Capítulo 6: Lluvia

El cielo está oscurecido y las estrellas resplandecen tintineantes al lado de la luna, los faroles iluminan gran parte de la calzada, pero no lo suficiente para poder observar el rostro de él. Se había apartado unos cuantos pasos hacia atrás porque le di un empujón, ahora me observaba en silencio con los brazos cruzados. Me giré con la intención de irme, pero volvió a agarrar mi brazo, cerré los ojos con impaciencia y con brusquedad volví a soltar mi brazo.

—¿A dónde vas? —Dice él inclinando su cuerpo.

—¿Qué le importa? —Gruñí y volví de nuevo a girar mi cuerpo, pero volvió a detenerme.

—Está muy tarde y no creo que sea buena idea que una mujer como tú esté a estas horas en la calle sola —dijo viéndome de pies a cabeza, seguía sin soltar mi brazo.

—Puedo cuidarme sola —dije jalando mi brazo, pero esta vez él me sujeto con más fuerza.

Por inercia del jalón me pego a su cuerpo, su rostro quedó a centímetros del mío, pude notar sus rasgos más de cerca, su cabello de un marrón muy oscuro y sus ojos de un verde claro, el olor a cigarrillos y cerveza subió por mis fosas nasales, lo empujé.

—Joel —dije recordando su nombre—, ya deja de molestarme.

Él sonríe consciente de que no olvidé su nombre, me señala un auto cerca de donde estamos y vuelve a insistir:

—Te llevo.

Negué con la cabeza y me giré, caminé y esta vez él no me detuvo, no lo hizo y tampoco miré hacia atrás. Seguí mi camino, ya es demasiado tarde y los autobuses ya no están trabajando, tenía que ir en un taxi, pero ninguno se aparecía ni por la vuelta de la esquina, un relámpago iluminó el cielo y pequeñas gotas de lluvia empezaron a caer.

No me detuve hasta que el agua empezó a caer con más fuerza, tampoco cuando mi ropa estuvo lo suficiente mojada para qué pesará más de lo normal, al igual que mi cabello ya está completamente empapado pegándose a mi nuca y parte de mi rostro. El sonido del agua al caer y de los truenos no dejaban escuchar las llantas del auto que venía atrás cuando estuvo a mi lado la ventana del copiloto se abrió y vi a Joel.

—Vamos súbete y te llevo a casa —dice a la vez que abre la puerta del auto.

Miro el cielo y veo que no tiene intención de parar el aguacero, vuelvo a ver el interior del auto y con un poco de duda me subo en él, estoy completamente mojada, cuando entro el clima cambia totalmente, tiene la calefacción prendida, pero la ropa mojada me mantiene fría. Él pone el auto en marcha y por la derecha de él pasa un taxi vacío, cierro los ojos con frustración, tan mala suerte tengo.

Me pregunta la dirección de mi casa y se la doy, el ambiente en el auto es tranquilo, no hay tensión ni tampoco incomodidad. Parece una situación normal dejando de lado el hecho de que estoy completamente mojada en un auto de alguien que conocí en un cementerio y que es el hermano del nuevo caso de mi padre, “una situación muy normal”.

...°•°•°...

Podría haber salido peor, pero no, aquí estaba afuera de la casa de Miguel, obviamente no le iba a decir donde realmente vivía y la dirección de la casa de Miguel fue la única que iluminó mi ya perdida cabeza, me bajé del auto después de musitar un “gracias”. Me encaminé hacia la entrada de la casa, cuando volteo veo el rostro sonriente de Joel por la ventana del copiloto, levanta su mano y se despide, luego arranca el auto y se marcha.

Me gusta la lluvia, pero hoy, la odié, hay tantas noches en las que pudo haber llovido, pero tuvo que haber sido hoy, peor suerte no podía tener, mis nudillos tocan la puerta de la casa y espero impaciente a que alguien abra la puerta, al rato llega la madre de Miguel y me mira con sorpresa.

—Aelyn —dice estupefacta—, ¿qué haces aquí a estas horas?

Me miro como si fuera la única respuesta, la verdad no quería responder su pregunta, la madre de Miguel es tan buena que no soy capaz de mentirle, le tengo mucho aprecio y ella a mí también. Horror cubre su rostro cuando me ve, me hace pasar a su casa.

—Dios, Lyn —dice tocando mis mejillas—, estás helada.

Se va y vuelve con unas toallas, Miguel viene detrás de ella, y sin que ella lo note me sonríe y me levanta ambas manos con los pulgares arriba. Ella me envuelve con las toallas y vuelve a irse.

—¿Quién diría que tuvieras novio? —Dice acercándose.

—¿Novio? —Casi me atraganto con mi propia saliva—. ¿De dónde sacaste eso?

Se ríe y cuando está lo suficientemente cerca me coloca las manos alrededor de mis brazos y me sacude un poco.

—Andrés me contó que un borracho se te vino encima y que un muchacho te defendió y que ustedes dos se veían muy cercanos.

Ruedo los ojos y me separo de él, se sigue riendo y sé que no es por lo que le contó Andrés.

—Para empezar él y yo no tenemos nada —digo a la defensiva un poco agresiva y luego agrego con más suavidad—, además, ni lo conozco.

Antes que él pueda agregar algo, su madre viene con ropa limpia y me dice que me cambié, voy a la habitación de invitados, ya sé dónde queda, anteriormente ya me había quedado. Cambié mi ropa por un pijama de Miguel, me queda un poco grande, pero es mejor que andar con ropa mojada. Me dirijo al baño y veo mi rostro en el espejo, por eso se estaba burlando, el rímel se había corrido por el agua de la lluvia y parece como si hubiera estado llorando. Me enjuagué la cara con agua y con un poco de papel higiénico me limpio por debajo de los ojos para quitar el poco rímel que quedó y quitar el labial negro. La madre de Miguel se lleva mi ropa húmeda y la cuelga en el tendero.

—¿Por qué estabas mojada? —Habla trayendo con él una taza de chocolate caliente, le agradezco antes de responder.

—Porque estaba lloviendo —digo con obviedad.

—¿En qué te viniste? —Vuelve a preguntar.

—Él me trajo —digo refiriéndome a Joel, le doy un sorbo al chocolate, mi garganta se calienta al sentir el cálido líquido.

—¿No lo conoces, pero le pides que te traiga a mi casa? —Dice señalando la cama para que me siente, le hago caso y él se sienta en el suelo al frente.

Soltando un suspiro le cuento todo, y eso se refiere a lo que pasó en el cementerio y lo que pasó en el bar, también sobre que es el nuevo caso de mi padre, Miguel escucha atento y es lo bueno en él, casi nunca interrumpe cuando alguien le está contando algo.

—¿Hay algo que no me encaja? —dice luego de unos segundos en quedar en silencio, la taza vacía está en mis manos, él se estira y me la quita de las manos, luego la deja en la mesa de noche.

—¿Qué cosa? —Dije confundida.

—¿No te parece raro que actúe tan normal después de haber perdido una hermana de esa forma?

—Sí, ya lo había pensado —le respondo recordando el día del cementerio.

—No creo que sea bueno que interactúes con él —termina diciendo Miguel con una extraña expresión en el rostro.

Luego de hablar por casi media hora, ambos nos vamos a dormir.

...°•°•°...

Hace una hora estoy despierta, había escuchado cuando la madre de Miguel se marchó para su trabajo y desde ahí no he podido pegar ojo, son como las seis de la mañana, anoche antes de acostarme le envié un mensaje a Elián de que me iba a quedar a dormir en casa de Miguel, probablemente vaya más tarde a la casa o no.

La luz todavía es demasiado débil para penetrar las delgadas cortinas que cubren las ventanas, la mañana está fría y por eso sigo bajo las cobijas. Podría ir a despertar a Miguel, pero soy muy considerada con él y prefiero no hacerlo. Después de un rato decido levantarme, arreglo la cama y voy a la habitación de Miguel, está enrollado entre las cobijas con la cabeza mirando al techo, la nariz le impide enterrar la cabeza entre las almohadas. Lo miro unos segundos y me devuelvo por donde vine, voy a la cocina y veo que Caro ha dejado chocolate para los dos, saco lo necesario para hacer unos huevos pericos.

Decido quedarme en su casa hoy, no tengo mucho que hacer y Miguel tampoco, ambos nos quedamos acostados en su cama viendo películas hasta que la noche llega, cuando su madre llega decido despedirme y con una pequeña sonrisa le digo que volveré otro día.

Voy caminando por la calle del barrio, está vacío. La gente está adentro de sus casas compartiendo el tiempo con sus familias y los buses se demoran un poco en bajar, así que mientras bajo caminando espero a que pase el que necesito.

Cuando escucho el fragoroso sonido del motor del bus me giro para ver si es el que me sirve, lo detengo y me subo en él. Está casi lleno y me dirijo al único asiento vacío que es uno de los últimos, pido permiso al muchacho que está sentado al lado del vacío, él mueve un poco sus rodillas sin mirarme, al sentarme me fijo en la ventana y me recuesto contra en puesto, el chico del lado se mueve un poco y me doy cuenta que su móvil está timbrado. Él contesta y como tiene el tono de llamada muy alto alcanzo a escuchar:

—¿Por dónde vas, Jerome? —Le dice una voz femenina entre enojada y preocupada.

—Por las torres del bosuque —responde él arrastrando las palabras distraído.

Intento no poner cuidado a la conversación ajena, pero cuando dice eso, siento más curiosidad, el muchacho le acabó de mentir a la persona tras el teléfono. Pero no vuelve a hablar y me doy cuenta de que ha colgado, me distraigo mirando por la ventana las personas que pasan caminado, algunas solas y otras en compañía. Cuando reconozco los apartamentos antes de mi casa me giro y miro al chico de mi lado, su cabello castaño está desordenado y unos ojos azules demasiado claros con matices de tristeza surcando sus rasgos me miran fijamente.

—¿Me da permiso? —Le digo, pero él me queda mirando un largo tiempo, unos largos segundos.

Asiente afirmativamente para sí solo y se levanta dándome espacio para irme, al pasar por su lado siento su mirada en mí, presiono el timbre y el autobús se detiene una cuadra más abajo de mi paradero. Me bajo con rapidez y miro hacia el autobús, el chico se sentó contra la ventana donde yo estaba y me echo un último vistazo antes de que el bus arrancará sin dejar un rastro visible de que estuvo ahí.

Me dirijo a la entrada de mi barrio y me encamino hacia mi casa, a lo lejos puedo observar que las luces están apagadas y que el auto de mi padre no está donde acostumbra estar, puede que su nuevo caso le esté costando mucho más trabajo y horas extras para poder resolverlo en el menos tiempo posible.

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