^^^"A veces, estar al borde es el lugar más seguro, porque tienes que luchar para mantener el equilibrio." - Margaret Atwood, "Oryx y Crake"^^^
Pronto, la sala se llenó con la presencia del coronel, su hijo el sargento Philip, la doctora McLaren, un general de apellido Debante y otro individuo vestido de traje que, parecía estar bajo una protección especial, ya que nunca supe su identidad. Tras saludar rápidamente a mis superiores, tomé asiento en la mesa para escuchar con atención su intervención.
Los ojos de cada persona en la habitación estaban fijos en el general Debante mientras tomaba la palabra con una seriedad que hizo que el aire se pusiera más pesado. Las miradas de los altos mandos militares y del misterioso individuo vestido de traje generaban una atmósfera de incertidumbre y desconcierto que no dejaba de aumentar. Incluso el coronel y su hijo, el sargento Philip, se mantenían erguidos y serios, lo que hacía que el ambiente se sintiera aún más tenso. La doctora McLaren parecía inquieta por la situación que se avecinaba, y aunque trató de ocultar sus emociones, su lenguaje corporal hablaba por sí solo. Mientras tanto, yo me sentía expectante, presto a analizar a cada persona en esa sala, al no tener mucha más información de ellos, eso era lo único que me quedaba.
El general comenzó a hablar y su voz era grave y autoritaria. Sus manos golpeaban la mesa, enfatizando cada palabra que salía de su boca. Era evidente que se trataba de una situación crítica, y todos en la sala lo sabíamos.
—Señores, esto es serio. No conocemos nada acerca de estos terroristas que bien pueden ser responsables de la propagación de la enfermedad, pero la orden es directa: no podemos permitir que esta enfermedad se siga expandiendo en nuestro país.
Sus palabras fueron directas y contundentes. Su tono era tan serio que no hubo ni una sola persona en la sala que no comprendiera la gravedad de la situación. El único que parecía disentir con las palabras del general era yo. Había visto los expedientes de los objetivos y sabía que eran personas de familia comunes y corrientes sin antecedentes delictivos.
De repente, el general se levantó de la mesa y permitió el acceso al individuo de traje elegante que había estado observando en silencio. Este hombre parecía haber salido de una película de espías. Su traje era impecable, sus gestos eran medidos y precisos, y no había ni un solo indicio en su lenguaje corporal que pudiera delatar su identidad.
—Bienvenidos a la misión 'Estigia' —dijo el individuo del traje con un tono serio y grave. Sus palabras sonaron como un eco en la sala silenciosa.
Para ese momento realmente me pregunté quién sería ese "idiota". Parecía ser alguien de gran importancia, pero su identidad era un misterio.
—Esto a lo que nos enfrentamos es, por lejos, la peor crisis que debemos afrontar —continuó—. Lo haremos con entrega, entereza y patriotismo; por nosotros, por nuestras familias y, sobre todo, por el país.
Ese tipo extraño dirigió una rápida mirada hacia nuestro tablero de organización de la misión, antes de ceder el turno a la doctora McLaren para que nos hablara acerca del trabajo que venía realizando.
—En primer lugar, sabemos que estos individuos son sumamente agresivos —comenzó diciendo la doctora mientras se acomodaba los lentes—. No sabemos cómo se contagiaron con este esquivo virus —suspiró profundamente antes de continuar—. En primera instancia, creíamos que era uno de la familia de la rabia común, pero el ensayo y error nos llevó a concluir que este es mucho más agresivo. Tenemos un par de cultivos controlados, pero ninguno responde al tratamiento. Trabajamos día y noche, pero no hay ningún resultado
positivo. Nunca en los veinte años que llevo de carrera en virología y medicina vi algo parecido. Este virus se adueña de las células madre del huésped y se hace con el control de ellas. Lo curioso es que no las mata, sino que se adhiere a la pared celular y llegan a una aparente convivencia; esto es extraño, fuera de toda lógica.
—En cuanto a los síntomas, hemos podido recabar poca información, dado que como saben estos pacientes han mostrado un comportamiento evasivo. La infección comienza con: fiebre elevada por encima de lo tolerable para cualquier ser humano, dolor de cabeza insoportable, dolor muscular y en las articulaciones, debilidad intensa.
En la sala reinó un silencio sepulcral. A medida que iba avanzando la lista, el ambiente se volvía cada vez más tenso, y los síntomas consiguientes se escuchaban mucho más graves:
—Sangrado inexplicable, hematomas negruzcos, fallo renal y hepático, exantema máculo papular, hemorragias masivas internas o externas —añadió la doctora, bajó la mirada hacia el piso, parecía incapaz de proseguir.
—Como los síntomas del Ébola —comenté con voz grave.
—De ahí radica la confusión —asintió McLaren, quien con preocupación levantó levemente los ojos hacia mí—. Estamos dando golpes a ciegas; atribuyendo el origen de la enfermedad a virus conocidos, solo por su sintomatología. Imagínense esto: la humanidad no tiene hasta ahora un tratamiento probado para el control del EVE, ni siquiera estamos cerca de conseguirlo...
La doctora se quitó algunas lágrimas que perlaban sus mejillas. Más que triste, parecía impotente.
—Esta enfermedad es aún peor —explicó McLaren, la desesperación creciente en ella se vio reflejada en el tono de su voz que de a poco se apagaba—. El panorama es desalentador. Desafortunadamente, este virus es mucho más invasivo que lo conocido, y sin más investigación no podemos asegurar que no se vuelva endémico. Solo si pudiéramos aislar a los sospechosos podríamos...
—Eso está fuera de toda discusión, doctora —interrumpió el hombre de traje con frialdad—. Las órdenes son claras, hay que dar de baja a estos pacientes. No hay otra manera, no podemos acercarnos a ellos y arriesgarnos a agravar el contagio; esta medida ya surtió efecto en un par de ciudades.
El tipo del traje se levantó de su asiento, miró de soslayo su reloj de pulsera antes de decir:
—Tengo un montón de cosas por hacer. De todo corazón les deseo fuerza y recuerden que el futuro del país está en nuestras manos.
Dicho esto, se acomodó la corbata, asintió levemente en nuestra dirección, tomó su maletín y, junto al coronel Grayson, desapareció del lugar. McLaren hundió su rostro entre las palmas antes de dejarse caer pesadamente sobre su asiento.
—¡Demonios! —susurré, maldiciendo en voz baja. Sabía que mi tono no había sido lo suficientemente discreto como para no alertar a mis compañeros, pero en ese momento no podía evitarlo.
El general avanzó hacia mí con paso decidido, erguido y con gesto serio. Sus botas resonaron en el suelo de la sala de operaciones mientras se acercaba.
—Luis, antes de que se me olvide —dijo Debante con un tono grave, sacando un sobre de su chaqueta y entregándomelo.
Tomé el sobre con precaución, preguntándome qué contenido tendría, y lo abrí lentamente. En su interior, descubrí un par de galones dorados que relucían bajo la luz artificial de la sala. Eran símbolos de mi rango en el ejército, un recordatorio de mis años de servicio.
—Tu historial militar es impresionante , hijo. Y tengo que decir que estoy encantado de tenerte en esta importante misión —mencionó el general con una sonrisa orgullosa, dándome unas palmadas en el hombro—. Es bueno para los buenos, tenerte de vuelta entre nuestras filas.
Me sentí halagado por sus palabras, pero sabía que no podía aceptar el título que me ofrecía. Había tomado la decisión de retirarme del ejército, y no pensaba cambiar de opinión.
—Agradezco sus palabras, señor. Pero no voy a volver —dije con voz firme, deslizando los galones sobre la mesa—. Esta es mi última misión y estaré fuera.
Debante frunció el ceño y me miró con curiosidad, como si no pudiera comprender mi decisión. Pero yo sabía que no había vuelta atrás.
—Hijo, mira esto como algo que te servirá para dirigir a los efectivos a tu cargo. Los soldados respetan los rangos superiores a los suyos —dijo el general, tratando de convencerme—. Aunque sea de forma provisional, en el campo, debes llevar tus distintivos.
El general asintió levemente con su cabeza, mientras señalaba con su índice el sobre en la mesa. Como diciéndome que no me quedaba otra opción.
—Está bien, señor. Agradezco su confianza —dije finalmente aceptando de nuevo el rango más alto que había obtenido en mis años de servicio.
Me incorporé e hice un saludo militar que el general aceptó con honores.
—Bien, empiecen con las maniobras militares enseguida. Tiene luz verde para proceder, Teniente —aseguró Debante dando media vuelta antes de dejar nuestra sala de operaciones.
—Estamos listos para empezar, señor —dije. El general volteó levemente y con aspecto serio solo asintió con la cabeza.
Luego tomé uno de los galones para pegarlo en el velcro de la hombrera derecha de mi camisa de camuflaje.
—Estoy aquí de nuevo —susurré para mí mismo, mientras contemplaba todas las implicaciones que esa pequeña frase traería consigo.
Sentí el peso de mi pasado militar recaer sobre mis hombros como una armadura, mientras me preparaba para liderar una última vez en la batalla.
***
Unos minutos más tarde, después de conocer a los soldados encargados del sargento Philip, en la sala de operaciones aseguramos todo el equipo y nos preparamos para nuestra primera misión juntos.
Mientras me ponía el chaleco antibalas, Fátima, que ya estaba equipada, me mostró la imagen térmica del perímetro que habían trazado alrededor del lugar donde se había visto por última vez nuestro objetivo.
—Estos son los informes de inteligencia, Luis. Quizás deberíamos partir lo antes posible, los datos tienen un par de horas —me dijo, su tono de voz sugería urgencia.
Asentí en silencio y me dirigí a mi unidad.
—¡Todos aquí, ahora! —silbé. Los cinco soldados se alinearon frente a mí
—¿Sus soldados están listos Grayson? —pregunté. Mirando la disciplina en cada uno de los rostros frente a mí. Aunque no los conocía del todo por los expedientes que leí acerca de ellos sabía que eran muy buenos elementos.
—Sí, señor —respondió Philipp con un grito.
—Muy bien sargento, escoge a dos para el equipo Serpiente. Prestarán su apoyo desde tierra junto al equipo de la agente Mansour. Tú y tú me acompañan al aire, seremos el equipo Águila —dije a un par de cabos, una mujer y un hombre que me inspiraron más confianza, en esos pocos minutos.
—Entendido —gritaron ambos.
—No los conozco demasiado, pero habrá tiempo para las presentaciones. Cuídense como los hermanos de armas que son, buena suerte y bienvenidos a la misión Estigia... entonces, al aeródromo, ¡a la voz de ya! —grité en medio de aplausos—. Vamos a salvar el día.
Cargando mi equipo rápidamente, seguí a mis compañeros hasta el aeródromo, donde el ruido ensordecedor del rotor del Black Hawk nos recibió. Mis compañeros ya estaban sentados dentro; uno de ellos rezaba con la cabeza gacha, mientras que la mujer no dejaba de tamborilear sus dedos sobre su AR-15. Poniéndome un par de audífonos, hice una señal al piloto para que confirmar el despegue.
—Bienvenido, teniente. —comentó el copiloto.
—Les habla Danny, su piloto. Este vuelo tendrá algunas turbulencias, así que abrochen sus cinturones. No vamos a Hawaii, no señor —bromeó el piloto riendo levemente—. Vamos de camino a volvernos héroes de la nación, o en el caso de algunos, doblemente héroes. Bienvenido de vuelta, Teniente.
—Gracias, Danny. Siempre supe que si fallaba en mi carrera militar, tenía un futuro prometedor como héroe de acción de Hollywood —sonreí mientras el helicóptero se elevaba lentamente del suelo—. Espero que no tenga que ponerme a prueba en esta misión, pero si lo hago, asegúrate de que mi mejor ángulo esté siempre en cámara lenta.
Dentro de la aeronave, las risas sonaron fuertes y desinhibidas, una especie de válvula de escape para aliviar la tensión y la preocupación que acechaba a todos los presentes. Por unos instantes, el miedo y la incertidumbre quedaron en suspenso mientras compartían un momento de camaradería. Pero como un reloj implacable, el tiempo seguía avanzando y la misión demandaba que todos estuvieran en su máximo nivel de alerta.
Observé a la cabo, tratando de conocer un poco más sobre ella, algo que pudiera despejar mi mente de los peligros que nos acechaban. Su uniforme parecía más bien un lienzo sobre el que el distintivo de cabo primero resaltaba con autoridad. Quería saber más sobre ella.
—¿Cuál es su nombre completo? —le pregunté finalmente.
—Cabo primero: Melisa D'Angelo, señor —respondió de inmediato, un poco sorprendida, como si hubiera esperado una pregunta diferente.
Los únicos sonidos que se escuchaban dentro del helicóptero eran las voces de los pilotos y de mis dos compañeros. Pero de repente, supe que tenía que formar equipo con ellos. La pregunta era quién sería mi compañero en el nido de francotirador.
—Encantado de conocerte, Melisa D'Angelo —sonreí y miré al otro cabo—. ¿Y tú?
—Cabo Xavier Grand, señor —respondió él haciendo un saludo marcial.
—Descanse cabo Grand, un gusto conocer a ambos. Pero basta de formalidades, pueden llamarme por mi nombre —dije con una sonrisa.
Pregunté si alguno de ellos tenía experiencia en esa labor, y ambos me aseguraron que sí. La cabo Melisa D'Angelo, con su distinción de cabo primero, parecía la elección más obvia, pero no quería tomar una decisión apresurada.
Así que le pregunté a ambos sobre sus habilidades y la cabo primero me respondió con seguridad que habían sido reclutados específicamente para desarrollar trabajo de campo y combate lejano. Asentí, agradecido por su respuesta y después de unos segundos de reflexión, decidí que sería Melisa la que me acompañaría en el nido.
—Sería un honor colaborar con esa tarea, señor —respondió Melisa con una sonrisa en su rostro.
—Excelente —dije, sintiendo alivio al tener a alguien con su experiencia y habilidad a mi lado—. Te agradezco por ofrecer tu ayuda.
—Sin problema, teniente Luis — mencionó D'Angelo que en seguida se dedicó a analizar el equipo para la tarea que le fue encomendada.
La música comenzó a sonar en mis audífonos y me acomodé en mi asiento mientras el helicóptero sobrevolaba el área donde se había visto por última vez al sujeto. Observé por la ventanilla, tratando de enfocar mi mente en la tarea que teníamos por delante. Una canción de Siouxsie and the Banshees, resonaba en mis oídos, y aunque no podía evitar sentirme tenso, la música lograba calmarme un poco.
—¡Contacto! —gritaron los pilotos casi al mismo tiempo rompiendo mi ensimismamiento.
Enseguida me incorporé en mi asiento y con una señal advertí a mis compañeros que estuvieran preparados.
—Lo encontramos, es él —dijo esta vez la agente Mansour a mi intercomunicador—. "V" - 104 lo tenemos exactamente a un par de clics de distancia.
—También lo veo —me asomé un poco a la cabina del helicóptero para ver las cámaras térmicas— ¿Cómo demonios es que no irradia calor? —añadí al ver la imagen del hombre corriendo por en medio de las calles aledañas—. Esto está fuera de toda lógica... Agente, no se le acerquen, vamos a atacar por aire, cortaremos su paso cerca de Lake Avenue Church, 393 N, y Lake Ave. ¿Entienden? Vamos a bloquear el avance en la 210...
—Entendido, teniente —respondió Fátima—. Cambio y fuera.
Asentí mientras revisaba la cámara en mi pecho y el resto de medios de comunicación con los altos mandos. Me acerqué a los pilotos y les di la nueva orden. Mientras descendíamos hacia el objetivo, corrí hacia el otro extremo de la aeronave y me aseguré con un arnés de seguridad para empezar a armar rápidamente mi rifle de francotirador.
—Contacto positivo —anunció D'Angelo— ¿Vamos a aterrizar?
Ella enseguida le quitó el seguro a su fusil de asalto.
Negué enérgicamente con la cabeza, calculando la velocidad y la dirección del viento, la altitud del helicóptero y la posición del objetivo en movimiento. Observé por la ventanilla del helicóptero y vi al hombre corriendo hacia la iglesia, zigzagueando entre los edificios y los obstáculos.
—Dile al piloto que voltee 2,3 grados al norte —le dije a D'Angelo. Ella obedeció de inmediato, y el Black Hawk empezó a dar una pequeña vuelta, poniéndonos frente al objetivo que se acercaba aprisa.
Puse el rifle sobre el piso de la aeronave antes de ponerme en posición para disparar. Grité:
—Abran la puerta.
De inmediato obedecieron, y puse la vista en la mira telescópica. Localizando al objetivo, empecé a hacer nuevos cálculos mentales. La presión y deriva del viento, la altitud, el efecto Coriolis, el movimiento leve del helicóptero estaban jugando en mi contra, pero confiaba en mi entrenamiento y experiencia para superarlos.
—Vamos amigo, dame un ángulo limpio —susurré con la mirada puesta en el blanco, mientras seguía sus movimientos con la retícula. La adrenalina corría por mis venas mientras esperaba el momento adecuado.
—Tengo identificación positiva del objetivo —añadí.
—Si busca autorización para disparar ¡Solo hágalo, teniente! —soltó el coronel Grayson a mi intercomunicador. Tanto él como los altos mandos seguían de cerca la operación
Finalmente, obtuve el ángulo perfecto para el disparo. Respiré hondo y me concentré en la tarea que tenía delante.
—Viento en 5, presión en 2, altura en 0, efecto Coriolis en 1, movimiento del helicóptero en 3 — hice los ajustes necesarios en mi puntería, confiando en mi instinto y mi entrenamiento. Todo tenía que salir perfecto si quería lograr un disparo certero.
Apunté con cuidado, como dictaba mi experiencia, alargué el índice justo en el momento adecuado, una vez tuve un blanco claro, y apreté el gatillo con fuerza. El ruido sordo del rifle con el supresor añadido me sacudió levemente, y pude ver cómo el objetivo caía abatido sobre la acera con el cráneo destrozado por mi disparo.
—Objetivo abatido, repito. Tango cayó —anuncié al equipo que vigilaba la operación desde la silla; mientras respiraba profundamente el aroma a pólvora que despedía mi rifle de precisión. Jalé el cerrojo, y el casquillo salió volando frente a mi mejilla.
—Buen trabajo, teniente —mencionó el general Debante a mi intercomunicador—. Sabía que sería una adición importante a la misión.
Preguntándome si todo aquello era necesario, no respondí, solo me aparté del rifle de precisión.
—Aquí Serpiente, el blanco ha sido neutralizado. Buena cacería, Águila uno —comunicó Philipp desde tierra—. Vamos a proceder...
No escuché todo lo que iba a decir, ya que retiré el intercomunicador de mi oído. Me incorporé y, sin siquiera recoger el rifle, me quité el arnés y regresé a mi asiento justo en el momento en que la alerta del helicóptero señalaba que la compuerta se cerraba.
Grand se acercó sonriendo para felicitarme.
—¡Vaya disparo efectivo, señor!
—Vuelva a su asiento, cabo —le dije en tono severo—. ¿Hay algún llamado de emergencia? ¿Alguien ha contactado a la policía?
D'Angelo, tomando el papel de nuestra técnica de comunicaciones, se acercó a mí con el dedo puesto en el intercomunicador.
—Nada hasta el momento, señor. Esta primera intervención ha sido todo un éxito —respondió—. La tecnología de transmisión satelital que estamos utilizando ha demostrado ser eficaz. Los altos mandos están contentos con el desempeño.
Asentí en agradecimiento y me hundí en mi asiento, pensando en la misión que acabábamos de llevar a cabo. A pesar de haber completado con éxito la tarea asignada, no pude evitar sentir un ligero remordimiento por haber acabado con la vida de otra persona después de un largo tiempo, en el que parecía haber alcanzado finalmente la tan anhelada paz tanto para mí como para mi familia.
—¿Qué demonios estoy haciendo? —susurré.
—Perdón por molestar, señor, pero el sargento Grayson quiere hablar con usted —comunicó D'Angelo.
—De acuerdo, gracias —dije mientras me ponía de nuevo el comunicador al oído—. Informe la situación, Sargento.
—La operación ha sido todo un éxito, señor. La unidad de limpieza está trasladando al tango abatido —respondió Philip, quien parecía divertirse con algo que yo no entendía.
—Bien. ¿Quería decirme solo eso? —pregunté mientras me pellizcaba el entrecejo tratando de aclarar los pensamientos que golpeaban mi cabeza como un torrencial aguacero.
El sargento Grayson, de pronto parecía incómodo al responder.
—La agente Mansour está dispuesta a seguir adelante con la operación, señor. El tiempo es esencial —respondió finalmente.
Con un oído todavía en el intercomunicador, miré alrededor del helicóptero y evalué la situación. La operación había sido un éxito, a pesar de todo asentí con satisfacción y agradecimiento a mi equipo, sabiendo que habíamos hecho nuestro trabajo de manera efectiva y eficiente. Comprendiendo que cada segundo, contaba no podía hacer más que expresar mi consentimiento.
—Lo entiendo. Por mi parte, estoy bien. Cuanto antes acabemos con esto, mejor. ¿Qué nos dice inteligencia? ¿Tenemos algún rumbo fiable que seguir? —pregunté mientras me reclinaba en mi asiento. No podíamos permitir que el objetivo se escapara.
—Le enviaré la información a usted y al piloto de inmediato señor —contestó Grayson antes de desaparecer de la línea—. Aquí Serpiente, cambio y fuera.
Revisé los nuevos datos de exploración satelital del lugar objetivo, y me dirigí a mis compañeros.
—Rumbo nuevo. Nos dirigimos a Arcadia. D'Angelo, necesito informes actualizados sobre el movimiento de la policía local en toda la ciudad. Grand, quiero un informe constante del movimiento de vehículos de emergencia en el perímetro donde llevaremos a cabo el asalto, la información del sector de intervención ya fue enviada a sus dispositivos tácticos.
Miré a mis compañeros, que charlaban jovialmente.
—Quiten esas sonrisas de sus rostros. No hay nada que celebrar —dije, con un tono frío.
Ambos asintieron en silencio y volvieron a sus asientos, murmurando disculpas. Sabía que mi equipo era capaz, pero no podía permitir que la complacencia nublara nuestra misión. Demasiado estaba en juego.
***
Con el objetivo localizado a unos cuantos kilómetros al sur de la ciudad, D'Angelo y yo descendimos por cuerdas en la azotea de un edificio en el distrito industrial de Arcadia. Una vez allí, le pedí a mi compañera que asegurara la zona mientras yo miraba hacia arriba, donde el helicóptero seguía gravitando en el aire. Di la orden a los ocupantes del Black Hawk para que prestaran su apoyo desde el aire, mientras a lo lejos pude divisar la camioneta de Fátima y su equipo, así como el objetivo que extrañamente estaba persiguiendo el vehículo.
Corriendo, regresé hasta el nido del francotirador que D'Angelo había preparado, y me acosté sobre la manta que mi compañera había amablemente colocado para mi comodidad.
—Está detrás de nosotros, como un maldito perro —dijo Philip, claramente nervioso—. Santo cielo, ¿qué está pasando?
—Mantén la compostura, sargento —le respondí con firmeza, observando la escena a través de la mira telescópica—. Vamos a aprovechar ese extraño comportamiento que al final es una distracción de su parte. Quiero que lo lleven hasta ese puesto de hamburguesas que tienen al norte. Exactamente los quiero ver atravesando la Av. 54 hasta llegar a ese lote de construcción que tienen unos kilómetros adelante. ¿Entendido? Cambio y fuera.
—Entendido, estoy fuera —respondió Philip, quien aceleró la marcha de su vehículo.
Respiré profundamente, observando a mi compañera que tenía la mirada puesta en su telémetro óptico mientras medía la presión del viento y tomaba anotaciones.
—¿Cuánto para el contacto, cabo? — pregunté, devolviendo nuevamente la atención a mi blanco.
—Tenemos dos punto tres clicks, Teniente Luis. La presión atmosférica está por debajo de los estándares —me respondió ella de inmediato. Mientras tanto, yo hacía algunos cálculos más.
Después de unos minutos con los datos de mi observadora y los míos, tenía una buena cuenta del valor de la deriva por viento y por rotación, además de la altitud de densidad, la Rotación de la tierra (efecto Coriolis) y el efecto Eötvös, así como la dirección del objetivo móvil. Entonces Calculé una distancia para el tiro óptimo. Afortunadamente, el tipo seguía a solo unos metros detrás del vehículo de mis compañeros que estaba a solo unos pocos pies de llegar a la zona de construcción. Ajustando un tanto la retícula de la mira sin dejar de seguir a mi blanco, y empecé a acercar mi índice al gatillo.
—Tengo un buen objetivo —susurré sin dejar de seguirlo con la cruz de precisión.
Después de unos segundos de concentración respiré profundamente y apreté el gatillo. La bala salió del cañón con un leve sonido gracias al supresor y se dirigió hacia su destino a toda velocidad. Por un momento, el tiempo pareció detenerse hasta que finalmente el sujeto cayó fulminado, dejando detrás de sí una mancha de sangre que tiñó el pavimento.
—Objetivo neutralizado, señor —informó D'Angelo, quien observó por última vez a través de sus prismáticos.
—También lo vi —respondí rápidamente, poniéndome en pie para recoger nuestro equipo—. Llame al equipo en aire. Preparémonos para partir.
El equipo de limpieza llegó rápidamente a la escena para acordonar el área. Mientras hacían su trabajo, no me aparté de la mira telescópica, quería observar con detalle a esos enigmáticos sujetos vestidos de amarillo. El sol de la tarde comenzaba a esconderse tras los edificios, pintando el cielo de tonos anaranjados y morados. El viento soplaba suavemente, haciendo que la ropa holgada de protección contra agentes biológicos de los presentes se moviera al unísono.
Finalmente, luego de unos segundos, esos tipos que actuaron con ligereza levantaron todo indicio de ese lugar, subieron a sus camionetas y tan rápido como habían llegado, partieron. Mientras me alejaba del arma, noté que mi pulso aún latía con fuerza, mi respiración agitada y sudor frío en mi frente. Era el resultado de la tensión del momento, la adrenalina de la situación y el peso de la responsabilidad que, sin lugar a dudas, recaía sobre mí. Al sentarme bajo la barandilla de protección de la azotea, sentí el peso de la realidad cayendo sobre mis hombros. ¿Qué estaba haciendo? La respuesta más sencilla era que estaba cavando mi propia tumba. Aunque había logrado cumplir mi misión, no podía evitar sentir una cierta pesadez en mi corazón al pensar en las consecuencias que inevitablemente me tocaría enfrentar. Mientras D'Angelo hablaba con el equipo de extracción por radio, mi mente se enfocaba en la tarea inminente y más inmediata, la de abandonar la azotea. Con la adrenalina todavía en mi sistema, sabía que la salida debía ser rápida y sin errores. La misión no había terminado, pero en mi mente no estaba cumplir con el deber que acepté, mis pensamientos estaban navegando a millas de distancia.
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