Luciana…
Esto no puede estar pasando.
El papá de la hermosa niña que conocí… es el mismo ogro que casi me atropella en el estacionamiento.
Y no solo eso, es el dueño de la empresa.
El destino debe estar jugando conmigo.
Sentía que el corazón me latía tan fuerte que apenas podía escuchar lo que decían a mi alrededor.
Era tan guapo, tan imponente… tenía esa voz de mando que eriza la piel, pero al mismo tiempo una mirada llena de tristeza, la misma que vi reflejada en los ojos de su pequeña hija.
No entendía por qué me ponía tan nerviosa, ni por qué no podía dejar de mirarlo.
—Creo que es la candidata indicada, señor. La sonrisa de su hija lo dice todo —comentó la secretaria con una amabilidad que me tranquilizó un poco.
—Creo que así es —respondió él, aún sorprendido—. Señorita…
—Luciana —intervino la secretaria antes de que pudiera hablar.
—Señorita Luciana —dijo el hombre, mirándome directamente a los ojos—. La espero mañana en mi casa a las ocho en punto. Allí conocerá a mis demás hijos.
Y sin más, se marchó con su hija en brazos. La pequeña Sol me dedicó una sonrisa que iluminó toda la sala.
—¿Estás bien? —preguntó la secretaria acercándose.
—Creo que sí… Perdona, no sé tu nombre —respondí aún algo aturdida.
—Soy Diana. No te asustes, mi jefe puede parecer un poco frío, pero hace poco perdió a su esposa. Ya verás, no es tan terrible como parece —dijo con una sonrisa comprensiva.
—Gracias, Diana. Y gracias por decir que yo era la indicada… de verdad necesito mucho este trabajo —le dije sinceramente.
—Lo sé. —Me entregó un papel con una dirección escrita a mano—. Sé puntual, y sobre todo… confía en ti.
Salí de la oficina nerviosa, pero con una esperanza nueva latiendo en el pecho.
Por fin tendría un trabajo decente, una oportunidad real para sacar adelante a mi hermana… y para dejar atrás ese oscuro bar.
—¡Luci! ¿Qué pasó? ¡Habla ya, me vas a matar de los nervios! —gritó Taliana apenas me vio.
—El puesto es mío —le dije con una sonrisa emocionada.
Mi amiga me abrazó con fuerza y empezó a saltar de la alegría. De camino a casa le conté todo: cómo había conocido a Sol, el carácter de su padre y lo increíble que me parecía esta nueva oportunidad.
—Vas a ver a ese hombre todos los días, Luci. ¡Qué suerte la tuya! —dijo entre risas—. Aunque sí, tiene cara de gruñón… pero, ¡qué guapo!
—No creo que sea tan guapo… —murmuré bajito. (Mentira. Era guapísimo).
—¿Cómo te fue, hermana? —preguntó Clara corriendo a abrazarme.
—Muy bien, pequeña. Ya tengo trabajo. Mañana empiezo —le dije acariciándole el cabello.
María y Clara estaban felices. Cenamos juntas y les conté todo lo ocurrido.
Mi hermana decía que parecía un cuento de hadas, y quizás tenía razón… aunque en este cuento, el príncipe parecía más bien un ogro.
Esa noche, aunque era mi día libre en el bar, no pude dormir.
El rostro de Emiliano, su voz, su mirada... todo seguía girando en mi cabeza.
Me levanté temprano. Preparé el desayuno para Clara, dejé todo listo para que fuera al colegio y busqué la mejor ropa que tenía.
No era gran cosa, pero estaba limpia, planchada y con ella me sentía digna.
Cuando llegué a la dirección que me dio Diana, me quedé sin aliento.
Frente a mí se alzaba una mansión enorme, con jardines perfectamente cuidados y fuentes que parecían sacadas de una película.
Toqué el timbre con las manos temblorosas.
Una señora muy formal abrió la puerta.
—Buenos días, soy Luciana, la nueva niñera —dije con timidez.
—Bienvenida, señorita Luciana. Soy Elena, el ama de llaves. El señor la espera en el estudio —respondió con amabilidad.
El corazón me latía tan fuerte que apenas podía respirar.
Cuando entré, él estaba allí, sentado detrás de su escritorio, imponente como siempre.
—Buenos días, señor —saludé intentando mantener la calma.
—Buenos días. —Su voz sonó seria, firme—. Tome asiento, por favor.
Me senté frente a él, tratando de no fijarme demasiado en lo atractivo que se veía con esa camisa blanca arremangada.
—Voy a ser claro —dijo—. Necesito que se haga cargo de mis cinco hijos. En un momento los conocerá. Soy un hombre muy ocupado, así que prefiero que resuelva los problemas que se presenten sin tener que molestarme. Me gusta el orden y la disciplina. ¿Entendido?
—Sí, señor —respondí, intentando sonar segura.
—Bien. Elena le explicará los detalles del trabajo.
En ese momento, la puerta del estudio se abrió y entraron los niños.
Cinco. Cinco niños. Tragué saliva.
La pequeña Sol, al verme, corrió a abrazarme.
Ese gesto me derritió el corazón.
—Hijos —dijo Emiliano—, ella es Luciana, su nueva niñera.
Luciana, ellos son mis hijos: María Camila, mi hija mayor, tiene 18 años; Emiliano, el segundo, tiene 16; los gemelos, Jerónimo y Joaquín, tienen 7; y bueno… a Sol ya la conoces.
—Mucho gusto, niños. Soy Luciana. Espero que podamos llevarnos muy bien —dije con una sonrisa.
Sol me abrazó con fuerza, pero los demás… me miraban con desconfianza.
María Camila, sobre todo. Su mirada era fría, retadora.
—Elena te explicará tus tareas. Regreso en la noche —dijo Emiliano, tomando su maletín—. Espero que todos se porten bien… y tú, María Camila, por favor, no mal aconsejes a tus hermanos.
—Sí, papá —respondió ella con tono irónico.
Cuando él salió, el silencio se hizo pesado.
María Camila me miró de arriba abajo, cruzó los brazos y dijo:
—No sonrías mucho, Luciana. No te ilusiones. Muy pronto te irás de aquí.
Me quedé quieta, sin saber qué responder.
Solo alcancé a pensar que, aunque no sería fácil… no iba a rendirme.
Por mi hermana. Por Sol.
Y por esa nueva vida que, de algún modo, empezaba justo allí.
María Camila sera una piedra en el zapato para Luciana.
¿Creen que podrá ganarse el corazón de estos niños?
***Gracias por leer mis historias, estoy atenta a sus comentarios. ***
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Comments
JZulay
frente a un camino con minas 😳🤭😜
Vamos a tí Luci ...no te dejes !!!! 🤭
2025-10-22
0
Marshaan Sanchez
hay Luciana que Dios te agarre con fe sada por los niños son candela y el con el rollo de empresa ni te cuento /Angry/
2024-02-26
6
Carmen Gamez
porque repite textos
2023-10-29
1