Capítulo 12: Coincidencia

Intento procesar las palabras que mi padre acabó de decir, pero no logro hacerlo. Elián me mira impaciente con la cámara en la mano y la agita al frente de mi cara.

—Aelyn, te estoy preguntando ¿por qué tienes fotos del hijo de mi compañero? —Repite dando la vuelta a la cámara y enseñándome una foto de él soltando humo por la boca.

—Yo… —cierro la boca y trago saliva antes de seguir hablando—, yo no sabía que era hijo de uno de tus compañeros.

—¿Cómo se conocieron? —Se deja caer en un sofá.

—En el cementerio —él me mira confundido y yo agrego para que entienda que yo también lo estoy—, me dijo que era hermano de Valeria.

Elián abre los ojos y luego se levanta murmurando “ese muchacho”, se marcha de la sala y lo sigo hasta la puerta de la casa.

—¿Dónde vas? —Hablé detrás de él.

—A la casa de Christopher —responde sin mirarme.

Él se sube al auto y yo me subo al asiento del copiloto.

—¿Qué haces? —Pregunta a la vez que se coloca el cinturón, yo hago lo mismo.

—Te acompaño —replico antes de que me diga algo.

Después de un rato mirándome acusadoramente, pone el auto en marcha y nos introducimos en la autopista llena, el tráfico avanza lento y el único sonido que rompe el silencio son las bocinas que cada vez son más insistentes. Un tiempo, un poco más de lo que parece, luego de una hora salimos de la autopista y mi padre nos dirige hacia la entrada de un barrio bastante refinado, muy diferente en donde nosotros vivimos, se detiene frente de una casa blanca y se baja.

Yo lo sigo y miro de reojo las demás casas, todas son muy bonitas y la del frente no es ninguna excepción. Cuando estamos bajo el porche, Elián toca el timbre, después de unos segundos una mujer muy bonita abre la puerta, nos mira un instante sorprendida. Tiene el cabello rubio y los ojos verdes, supongo que es la madre de “Joel”.

—¿Podemos pasar? —La voz de mi padre distrae mi observatorio.

—Oh, sí, sí —se quita del umbral y luego abre la puerta un poco más—, pasen, ya le digo a Chris que han venido.

Pasamos y ella cierra la puerta, por dentro la casa es más bonita, está completamente organizada y limpia, todo lo contrario, a la nuestra.

—En realidad quiero hablar también contigo, Madeleine.

Las palabras de mi padre hacen que ella me mire de reojo, entonces me doy cuenta en la forma como le habla mi padre que ya se conocen. Ella asiente y antes de irse nos dice que nos sentemos en la sala. Esperamos en silencio y observo todo con interés, todo está impecable, se nota bastante que Madeleine se preocupa porque todo esté en orden. Al rato llega con su esposo y luego el sonido de unas fuertes pisadas por las escaleras anuncia que ahí viene su hijo. Cuando él termina de bajar las escaleras y se hace al lado de su padre y ve hacia nuestra dirección se queda de piedra.

—¿Ahora qué hizo? —La voz del señor Christopher hace que él se separe unos centímetros.

—Me dijo que era el hermano de Valeria —respondo antes de que mi padre tenga tiempo de hablar.

El señor Christopher me mira confundido y su esposa también, su hijo me lanza una mirada amenazadora.

—¿Cuál Valeria? —pregunta con interés, aunque tal vez ya sepa la respuesta.

—Valeria Bennet —Le dice mi padre y Christopher arruga su frente juntando sus cejas, la confusión cubre su rostro.

—Henderson —aclaré para poder quitar la confusión de su rostro, él va a hablar, pero su hijo le quita las palabras de la boca.

—No sabía que conocía a Valeria —lo dice mirando hacia su padre, pero siento como si me lo estuviera diciendo a mí—, además solo fue coincidencia…

—¿Coincidencia? —Gruñó su madre mientras lo interrumpe y después se acerca por detrás de él con la palma abierta, le pega en toda la espalda, él se agacha hacia adelante por el golpe que le dio—, te dije que no lo volvieras a hacer.

Madeleine estaba furiosa y le siguió pegando, su padre se aparta y luego nos señala para que lo sigamos hacia el comedor. Al pasar observo los muebles que contienen porcelanas y supongo que la esposa de Christopher le gusta coleccionar tazas de todo tipo. Quizás nos pasó a este lado para que no viéramos como su esposa le pegaba a su hijo, desde aquí se escuchan los quejidos y las palabras mal sonantes que soltaba él, el hermano falso de Valeria.

—No entiendo cómo… —Christopher se detiene y me mira.

—Aelyn —le digo y él asiente.

—No entiendo, ¿cómo Aelyn sabe sobre Valeria? —Está vez se dirige a Elián.

—Ella tiene la mala costumbre de ver las carpetas de los nuevos casos —responde mi padre.

—Sí, pero ese día había ido al cementerio a ver a mi madre y estaban enterrando a Valeria, después llegué a casa y era el nuevo caso de mi padre—me veo obligada a decir eso y luego agrego—, eso sí fue una coincidencia.

—Insinúa que mi hijo te estaba siguiendo —se sienta en una silla del comedor.

Me quedo en silencio porque no sé decir, puede que lo haya hecho, pero a qué se debía, yo nunca lo había visto a él, ni a sus padres. Entonces recuerdo que él una vez en el cementerio me dijo el nombre del hermano real de Valeria.

—Él sabía el nombre del hermano de Valeria —apunté hacia el umbral donde a lo lejos se escucha como Madeleine seguía riñendo a su hijo.

—Camden, siempre lee los informes de los casos —responde con simpleza y cuando voy a decir algo llega Madeleine colocando unos mechones de cabellos detrás de sus orejas.

Detrás de ella viene Camden, un nombre muy diferente al que él se inventó, se pasa una mano por el cabello para arreglar el desorden en el que se convirtió.

—Bueno, ya que están aquí —junta ambas manos al frente de su pecho para continuar hablando—, vamos a cenar.

Christopher y Camden la miran de inmediato, pero ella no dice nada y agrega otro par de platos en la mesa y luego desaparece por el umbral de la cocina. Todos nos miramos, un ambiente lleno de incomodidad aparece lentamente. Probablemente, ella esté haciendo esto para remediar lo que hizo su hijo. Christopher nos señala los asientos donde debemos sentarnos.

El comedor es de seis puestos, mi padre está a mi lado, al frente tengo a Camden y al lado de él supongo que va Madeleine, en el asiento lateral de la derecha se sienta Christopher y el lateral de mi izquierda queda vacío. Cuando Madeleine trae la comida no puedo ocultar la emoción que siento, hace muchísimo que no comemos decente, se podría decir así, porque mi padre no es un buen cocinero y yo soy mucho peor, siempre comemos de domicilios. Mi boca empieza a salivar cuando siento el olor de la comida, es tan agradable que me hace recordar cuando mi madre cocinaba para nosotros, me arrepiento de no haber aprendido muchas cosas de ella.

Al principio todos comen en silencio, no es hasta entonces cuando Madeleine empieza a hablar.

—Aelyn, ¿en dónde estás estudiando? —Su voz inunda toda la estancia, todos la voltean a mirar. Para que ella no se percate de cómo me incomoda esa pregunta, dejo el cubierto a un lado del plato.

—En la Universidad Sant Clent —respondo mostrando una extraña sonrisa. Espero que ella se detenga con las preguntas, pero no lo hace.

—¿Qué estudias? —Ahora la atención de todos, en especial Camden, está en mí. A mi padre no parece importarle y sigue comiendo después de unos segundos.

—Bellas artes —digo mirando a Madeleine.

—El puntaje más bajo —susurra Camden, todos lo voltean a mirar y Madeleine le pega una palmada en el hombro y luego murmura apretando la mandíbula: “ya verás”.

Cuando voy a responder, alguien más me quita las palabras de mi boca y me sorprendo muchísimo.

—Para que sepas, Camden—dice su nombre de manera amenazadora—. Aelyn fue muy buena estudiante, y para entrar en bellas artes se necesita talento, mi hija es muy talentosa.

Me siento halagada por lo que mi padre dijo y con los ánimos que me dio me atrevo a agregar:

—Escogí bellas artes porque me gusta y no porque tenga el puntaje más bajo.

Él me mira en silencio y luego sigue comiendo como si nada hubiera pasado, pero yo no quiero dejarlo pasar, así que lo pincho un poco para hacerlo enojar.

—¿En qué estudias, Camden? —La pregunta sale de mis labios lentamente mientras él come en silencio, se ahoga con una arveja. Tose un poco y luego bebé un poco de jugo.

—Abogacía —dice entre dientes.

Su madre que parece insatisfecha me mira con las cejas fruncidas.

—Y va muy mal —mira mal a su hijo—, casi no lo dejan entrar a la universidad por eso, en la anterior no le iba muy bien.

—Gracias mamá —dice él con sarcasmo.

La cena transcurre con un ambiente más relajado, Madeleine, se podría decir, tiene algún tipo de don que hace que la incomodidad desaparezca, al igual que mi madre solía hacerlo, ella era un ser bastante sociable. Al acabar la cena mi padre insiste en que nos deje lavar los platos sucios, pero ella se niega y alega que ya es muy tarde y mejor debemos irnos a casa, mi padre, por otro lado, se rinde después de una larga conversación por los platos sucios. Nos despedimos, Madeleine y Christopher se disculparon de nuevo por el comportamiento de su hijo, el cual desapareció después de la cena.

Cuando ya estamos dentro del auto, siento tanta curiosidad por la familia que nos acaba de invitar a la cena.

—¿Camden no te parece sospechoso? —Digo señalando la casa que a lo lejos cada vez se va haciendo más pequeña.

—¿Camden? —La sorpresa en su voz es tanta que sus cejas se juntan—, claro que no.

Lo miro, pero él tiene su vista en la autopista, no voltea a mirarme.

—¿Por qué no? —suelto la pregunta de golpe y mi padre frena el auto cuando un semáforo se pone en rojo.

—Porque hace una semana que se mudaron —gira su rostro y luego agrega—, además Valeria llevaba desaparecida dos semanas y ellos vivían en un pueblo muy lejos de aquí, en teoría Camden no es sospechoso.

Lo último lo dice afirmando, se ve tan seguro de lo que dice sea cierto.

—Pues yo creo que sí lo es —reprocho hacía él, el auto se pone en marcha de nuevo.

Mi padre suelta un pesado suspiro y después de unos segundos vuelve a mirarme.

—¿Aquí de los dos quién es el policía? —Suelta levantando una ceja.

—Tú —respondo desviando mi mirada hacia la ventanilla del auto.

—Exacto, entonces ya te dije, Camden no es sospechoso —Elián lo dice despacio levantando un poco la voz.

—Los policías a veces se equivocan —musito mirando las casas tras el vidrio.

Al parecer mi padre no me escuchó y prefiero que no lo haya hecho para evitar alguna discusión. Lo demás trascurre en un completo silencio bastante tenso, cuando llegamos a casa me bajo del auto y me dirijo directamente a mi habitación, encima de mi cama dejo el bolso que subí del primer piso, veo que en mi celular tengo mensajes de Miguel.

Lyn no vas a creer lo que pasó

Miro el mensaje unos segundos y le respondo:

¿Qué pasó?

Mi mensaje solo tarda unos segundos en ser visto y otros segundos en recibir una respuesta.

Joel estudia en la misma universidad que nosotros.

¿Por qué de todas las universidades que hay, él tenía que estar en la misma que yo? Resignada me dejo caer en la cama y entierro la cabeza en una almohada, ¿por qué me pasa esto a mí? Me levanto y le envío otro mensaje a Miguel.

Su nombre es Camden.

El mensaje es visto inmediatamente y luego dura demasiado en responder.

¿Camden? ¿No sé llama Joel?

Respiró profundamente y escribo la respuesta:

Mañana hablamos.

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