Capítulo 6

Los días pasaron rápidamente, convirtiéndose en semanas, y el día de la dichosa boda había llegado. Anabel miraba su teléfono un poco triste: su padre no la había llamado ni una vez. Había hecho tantas cosas a espaldas de su padre y probablemente este no lo notaría. Anabel no sabía cómo sentirse al respecto.

Mientras una maquillista peinaba y maquillaba minuciosamente a Anabel, Andrea entró a la habitación con una sonrisa siniestra y un tanto satisfecha. Anabel suspiró, preparándose para escuchar las estupideces de su fastidiosa prima, aunque ya estaba acostumbrada a escuchar las incoherencias de Andrea.

- Todavía con todo el maquillaje, tu horrible rostro no se arreglará -dijo Andrea con una sonrisa llena de desdén, al igual que su voz-. Lo más lamentable de tu boda es que tu padre ni siquiera lo sabe, por lo que el mío será el que te lleve al altar.

- No veo el problema -respondió Anabel de forma tajante-. Da lo mismo, es un matrimonio arreglado después de todo.

- Bueno, lo aceptas. Claramente, un matrimonio arreglado es la única forma de que te cases. ¿Quién podría amarte? Absolutamente nadie, mucho menos después de saber de tu enfermedad. Ni siquiera sabes cómo es tu esposo. Si es como los rumores, siento mucha pena por ti.

- No me molestarás. Sé que estoy enferma, pero al menos no me dedico a molestar a otros para sentirme plena. A nadie le importa lo que piensas, Andrea. Tengo cosas más importantes que tú. Hoy no estoy dispuesta a soportarte. Además, no creo que seas capaz de sabotear una boda que ayudará a esta familia a salir de un mal momento. ¿O sí?

Andrea chasqueó la lengua y se fue enojada. Anabel sonrió y se acomodó para que la maquillista siguiera con su trabajo. Realmente, lo que menos iba a soportar era ser intimidada, menos en un día tan estresante.

Cuando Anabel estuvo lista, se quedó sentada en el medio de su habitación hasta que alguien comenzó a tocar su puerta. Anabel se calmó un poco al escuchar la voz de Matías y se dispuso a abrirle la puerta, cerrando apenas su primo accedió.

-¿Estás nerviosa? -preguntó Matías con una sonrisa-. Aunque es innegable lo bien que te ves.

-Gracias, aunque sí estoy nerviosa.

-Te ves preciosa, no deberías estar nerviosa. Además, si estás arrepentida, podemos escapar de tu boda.

Anabel no pudo evitar reír de forma ligera al escuchar a su primo. Huir no era una opción, pero esa sugerencia la hizo relajarse.

-No huiré, pero gracias por hacerme reír.

-En un rato debemos irnos, pero no te preocupes por nada. Aunque no conozcas a tu futuro esposo, te aseguro que todo va a ir bien. Y si en algún momento él llega a hacerte daño, se las verá conmigo.

-Gracias, eres mi único amigo y agradezco tu preocupación.

-Agradeces hasta lo más mínimo. No lo hagas.

Anabel asintió y se sujetó del brazo de Matías. Ambos caminaron a la par bajando las escaleras. Marcos ya esperaba abajo. Sin embargo, aunque la principal promotora del trato no se veía muy feliz, Anabel decidió también ignorar a su tía.

Ya estando en el auto, Marcos observó a Anabel. Puesto que solo estaban ellos, Matías, Andrea y Ana se adelantaron. Marcos deseaba darle palabras de aliento a Anabel, pero no sabía qué decir exactamente.

-Sigo pensando que estoy haciendo algo mal -dijo Marcos con un tono sincero-. Necesito dinero, pero me parece injusto que tú seas la que deba obtenerlo y más de esta forma. También me siento mal por hacer esto a espaldas de tu padre.

Anabel sonrió de forma cálida. A pesar de intentar ser cortante con Marcos, él siempre se esforzaba por hacerla sentir cómoda y su preocupación era genuina. Era imposible no ceder ante tal amabilidad.

-Está bien, no estoy enojada ni arrepentida. De todos modos, también tendré beneficios. Eso fue lo primero que dijo el señor Diego.

-Eso me relaja un poco. Aunque ahora debes quedarte con los Laurent. Debes recordar tus medicamentos y no saltar tus comidas. Te quiero como a una hija y me preocupa cómo serás tratada en ese lugar.

Anabel sonrió y puso su cabeza en el hombro de Marcos. Aunque no fuera su tío de forma sanguínea, Anabel no podía negar el profundo cariño que sentía por él.

Al llegar a la iglesia, Anabel se sintió todavía más nerviosa. No se sentía segura, pero Marcos le ofreció su brazo y ella pasó los suyos alrededor. Al entrar a la iglesia, Anabel notó la gran cantidad de personas que había y logró ver la pelirroja cabellera de Elizabeth desde donde estaba.

Aunque lo que más sorprendió a Anabel fue ver a su prometido. Él tenía los ojos verdes al igual que Elizabeth, el cabello liso y frondoso, pero al igual que Elizabeth, su cabello era pelirrojo, un color brillante y encantador. ¿Ese hombre había sido abandonado por su anterior prometida?

Con cada paso que daba hasta aquel joven, Anabel sentía como sus piernas perdían la fuerza. Ni siquiera era un momento adecuado, pero le dolía el pecho, tal vez a causa de los acelerados latidos de su corazón. Anabel intentó contener su respiración para después respirar lentamente. Esa era la mejor manera de calmarse.

Marcos se paró frente a aquel joven y le entregó a Anabel. A pesar de su anterior rostro desinteresado, este sonrió dulcemente para Anabel. La boda transcurrió rápidamente, los votos fueron los ensayados y por primera vez Anabel escuchó el nombre de aquel joven. Damián fue increíblemente amable durante toda la fiesta de bodas, incluso bailó con Anabel. Pero ella sentía algo extraño, algo fuera de lo común. La sonrisa de Damián era demasiado tranquila, no se sentía natural, eso podía deducirse fácilmente.

Con el paso de las horas, Anabel sentía sueño. Para su suerte, la fiesta terminó antes de media noche. Al despedirse de todos, le costó mucho más despedirse de Matías. Ella no quería despedirse, pero debía quedarse con su ahora esposo, con el cual no había tenido siquiera una conversación. Aunque esto era parte de su nueva vida, porque ella misma había decidido cambiar un poco, sacaría el máximo provecho de tal matrimonio.

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