Capítulo 8: ¿Papi, te vas a morir como mami?

Emiliano

Cada día la situación de la empresa empeora más, tengo que buscar una solución pronta, mi cabeza es la que está en juego en estos momentos, una de las socias mayoritarias, está empeñada en que entregue el cargo, pero no les voy a dar ese gusto.

En casa al parecer todo marcha bien, lo sé por lo que me dice Elena, al parecer los niños están bien con Luciana, quien es un poco extraña, pero si ellos la aceptaron es una preocupación menos para mí.

Casi no he visto a mis hijos, salgo muy temprano en la mañana cuando aún duermen y regreso en la noche cuando ya están dormidos hasta los más grandes, no estoy cumpliendo con la promesa que le hice a mi esposa, quizás solo huyo de esa promesa y mis hijos no merecen eso.

En este momento ingreso a una junta muy importante, le he pedido a mi secretaria que no me pase llamadas de nadie, necesito cerrar un negocio urgente y esta es mi última oportunidad.

Cuando estoy a punto de empezar con la presentación, suena el teléfono.

—Diana, te dije que no me pasaras llamadas— digo algo molesto

—Una disculpa, señor, es de su casa, Luciana— me responde.

Contesto la llamada, algo enojado, pero si es de la casa es porque algo malo ocurrió.

—Que pasa Luciana, estoy muy ocupado-

—Lo de señor y me disculpo, pero alguien tiene cosas muy relevantes que decirle— responde

—Alguien, y quien, por favor señorita, no me haga perder…-

—Papi, que haces, me lees un cuento-

—Pues trabajando, que más voy a estar haciend… Sol, eres tu mi niña— digo con una enorme sonrisa.

—Si papi, te quiero, puedes venir a la casa— me pregunta.

—si mi niña salgo de inmediato para allá, espérame— digo levantándome de mi silla.

De inmediato salí de mi oficina sin despedirme, mi hija, mi pequeña hija está hablando, como no lo hacía hace más de un año.

—Diana, discúlpame con los señores, tengo que ir a casa-

Regresé a casa lo más rápido que pude, es primera vez en mucho tiempo que llego a casa tan temprano.

Al ver a mi hija la abracé como nunca antes lo había hecho, sus ojos nuevamente brillaban como hace muchos meses no lo hacían, hoy puedo decir que es un día muy feliz para mí.

Pase la tarde con Sol, ella estaba feliz, le leí algunas historias, jugué con ella un rato, sin darme cuenta se hizo de noche, hoy acostaría yo por primera vez a mi pequeña niña.

—Papi, tú te vas a morir como mami— pregunta Sol ya envuelta en sus cobijas.

—No mi amor, al menos por ahora no, cuando muera será porque ya seas una mujer y tengas tu propia familia-le respondo.

—Lo prometes papi— pregunta

—Si mi amor, te lo prometo, descansa mi niña, te quiero— le digo dándole un beso.

Al salir de la habitación de mi hija, decidí bajar al despacho, tenía que responder unos correos y revisar si había mensajes de la oficina, después de mi salida repentina.

Al llegar encontré a Luciana allí, estudiando.

—Una disculpa, señor, ya me retiro— me dice al verme entrar.

—No te preocupes, puedes quedarte y así aprovecho para hablar contigo— le digo sentándome junto a ella.

—Dígame, señor— me dice algo nerviosa.

—Gracias Luciana— le digo mirándola a los ojos.

—Por qué me agradece, señor— me dice algo extrañada.

—Si Sol habla nuevamente es gracias a ti, a tu cariño y a que la cuidas como lo hacía mi esposa— le digo.

—Yo quiero mucho a Sol y los demás niños, no me agradezca, además solo cumplo con mi trabajo— me responde con una pequeña sonrisa.

Yo me quedo en silencio mirando su rostro, es tan hermosa, tan sencilla, tiene algo en su mirada que embruja.

—Luciana, tú crees que soy un mal padre— le pregunto.

—Señor, ser padre no es fácil, solo que si me permite ser honesta…— dice algo apenada.

—Di lo que piensas, por favor— le digo.

—Sus cinco hijos lo necesitan, sabe, cada uno es un mundo tan diferente, los gemelos tienen problemas en el colegio, Emiliano es muy silencioso, tímido y no sale de su habitación, Sol lo adora y quisiera verlo más seguido, y Camila, en estos momentos se está enfrentando a muchos cambios— me responde

—Señor, yo entiendo que usted es un hombre muy ocupado, pero sus hijos se despiertan y usted no está, y cuando usted llega ellos duermen— me dice.

—Soy el peor padre del mundo— digo agachando la cabeza.

—No diga eso, considero que nadie en sí nace sabiendo ser padre, recupere el tiempo con sus hijos— me dice con una sonrisa.

—Buenas noches, señor, que descanse— dice dejando los libros en la biblioteca.

Luciana tiene razón, mis hijos me necesitan, de ahora en adelante las cosas van a cambiar, ojalá aún sea posible acercarme a ellos.

Al día siguiente…

Los niños estaban en la cocina, que desde que llego Luciana se convirtió en el lugar favorito para el desayuno, ya todos estaban sentados cuando Emiliano entró.

—Buenos días, hijos, buenos días, Elena y Luciana-

—Papi— grita Sol al verlo entrar se levanta y le da un abrazo.

—Dormiste bien princesa— le pregunta.

—Si papi y tú, creí que estabas en el trabajo— le pregunta.

—Hoy voy a desayunar con ustedes, hay un lugar para mí— pregunta

—Sí, señor, por supuesto— responde Luciana con una sonrisa.

—Como les está yendo en la escuela, Jerónimo, Joaquín-pregunta Emiliano.

—No muy bien papá— responden ambos a coro

—Si me permite, señor, le explico en un momento lo que sucede— dice Luciana.

—Está bien, y tu Camila, como vas— pregunta Emiliano.

—No considero que te importe papá, en realidad nunca te ha importado, ya me voy— dice levantándose de su silla.

—Y tu Emiliano, recibí tus calificaciones del bimestre, te fue excelente— le dice.

—Si papá, me tengo que ir, tengo clase temprano— dice levantándose de su silla.

—Que desea comer, señor— pregunta Elena.

—Solo café, gracias— dice Emiliano algo triste.

Emiliano no va a ser fácil, pero diste el primer paso.

Gracias por leer, estaré atenta a sus comentarios.

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