Emiliano…
Hoy comienza la búsqueda de una nueva niñera.
Mi padre, quien a veces se queda en casa por las mañanas para acompañar a los niños en el desayuno, no pudo hacerlo hoy. Justo hoy, cuando todo parece ir mal.
La pequeña Sol amaneció triste, más callada que de costumbre. No quise dejarla en casa, así que decidí traerla conmigo a la oficina. No hay otra opción. Aún no tengo niñera y no quiero sobrecargar más a Elena ni al resto del personal.
Antes de llegar, dejé a los gemelos en la escuela. El chofer tuvo varios inconvenientes con el coche esta mañana, y sinceramente, mi paciencia está al límite.
Mi día no podía comenzar peor… o eso creí.
Sol mira por la ventana en silencio. Su carita se refleja en el cristal, y esa mirada vacía me parte el alma. Desde que su madre se fue, no he vuelto a verla sonreír como antes. No sé cómo llenar ese vacío que dejó en su corazón… ni en el mío.
Al entrar al estacionamiento de la empresa, distingo a dos mujeres sentadas en el suelo.
Una de ellas se pone de pie al ver mi auto acercarse… y en cuestión de segundos, tropieza y cae.
Freno bruscamente.
—¡No entiendo qué hacen aquí! —grité bajando del auto—. ¿No ven que casi provocan una tragedia?
—Lo siento, señor. Mis pies no respondieron y me caí —respondió ella, con una voz temblorosa pero firme.
—Pon más cuidado la próxima vez —dije, todavía alterado—. Me estás haciendo perder el tiempo… y no creo que puedas pagarlo.
La miré por un instante más y subí al coche.
Pero su mirada... esa mezcla de miedo y dignidad herida, se me quedó grabada.
Era hermosa, demasiado para ese instante de caos.
“Concéntrate, Emiliano”, me dije, intentando borrar su imagen de mi mente.
La amiga de la chica gritó algo antes de que me alejara, pero ya no la escuché.
No entendía por qué me había afectado tanto aquella mujer.
Era solo una desconocida.
¿O no?
Una vez en la oficina, senté a Sol en mi silla mientras mi asistente, Diana, me actualizaba sobre los informes de venta del último mes.
Las cifras eran peores de lo que imaginaba.
—Esto no puede ser posible —dije, golpeando el escritorio—. Llama al área de producción, a contabilidad y al vicepresidente de marketing. Quiero a todos aquí en media hora.
—Sí, señor —respondió Diana de inmediato.
—Y cancela todas mis citas del día. Encárgate tú de recibir a las candidatas para el puesto de niñera. Elige a la que consideres más apta.
Mientras revisaba unos documentos, un vaso de agua se volcó sobre ellos.
Volteé con furia… y vi a mi hija.
—¡Sol! ¿Cómo es posible? ¿Acaso no entiendes que esto es importante? —grité sin pensar.
La niña me miró con lágrimas contenidas y salió corriendo de la oficina.
El silencio que quedó me pesó más que cualquier cifra en rojo.
¿Qué me pasa?
Estoy perdiendo a mis hijos… igual que perdí a su madre.
Y todo por el trabajo, por la presión, por esta soledad que me consume.
—Diana, ve a buscar a Sol. Pide ayuda al personal de seguridad —dije finalmente, intentando controlar la voz.
Minutos después, mientras la buscábamos por el edificio, la vi.
Allí estaba mi pequeña, en la sala de juntas…
sonriendo.
Sí, sonriendo como hace meses no lo hacía.
Y frente a ella, de rodillas, estaba ella.
La mujer del estacionamiento.
Jugaban con colores y papeles, reían sin decir una palabra.
Mi corazón se detuvo un instante.
No recordaba cuándo fue la última vez que escuché reír así a mi hija.
—Sol, hija… me tenías preocupado —dije acercándome lentamente—. ¿Por qué saliste así del despacho?
La mujer se levantó de inmediato, nerviosa, bajando la mirada.
La reconocí al instante.
—¿Tú? —pregunté, algo confundido—. ¿Qué haces aquí?
—Yo… solo estaba… —balbuceó, torciendo los dedos entre sí.
—Disculpe, señor —intervino Diana con una sonrisa—, es una de las candidatas a niñera. Al parecer, ya conoció a la pequeña Sol.
La observé detenidamente.
Luciana.
Así se llamaba.
Tenía las mejillas ruborizadas, el cabello suelto y esa mirada dulce que parecía sanar sin palabras.
Y Sol… simplemente no dejaba de abrazarla.
—Precisamente tenías que ser tú —dije en voz baja, más para mí que para nadie.
—Creo que es la candidata indicada, señor —dijo Diana—. La sonrisa de su hija lo dice todo.
—Así parece… —respondí sin apartar la vista de Luciana—.
Señorita Luciana, la espero mañana en mi casa a las ocho en punto. Allí conocerá a mis otros hijos.
Ella asintió en silencio, visiblemente emocionada, mientras Sol agitaba la mano despidiéndose.
Esa noche, ya en casa, cené con los niños en un ambiente silencioso.
Intenté conversar, pero las palabras no fluían.
Le pedí a María Camila que los llevara a dormir.
Me quedé solo, mirando la copa de vino que no probé, y la imagen de aquella mujer regresó una y otra vez a mi mente.
Esa sonrisa, esa ternura, esa forma de mirar a mi hija…
Tenías que ser tú.
Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que algo dentro de mí despertaba de nuevo.
Muchas gracias por leer, espero que la novela sea de su agrado, estare actualizando lo mas seguido que pueda.
¿Y ahora Emiliano que harás, seguiras siendo un ogro o cambiaras por el bien de tus hijos?
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 42 Episodes
Comments
💋😘♠️M@rilú♠️💋😉🇻🇪
bueno pinta bien ,aunque empezamos con mentiras y eso no será bueno...!!!
2024-02-28
3
Alba Hurtado
te llego tu feromona ,tiene tu olor,pero papacito bello ese genio endemoniado que tienes ,
excelente hermosa tierna 😘 💕 ♥️ gracias querida autora /Tongue//Awkward//Drool//Angry//Wilt//Rose//Plusone//Pray//Ok//Good//Brokenheart//Heart/
2024-02-17
4