas. Creyó que no lo lograría. Si Damián se enteraba de su inútil intento de trabajar, se burlaría de ella recordándole que él le ordenó quedarse en casa sin trabajar.

Cuando pensaba darse por vencida y regresar a casa con sus ánimos por los suelos, vio un letrero en una cafetería. No estaba mal intentarlo una vez más antes de regresar. No perdía absolutamente nada con intentar.

Un cálido aroma recibió a Anabel cuando abrió la puerta de aquel sitio. Era una mezcla entre café y vainilla. Personas estaban en diferentes mesas comiendo y tomando café. Algo que llamó la atención de Anabel fue ver la decoración. Había muchas flores. Era notorio lo bien cuidadas que estaban. Una mujer estaba atendiendo una mesa con una sonrisa tan dulce como el pastel que llevaba en una bandeja. Aquel lugar era agradable no solo por su decoración, sino también por el ambiente en este.

Anabel caminó hasta donde estaba aquella mujer de ojos color café. Aunque esperó hasta que esta terminara con la mesa que estaba atendiendo, cuando esta terminó, fijó su mirada en Anabel.

-¿Necesitas algo? -preguntó la mesera con un tono amable- Puedo ayudarte en cualquier cosa.

-Oh... -exclamó Anabel levemente desconcertada- vi el letrero y quise preguntar, ¿todavía están buscando personal?

-¡Claro! -exclamó ésta de forma alegre- en realidad, yo soy la cajera, necesito una mesera. ¿Tienes experiencia?

Aquella pregunta hizo que Anabel perdiera un poco la motivación, ella no tenía experiencia alguna.

-No, jamás he trabajado.

Aquella mujer frente a ella puso una de sus manos en su mentón y se quedó callada mientras pensaba, suspiró y volvió a sonreír.

-No hay problema, solo debes pedir órdenes y llevar pedidos, la experiencia no es tan necesaria, aunque debo disculparme de manera anticipada, quiero que empieces mañana, estamos un poco apretados.

-¿En serio? -preguntó Anabel más que sorprendida- si habla en serio vendré mañana mismo, no tengo ningún problema con eso.

-Bien, ¡oh! Qué mala educación de mi parte, mi nombre es Pamela, tengo veintidós años y soy la esposa del dueño del café. Somos jóvenes para manejar un café y por eso nadie quiere trabajar con nosotros. Espero que esto no afecte tu decisión.

-No me importa, mi nombre es Anabel, mañana a primera hora vendré.

-Perfecto.

Anabel salió del lugar con una sonrisa triunfante. Estaba emocionada. Nadie podría arruinar aquella felicidad. Al fin estaba empezando a dar pasos para cambiar. No quería seguir viviendo como hasta ahora. Necesitaba dar una mejor versión de sí misma.